Hace unos días organizamos una jornada en la sede corporativa de Bankinter con este título en la que diversos ponentes estaban de acuerdo en que no estamos suficientemente preparados para asumir este tsumani que viene irremediablemente a impactar contra nuestra sociedad y nuestras empresas.
Todo parte de dos hechos. El primero es la tremenda caída de natalidad que venimos arrastrando desde finales de los años setenta. Hemos pasado de tener tres hijos por mujer a tan solo un hijo y un trozo (1,3). Y si nos fijamos solo en las mujeres nativas, pues la tasa es aún peor, prácticamente nos hemos apalancado en la cultura del “hijo único”. Y esto no tiene pinta de que nadie lo venga a arreglar. Además, es un hecho global. 2018 fue el primero en la historia de la humanidad en que se redujo el número de nacimientos respecto al año anterior. Y aunque es un hecho global, en Europa tiene tintes dramáticos. Un continente rico que ha decidido tener muchos menos hijos.
El segundo hecho, es el incremento significativo de la esperanza de vida. Otro hecho global, pero que en nuestro país estamos a la cabeza del mundo gracias a nuestro sistema sanitario y posiblemente nuestra calidad de vida, incluyendo nuestra manera de comer. El caso es que cada año que pasa, nuestra esperanza de vida se incrementa. Y llevamos así muchos años.
La suma de ambos fenómenos está acelerando el envejecimiento de nuestra población. En tan solo 10 años hemos reducido la población joven un 20% y hemos incrementado la población senior, mayor de 55 años, en una proporción similar, un 20%. Un 20% menos de jóvenes y un 20% más de seniors.
Y si la población envejece, nuestra población activa también lo hace. Pero aún lo hace en mayor proporción. En estos últimos diez años la población senior ha crecido casi un 50%. Hoy hay más seniors y además, quieren seguir trabajando en mayor proporción.
Además, y como curiosidad, las mujeres seniors que quieren seguir trabajando, han crecido ni más ni menos que un 81%. Esto es consecuencia de tres factores. Hay más mujeres, además están llegando justo las mujeres que hicieron el cambio social de incorporarse al mercado de trabajo y, también se da la circunstancias que quieren, o “tienen” que seguir trabajando.
Sin embargo, las empresas en nuestro país siguen ancladas en la lógica de expulsar a los mayores del mercado de trabajo de manera anticipada, unos diez años antes que las edades legales de acceso a la jubilación. La tasa de empleo empieza a reducirse a partir de los 50 años y a los 55 años se reduce a la mitad. Los mayores de 60 son ya muy escasos como ocupados. La estrategia sigue siendo sacar a profesionales mayores, caros, cansados, obsoletos, amortizados por profesionales jóvenes, baratos, motivados, bien formados y con toda una carrera profesional por delante.
Pero ¿qué está pasando? Lo primero es que no hay tantos jóvenes. Lo segundo que no siempre tienen los conocimientos y competencias que necesitamos. Y lo tercero es que cuando sacamos a un profesional mayor de 55 años del mercado, la probabilidad de encontrar un trabajo por cuenta ajena es tendente a cero. Esto está generando un nuevo segmento: los trabajadores mayores de 55 años parados que en los últimos 10 años han crecido un 125% y que ya estamos hablando de medio millón de personas.
La sociedad tendrá que trabajar para que esto no suceda y las empresas tendrían que buscar fórmulas para seguir contando con ellos de manera productiva y eficiente. A ello tendremos que dedicar nuestros esfuerzos como sociedad.