Para garantizar la sostenibilidad de la deuda pública, el próximo gobierno de Italia tendrá que generar crecimiento, algo en lo que quizás tengan más peso las habilidades administrativas que la ideología.
Uno de los aspectos más curiosos de la política italiana es que los comentaristas extranjeros tienen a preocuparse por cosas extrañas en momentos extraños. En nuestra opinión, lo más probable es que, el domingo, gane las elecciones el partido de extrema derecha Fratelli d’Italia (FdI), muy por delante del partido de centroizquierda Partito Democratico (PD).[1] Parece que la victoria del FdI compensará con creces la previsible pérdida de apoyos del partido de Silvio Berlusconi, Forza Italia (FI), y la Lega de Matteo Salvini, lo que probablemente se traducirá en una cómoda mayoría en ambas cámaras para FdI y sus aliados de la derecha.
Es posible que este éxito electoral lleve a algunos a comparar la situación actual con el ascenso al poder de Benito Mussolini, hace casi un siglo[2], pero un análisis de este tipo resulta vago y prematuro. En las últimas tres décadas, la sociedad italiana, abierta y vibrante, y sus instituciones democráticas han demostrado una resiliencia notable, crisis tras crisis.[3] Es cierto que tanto la política italiana como las leyes electorales del país han vivido cambios constantes desde los noventa, lo que, como ya hemos comentado en ocasiones anteriores, dificulta el análisis estadístico.[4] Y, aunque creemos que Italia cuenta con muy buenas empresas demoscópicas, la calidad de las encuestas varía, lo que también complica el cálculo de las medias ajustadas. En cualquier caso, en Italia está prohibido publicar encuestas electorales en las dos semanas previas a los comicios. En las últimas citas electorales, muchos votantes cambiaron de opinión en el último momento, por lo que las encuestas no acertaron. Pero, además, el sistema electoral genera incertidumbres adicionales.[5]
No obstante, el auge de FdI bajo el liderazgo de Giorgia Meloni sigue el mismo patrón que ya llevó al poder a otros partidos antisistema, como la Lega y el Movimento 5 Stelle (cuya influencia política se ha reducido notablemente). Es probable que Meloni se erija primera ministra del país transalpino. Teniendo en cuenta que está en juego la financiación de los fondos Next Generation de la Unión Europea (UE), el nuevo gobierno tendrá importantes incentivos para adoptar una postura constructiva en sus negociaciones con el resto de los socios europeos, lo que podría resultar muy beneficioso para las perspectivas de crecimiento a medio plazo.[6] Como ya hemos señalado, la clave para la sostenibilidad de la deuda de Italia es que el crecimiento nominal del PIB supere el pago de los intereses nominales sobre la deuda gubernamental.[7] Algunos periodos de crisis anteriores (por ejemplo, entre 2010 y 2012) se caracterizaron por un escaso crecimiento nominal y un aumento de los tipos de interés, como ilustra nuestro Gráfico de la Semana.
Creemos que la clave puede estar en si el nuevo gobierno contará con las habilidades administrativas para implementar rápidamente las reformas necesarias que le permitan garantizar la financiación de la UE. Por otra parte, no nos sorprendería que el nuevo gobierno ponga en práctica de forma inmediata algunos de los planes del gobierno saliente y se atribuya el mérito de cualquier avance logrado.[8]
Para evitar otra crisis, Italia necesita que el crecimiento nominal del PIB le siga el ritmo a los tipos de interés
Fuentes: Bloomberg Finance L.P., DWS Investment GmbH as of 16/9/2022.