Yoqui

Adolfo Olloqui es un hombre singular. Un empresario fuera de serie que comenzó su actividad en los años cincuenta en Zaragoza, cuando puso los cimientos de lo que es el Grupo Olloqui, un conglomerado de negocios muy diversos, centrado hoy en telecomunicaciones, reforestación e iniciativas inmobiliarias y turísticas. A sus casi ochenta y dos años, Olloqui continúa en la brecha con el apoyo y empuje que le proporcionan sus hijos. Un hombre adelantado a su tiempo cuya historia merece ser compartida.

Su historia es la de un pionero que además ha sabido siempre adelantarse a su tiempo, incluso llegando a predecir hace muchos años la irrupción del “peligro amarillo”. ¿Cómo fueron sus inicios? Mi padre tenía un negocio de cafetería y restaurante en el que trabajaba también mi madre, algo casi impensable en aquellos años cuarenta porque además se ocupaba de sus siete hijos, que fue pionero en hacer lo que ahora es tan habitual y que conocemos como catering.

Con una familia tan numerosa había que trabajar, pero también que pensar, así que, en los años 50, cuando comenzó la era revolucionaria de los plásticos, montó una pequeña planta, un taller que se adelantaba al futuro, porque entonces no, pero hoy todo es de plástico.

Terminé el bachillerato y empecé a estudiar derecho, al tiempo que trabajaba con mi papá como vendedor en la fábrica de plásticos. Pero el trabajo me hacía viajar por toda España y en aquel momento los viajes y la universidad se hicieron incompatibles, así que en segundo no tuve más remedio que abandonar. Dedicándole ratos conseguí terminar los estudios de Comercio mientras que empezaba a viajar por Europa acudiendo a las diferentes ferias y fui derivando a hacer pequeñas cosas como botones y cosas para la casa. Yo mantenía mi mentalidad de niño y empecé a hacer juguetes precisamente porque me gustaba jugar, y ese querer jugar me llevó a ser durante muchos años el primer exportador de juguetes de España.

En aquellos años los juguetes españoles se fabricaban en la provincia de Alicante y nosotros, maños, éramos unos intrusos, pero quizá teníamos un estilo más internacional y vocación de salir al exterior. Como yo viajaba por todo el mundo, era un hombre muy inquieto, me di cuenta de que, si un producto terminado valía en Japón menos que el mecanismo para ese juguete en España, estaba claro que no habría forma de competir con ellos. Afortunadamente me di cuenta a tiempo, porque yo donde más vendía era en Japón, así que llegamos a un acuerdo con ellos para fabricar nosotros bajo las dos marcas, la española y la japonesa, y vendimos muchísimo. China comenzaba entonces a hacer cosas, pero todavía no tenía peso.

Tenía en Zaragoza dos fábricas con más de mil empleados. una especializada en plásticos y otra especializada en metales inyectados y en estampación. vendí una de ellas y a la otra, que era más moderna, me llevé a mis fieles de la primera fábrica. Muchos chicos que trabajaban conmigo eran mis compañeros de jugar al fútbol, aprendices de mecánico, de tornero, de electricista, que habían ido evolucionando hacia la fabricación y montaje de juguetes. En el año 62, con tan solo 24 años, tuve la suerte de encontrar un grupo francés de ingeniería muy bueno y experto, y monté una fábrica muy moderna, que no tenía nada que ver con ninguna que ya existiera, porque yo no soy un creador de ideas, pero sí soy muy buen copiador. Todo lo que había visto en mis viajes lo copié, eso sí, siempre intentando mejorarlo.

Fuimos creciendo en exportación y, simultáneamente a que vendía mis productos de juguetería, fui viendo otro tipo de negocios y vendía materias primas de plástico, porque como todo producto moderno que de pronto aparece, llega un momento en el que la demanda empieza a crecer y la oferta se queda corta.

Comencé una relación con el primer grupo italiano, Buittoni Perugina vendiéndoles mis juguetes para sus promociones, y para suministrarles sémolas, y fuimos derivando a diferentes productos. Exportábamos sémola para cocinar el cous cous a Argel y a Marruecos, fuimos los primeros exportadores de sémola y harina para el cous cous, como plato nacional. Al entrar en el mundo de la alimentación me convertí en el representante de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia en España, y le vendía café a la Comisaría de Abastecimientos y Transportes, que era quien únicamente podía comprar y vender determinados productos de alimentación básicos como el café, el azúcar o la carne. Poco después conocimos que existía una gran demanda de garbanzos porque, aunque en España la cosecha era buena, era escasa, mientras que el consumo era grande, y descubrimos que el mejor garbanzo se producía en México, en el Estado de Sinaloa y baja California, así que nos convertimos en el mayor importador de España de garbanzos.

En cuanto a los artículos relacionados con el plástico, fabricábamos juguetes, pero como era un negocio muy de temporada, dedicábamos muchas horas de trabajo a productos industriales de alta tecnología, y fabricábamos piezas para Seat, barreirosChrysler y Simca, productos domésticos para Zanussi, Superser o Balay. Pero el negocio importante, y donde realmente obteníamos más beneficios era en la juguetería.

Monté una fábrica en Cucuta, en Colombia, justo en la frontera con Venezuela, porque Colombia, fuera de Brasil, era el país más grande como consumidor, y Venezuela el más rico. Comenzaba entonces a organizarse un mercado a semejanza del Mercado Común Europeo, que lo llamaron Pacto de Cartagena, para eliminar los aranceles, y era una oportunidad.

Nos ha hablado de los juguetes, de la exportación de sémolas, del negocio del café, pero hay más, como las máquinas de juego o la promoción de proyectos inmobiliarios. ¿Es importante diversificar para llegar a construir un gran grupo?Aunque suene un poco vulgar la expresión, lo cierto es que nunca me ha gustado tener todos los huevos en una misma cesta. Nunca he tenido un solo negocio, de hecho, además de todo lo que ya hemos hablado, a principios de los años 60 promocioné y desarrollé la estación de esquí de Formigal (Pirineo Aragonés). Ramón Sainz de baranda, gran amigo mío que era alcalde de Zaragoza, fue el que me convenció de que la nieve podría ser un gran atractivo para el turismo de nieve y negocio. Se trataba de algo muy novedoso porque la imagen de España se basaba en “sol y playa” pero nosotros conseguimos cambiarla a “sol y nieve”. Construí hoteles y apartamentos llamados SOL Y NiEVE, y pusimos en marcha el edificio de una estación. Fue un gran negocio que tuvo mucho éxito sobre todo en el mercado inglés que, además de venir en verano a nuestras playas, empezó a venir en invierno a la nieve, a pesar de que el viaje desde Zaragoza, donde llegaban en avión, hasta Formigal había que hacerlo en autobús por unas carreteras malas y peligrosas. El negoció prosperó mucho, pero había que especializarse, además de necesitar mucha dedicación, y como yo no soy un entusiasta de la nieve, soy de sol, en los años ochenta decidí vendérselo al grupo de cajas de ahorros que son los que lo han continuado. Ahora Formigal es la estación más grande de España.

En 1993 llegaría Business Telecommunications Services, la joya de la corona que cumple este año 25 años, pensando ya en la segunda generación. ¿Cómo llegó al mundo de las telecomunicaciones? Monté mi centro de actividades para América en bogotá. Era el entorno geográfico mejor situado y el país de mayor consumo, pegadito a venezuela, Ecuador, Perú y Panamá, y permanecí allí desde el año 70 hasta el 91. En el año 80 decidí llevar a mis hijos a estudiar la universidad a Estados unidos, y fue a partir del 92 cuando iniciamos la actividad allí. Hablar en aquellos años con otro país, o incluso con Europa era terrible. Había que pedir la conferencia a una operadora y esperar horas en las comunicaciones. Fui leyendo sobre el tema y recogiendo información cuando aparecieron los satélites que revolucionaron el mundo de la comunicación. Llegó la tecnología para dar servicio de voz, las imágenes,
incluida la televisión, se transmitía vía satélite, y encontré un sistema que, sin grandes inversiones, me permitía dar servicios de voz y datos.

Fue la propia necesidad de encontrar solución a mis problemas de comunicación lo que me llevó a empezar en el negocio y tuvimos la inmensa suerte de entrar en el momento oportuno.

Nosotros somos una compañía de operadores para operadores, no damos servicio directo, y cuando empezamos jamás pensé poder llegar a un negocio del volumen y la magnitud del que tenemos hoy en telecomunicaciones.

BTS es líder en el sector de las comunicaciones. ¿Cómo se llega al éxito en un sector tan tremendamente competitivo? Yo tengo muy claro que en la vida la suerte influye. Por muy bien que quieras hacer las cosas, si no tienes la suerte de hacerlas en el momento oportuno y con la gente precisa, el éxito no llega. En telecomunicaciones he tenido la fortuna de contar con un equipo joven muy preparado, incluso del mismo Zaragoza. Sin ir más lejos, el director técnico es un fenómeno en temas de tecnología, tanto es así que incluso le llaman desde Estados unidos para dar conferencias. A veces, yo mismo no puedo creer lo que estamos haciendo. Tenemos una compañía que se llama System One NOC, que se dedica a la investigación en software y, además de cubrir las necesidades de nuestra propia red internacional, vendemos tecnología, software y equipos especialmente diseñados para el control del tráfico internacional.

Esta vigilancia es imprescindible para poder controlar los tiempos de entrada y salida de las comunicaciones por país, y por compañía. Nosotros estudiamos la fórmula para poder controlar el tráfico saliente y entrante, y tanto nuestra tecnología como nuestros equipos han sido un éxito.

En alguna ocasión ha manifestado usted que “el dinero es como un menor de edad, hay que cuidarlo mucho”. ¿Cómo se cuida el dinero? Así es. Mi bisabuelo, un hombre de pueblo pero conocedor de esa filosofía que te da la tierra, lo decía y yo lo mantengo.

El dinero se cuida con mucho cuidado y prestándole atención, pero en realidad con cosas muy simples. Esta misma mañana he recibido un mensaje en el teléfono diciéndome que estaba a punto de consumir mi contrato de uso. inmediatamente he llamado a la persona que se ocupa de esto para que lo revisara. Nosotros tenemos un sistema para llamar internamente en el que, por ejemplo, si yo quiero hablar con Moscú marco un teléfono local que desvía la llamada por nuestra red, prácticamente sin coste, porque la red tiene un coste fijo y cuantos más minutos la usas más barato cuesta. Me he molestado en pedir la facturación y he mandado que comprueben si los sistemas que tenemos de desvío de llamadas funcionaban bien para que se vigile a fondo el coste del teléfono en una compañía a la que vendemos cientos de miles de dólares. Pero es necesario educar a la gente así porque todo tiene su importancia.