Jans Fromow-Guerra

Investigador mexicano, Jans Fromow-Guerra forma parte de la Asociación Internacional de Médicos para
la Prevención de la Guerra Nuclear, AIMPGN, institución galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2017 por la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN).

El concepto “paz” es algo en lo que todos somos expertos, pero realmente nadie sabe qué es. ¿Cuál es su definición?

La paz es una condición, una circunstancia activa que tiene muchos condicionantes. Lo más importante que hay que tener claro es que la paz no es la ausencia de la guerra. La organización a la que pertenezco, que fue ganadora del premio Nobel de la paz en 1985, y creadora de la campaña para abolir las armas nucleares que lo ganó en 2017, trabaja incansablemente en este sentido y en todos estos años no ha habido una sola guerra nuclear. Por tanto, la paz no es la ausencia de la guerra sino un estado donde tiene que converger la salud, la justicia, la igualdad, de género, de oportunidades, y hasta que todo esto no se cumpla no podemos
hablar de que estamos en un estado de paz. La paz es un concepto mucho más global y ambicioso hacia el que hay que transitar y nosotros nos estamos enfocando en la circunstancia que puede amenazar la vida del planeta, que es la existencia misma de las armas nucleares.

Junto con la amenaza de una explosión nuclear, las muertes que causaría en el momento y las que provocarían sus efectos a un largo plazo, hay otras muchas cosas que pueden provocar grandes catástrofes. La falta de cuidado en la alimentación o los “salvapatrias” que no quieren reconocer los problemas a los que se enfrenta el mundo, y otras muchas cosas más, requieren de nuestra atención. ¿Cómo podemos ponerles solución?

Los dos riesgos más importantes para la vida en el planeta son el cambio climático y la existencia misma de las armas nucleares. El cambio climático, que es un asunto gravísimo, todavía tenemos oportunidad de revertirlo con las acciones políticas y empresariales adecuadas. La otra que puede ser inmediata, de forma absoluta y con un riesgo muy alto, es la existencia de las armas nucleares. El problema es que convergen instituciones o países que en ocasiones no tienen la solidez respaldada en la democracia que pensábamos. Vemos los riesgos de los populismos en las democracias, los de derechas y los de izquierdas, tan malos unos como otros, que tal vez son coyunturales o por el hartazgo de una parte de la población. Los tomadores de decisiones con personalidades problemáticas, como es la del presidente norteamericano ahora o en su momento Rusia, con un presidente con serios problemas de alcoholismo, tienen en su mano la capacidad de iniciar una guerra nuclear por un capricho. De hecho, uno de los primeros momentos que tenemos documentado de una guerra nuclear a punto de suceder fue en el año 95 con Boris Yeltsin.

Necesitamos instituciones y contrapesos fuertes que prevean este tipo de riesgos y los que aún están por venir. Los riesgos cibernéticos, por ejemplo, son un capítulo del que no tenemos siquiera una idea clara de la dimensión que pueden llegar a alcanzar.

Entonces, ¿sólo podemos confiar en la parte positiva de la humanidad? Porque no son solo las grandes figuras conocidas, sino que existen herramientas para que cualquier ciudadano pueda acceder a un tomar una mala decisión

Tenemos muy clara la intromisión cibernética en muchos procesos. Fue claro en el proceso electoral de los Estados Unidos con la modificación de tendencias que hubo. Se han documentado hackeos en sus sistemas de seguridad por muchachos de trece años que logran entrar y empiezan a crear confusión, lo que supone un grave riesgo para los tomadores de decisiones.

Creo que siempre hay que confiar en la parte buena y lógica de la humanidad, pero necesariamente hay que instrumentarlo con instituciones, con trasparencia y con vigilancia, porque lo que más daño nos ha hecho en el caso de las armas nucleares es la secrecía, el secreto guardado. En los años 70/80, en plena guerra fría, donde la cantidad de armas nucleares llegó a su límite máximo, la sociedad tenía una conciencia cotidiana de ese riesgo. En todos los medios, en las novelas, en las televisiones se hablaba del invierno nuclear. Las acciones de organizaciones contra las armas nucleares, como en la que yo trabajo, consiguieron que se fueran ajustando los tratados hasta llegar al nivel que tenemos hoy (alrededor de 15.000 armas nucleares), que aún consideramos un número muy elevado.

Pero, realmente, ¿cuánto tiempo hace que no hablamos de la gravedad del problema de las armas nucleares? Se pensó que estaba resuelto, se acabó la guerra fría, ya no había problema…, quien gana ahí son los vendedores de armas, los que venden la tecnología para mantenerlas. Entre todos los países se gastan un trillón de dólares en el mantenimiento de las armas nucleares y es algo de lo que nadie dice nada. Hay muchas formas de atacar este problema económico. La primera es hacerlo público. Contar qué empresas son las que producen armas nucleares, qué bancos en los que hemos depositado nuestros ahorros proporcionan fondos a estas empresas, y cómo la sociedad civil puede obligarlas a suprimir estas inversiones.

Entonces, conocedores de que ninguna persona puede cambiar el mundo, pero sí su micromundo ¿está en manos de todos el poder revertir la situación?

Ese es exactamente el mensaje y el éxito de la campaña para abolir las armas nucleares. De pronto llegó un momento en el que nos quedamos muy pocas ONG’s trabajando en el tema antinuclear hasta que, dentro de nuestra organización, se votó hacer la campaña. Se le encargó a la filial australiana y con un grupo pequeño de organizaciones trabajando en un mismo sentido y de una forma concertada con un grupo de países no nucleares muy comprometidos con el desarme, porque establecer alianzas es fundamental, se consiguió el éxito. Se trata de ir cercando la circunstancia para llegar a un momento de seguridad que llegará cuando ya no existan armas nucleares.

Podrá haber otros riesgos y otros retos muy importantes, pero ¿de qué sirve que nos peleemos para hablar de igualdad, de inclusión o de apoyo a los jóvenes, si en la locura de un par de personas deja de existir nuestra civilización como tal o la vida del planeta?

No existe un número bajó de armas nucleares, la seguridad viene por la eliminación total. Porque la pregunta no es si va a haber una guerra nuclear, la pregunta es cuándo. La filosofía es la destrucción mutua asegurada. Es decir, cuando un misil se lanza los sistemas inmediatamente contraatacan y no solamente al lugar desde donde ha partido, sino al grupo en su conjunto que está en contra.

Lo peor que nos puede pasar en la lucha contra las armas nucleares es el silencio y en eso todo el mundo puede ayudar. Gracias al apoyo de diversas actividades realizadas por países comprometidos con el desarme nuclear, junto con la sociedad civil, se llegó al proceso que llevó a la creación del tratado de prohibición de armas nucleares dentro de Naciones Unidas. El tema se había olvidado y gracias a estos países se crearon las Conferencias Humanitarias sobre el Impacto de las Armas Nucleares. Esas reuniones organizadas por los diferentes países fueron muy importantes porque se logró que se creara un nuevo grupo abierto de Naciones Unidas para discutir el tema, y después la asamblea General manifestó que era necesario contar con un instrumento legalmente vinculante. Se crea, se comienza a trabajar y en julio de 2017 nace el Tratado para la Prohibición de las Armas Nucleares y empiezan los procesos legales de firma y ratificación. Tiene gran importancia porque en el momento en que lleguemos a las 50 ratificaciones, llevamos 26, se convertirá en obligatorio para todos los miembros de Naciones Unidas.

Existen muchas empresas que tienen parte o todo en sus líneas de inversión en armas nucleares o en partes que se requieren en el proceso de la construcción o de su mantenimiento. Lo que mejor funciona, y en esto tiene mucho que hacer la sociedad civil, es estigmatizar. La estigmatización lleva a la prohibición a través de los instrumentos legales, lo que acaba por producir la eliminación. Hay muchas empresas, muy cercanas para la población, incluso aquí en España, que forman parte de este proceso de creación de armas nucleares. Es necesario que la gente lo sepa para que se ponga en movimiento y les exija su retirada de estos programas eliminando las inversiones.