Rodrigo Villamizar

Rodrigo Villamizar Alvargonzález

Ex Ministro de Energía de Colombia y Embajador

La industria petrolera sigue en estado de “negación.” Se cierra a reconocer la realidad de su precaria situación y entra en situación contradictoria al querer mostrar que es solidaria con el medio ambiente pero no a costa de sacrificar sus intereses. Pero productores grandes y pequeños, estatales y privados, han encontrado una tabla de salvación: forzar una situación de “Ricitos de Oro” (Goldilocks) para los precios del crudo, jugar a Doctor Jekyll y Mister Hyde, y deuda + bonos. Los ejemplos de Arabia Saudí, BP y Pemex son ilustrativos.   

La crisis existencial del sector petrolero no tiene sus causas en el covid-19, aunque sus efectos la agraven. Por ello cuesta entender que acciones y actitudes cortoplacistas sean la solución. Las recientes medidas tomadas so son solo superfluas sino que llegan un día tarde y un dólar cortas. 

El recorte de producción de un millón de barriles por día, anunciado unilateralmente por Arabia Saudí, da nuevos bríos a los precios pero es efímero. En nada afecta a la caída de la demanda. En efecto, la presión global por detener el Cambio Climático y temores renovados de nuevas pandemias han acelerado tal caída. Son claros los nuevos desarrollos para la electrificación del transporte que representa cerca de 40 por ciento de la demanda total y de procesos industriales, hoy abastecidos por carbón y petróleo. En un reciente libro** se demuestra que la oferta de crudo ya ha iniciado su inexorable e irreversible descenso de más del 30 por ciento acumulado para 2050. 

El nuevo repunte de precios del petróleo, oscilando entre $45 y $55 por barril, no responde a fundamentales sino a un capricho del príncipe Mohamed Bin Salman, o MBS, el manda-más de facto de Arabia Saudí. Muestra ello que el Cartel (OPEP) continúa más relevante de lo previsto con el objetivo de apaciguar a los productores de petróleo y shale de EEUU y las expectativas sociales de un cambio que se promete pero que no se cristaliza. La política de precios “Ricitos de Oro” (ni muy caliente, ni muy fría), como la sopa de la niña del cuento de los tres osos, es como el paracetamol para el infectado por covid-19. El reino Saudí recorta mientras sus aliados, más Rusia y Kazajistán, anuncian incrementos de producción.  

Compañías petroleras internacionales, desde ExxonMobil hasta BP, han visto cómo sus acciones subieron un 7 por ciento después del anuncio. Pero su efecto se ve amenazado por la todavía imparable trayectoria del virus, las presiones a las petroleras de parte de los medio-ambientalistas y la reacción de los consumidores hacia los combustibles fósiles. Ante ello, han decidido encender cirios a dios y al demonio.  

Ninguna compañía siente tal contradicción como la petrolera británica BP. La empresa se comprometió a reducir la producción de petróleo y a aumentar las actividades de energías limpias (recordar que ahora ‘BP’ significa Beyond Petroleum). Sin embargo, BP es dueño de casi el 20 por ciento de Rosneft, la petrolera Rusa, la cual ha anunciado acelerar su ambicioso y vasto proyecto en el Ártico. BP, formalmente comprometida con “cero-neto” de carbono para 2050 asegura que, por ahora, Rosneft es socio pero está al margen de control. 

Una gran incógnita para la industria es si la nueva banda de precios detendrá los ya preocupantes incumplimientos financieros de los productores de petróleo y gas. Los “defaults” relacionados con energía superarán hoy día a todos los demás sectores según la agencia calificadora Fitch. Según su informe, la energía representará cerca de 18.000 millones de dólares de impagos en 2021, superando en más del doble a la industria de la salud. Si bien la tasa de incumplimiento promedio de EE. UU. ha sido de 4 por ciento anual, se calcula que para 2021 suba a 8 por ciento. Desde fines de noviembre, 43 productores petroleros y 54 empresas proveedoras de servicios se han declarado en insolvencia. 

La pregunta siguiente es qué pasará con los productores latinoamericanos. El caso mexicano es un buen termómetro para países como Brasil, Colombia, Argentina, Perú y Ecuador. En México, Pemex, con su montaña de deuda de $ 110.300 millones, se ha quedado sin opciones de cubrir su deuda y atender gastos operativos más pasivo de pensiones (estimado en $ 84 mil millones). Pemex ha pasado de financiar una cuarta parte de las arcas del gobierno a solo 11 por ciento. La antigua lucrativa Pemex ahora enfrenta un dilema existencial: no tienen recursos para impulsar la producción y cumplir con las obligaciones más futuras inversiones de capital. 

Seguramente, como Pemex, los países de la región emitirán nuevos bonos gubernamentales con la esperanza de comprar futuro a un alto coste y riesgo. Pemex, Ecopetrol e YPF dependerán también de ellos y de postergar sus obligaciones con los gobiernos centrales. Tal como anotado en mi último libro, en petróleo el tiempo pasa y la supervivencia huye… inexorablemente.  
 

(*): El autor fue ministro de Energía de Colombia, Embajador en Japón y otros países del Sudeste Asiático y catedrático de la Universidad de San Diego (California, EE.UU.) e IEB (Madrid, España). Es director de Estrategia de Kaiserwetter de Hamburgo y Chairman del Centro de Investigación Borametz de Madrid, España. 

(**): “FUTUROS DE ENERGÍA Y PODER: En los tiempos de COVID-19… y más allá”. [Una visión integral de dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos]. Autores: Rodrigo Villamizar – Randy Willoughby – Vicente López-Ibor. Ed Global Square y Univ. de Durham. Julio de 2020.