Han pasado doce años desde que Sir Ken Robinson, experto en innovación educativa, en una memorable charla TED, nos alertaba del peligro de cómo las escuelas, desde la primaria hasta la universidad, están matando a la creatividad. Según Robinson, la estandarización y la rigidez de los modelos formativos de la mayoría de los países occidentales, concebidos en la época de la primera industrialización, no favorecen la natural propensión de los niños al aprendizaje, constriñen su curiosidad, su imaginación y, por lo tanto, su creatividad.
Y justo la creatividad, que es el proceso de generar ideas originales y ponerlas en práctica, es lo que no se debe perder en esa etapa formativa ni en otro momento de la vida, porque como nos explica en su texto Creative Schools (Penguin Random House), es una capacidad innata en el ser humano que todos tenemos y que debemos cultivar.
Hay que deshacerse del mito de que solo pocos tienen o dominan la creatividad y ser conscientes de que hoy es, sin duda, un valor en alza: ya lo destacaba el World Economic Forum en su reporte anual sobre el futuro del trabajo (The Future of Jobs), donde desde 2015 la creatividad ha ido escalando puestos en el su ranking como una de las competencias más demandadas en muchos ámbitos profesionales, entre ellos el management. Esta, junto al dominio del pensamiento analítico y crítico, la capacidad de resolver problemas complejos y la inteligencia emocional, entre otras, son habilidades difíciles de automatizar. Tal vez nos sorprenda que se trata, en la mayoría de los casos, de competencias que pertenecen al territorio humanístico – artístico.
Retomando el texto de Robinson, es justo a través de las artes que experimentamos el mundo, dando forma a nuestros sentimientos y a nuestras sensaciones, así como a través de la cultura entendemos su complejidad, su diversidad y desarrollamos nuestro propio sentido crítico hacia lo que nos rodea.
Michael Eisner, gurú mundial del entertainment y CEO de Disney durante más de veinte años, y formado en humanidades, declaraba al respecto que “la literatura es increíblemente útil, da igual en qué negocio estés metido, porque trata de relaciones interpersonales”: saber trabajar bien en equipo y ser decididos en la resolución de problemas, ser capaces de comunicarse verbalmente con gente dentro y fuera de la empresa, saber organizarse o priorizar el trabajo, son competencias muy útiles para el management.
Estas son competencias que Eisner demostró tener a lo largo de su exitosa carrera como directivo, al igual que otros ejecutivos de éxito de compañías como Starbucks, Avon, HBO, Hewlett-Packard, YouTube, todo ellos formados en carreras ligadas más a las disciplinas creativas que a las técnicas o de dirección de empresas, tal cual indicaba Jack Linshi en este artículo del TIME
En ese artículo, los testimonios de cada uno de los CEO hacen entender como su experiencia formativa en “liberal arts” siempre ha revertido de forma directa en el éxito profesional y de las empresas en la que trabaron.
Sin duda la formación en diseño se incluye en esa categoría de las artes liberales ya que la profesión del diseñador incorpora muchas de las habilidades que mencionábamos como claves para para dar respuestas a los futuros desafíos de la cuarta revolución industrial. Son los diseñadores quienes tienen los atributos que ahora precisa la sociedad: su percepción social centrada en las personas, su capacidad analítica y su forma de pensar creativa les permite resolver problemas, desafiar el status quo y facilitar la vida de las personas.
Escuelas de diseño, como el IED Madrid, contribuyen en la preparación de los líderes del futuro. La creatividad es en ellas sinónimo de fresh thinking, es decir, mirar la realidad con frescura y desparpajo pero también con método y rigor para conseguir ideas y proyectos que puedan transformar y mejorar la realidad que nos rodea.
Es necesario, por tanto, inculcar la creatividad en nuestros jóvenes, fomentarla y educarla para poder responder a todos los desafíos del mundo actual y del que está por venir.