La bestia se volvió bella
4 de diciembre de 2018
Por el camino del Duero, desde Castronuño, siguiendo el discurrir de sus aguas, llegamos a Villafranca y entramos en Toro. Aquí no hace mucho tiempo que la bestia se convirtió en bella y su Tinta en el Dorado.
Hoy, la calidad media de sus vinos es de las más altas de España y algunos de los vinos mejor valorados del mundo, tanto por la crítica como por su precio, son de Toro. Un reconocimiento definitivo que grita una excelencia internacional recobrada por las bodegas de Toro.
El Duero, junto a unos pocos riachuelos (Hornija, Guareña, Reguera y Talanda) y a una veintena de humildes aldeas en torno a la ciudad histórica de Toro, caracteriza y modela una denominación zamorana y vallisoletana donde las cepas y el vino son los verdaderos protagonistas. Atrás queda la vecina Rueda, al Norte los Valles de Benavente y la Tierra de León, y en el Sur y aguas abajo espera la Tierra del Vino de Zamora. Toro, en un ámbito menor, pero atesorando una enorme calidad, nos da ahora la bienvenida.
Dos quilates rey tiene Toro: un terroir extremo y su excepcional Tinta. El clon diferenciado y certificado de la Tempranillo, resultado de su adaptación histórica al entorno y al clima soleado, aunque duro, de Toro, proporciona unas uvas negras con más antocianos y taninos que su pariente de la Ribera del Duero y da unos vinos de aromas profundos con más color y grado. Y, si a esto le sumamos la abundancia de cepas viejas en pie franco de rendimientos muy limitados sobre unos suelos pobres, profundos y bien drenados, muy arenosos pero con elementos finos en profundidad, grava en superficie y ph casi neutros; la Tinta de Toro, capaz de soportar 40 ºC en verano y –13 ºC en invierno y oscilaciones térmicas diarias de hasta 20 ºC, producirá vinos de una extraordinaria concentración, complejidad y energía.
Un patrimonio vitícola que merecía mayor atención, inversión e innovación para recobrar el equilibrio y la elegancia en el vino. Un camino más difícil, pero también más inteligente, que en poco más de tres décadas, ha permitido pasar de un generalizado y vergonzante comercio al exterior de unos excelentes graneles, a la venta, a veces incluso en premier, de las más distinguidas etiquetas locales.
El faro en la década de los ochenta lo ponía Manuel Fariña –bodeguero y primer presidente de la denominación– para que en los noventa, y sobretodo al albor del siglo xxi, llegaran las inversiones y con ellas, la gran transformación. Algunos enólogos locales y muchos referentes de otras denominaciones españolas y francesas oían la llamada y acudían al nuevo Dorado. De España, desde Ribera del Duero, Rueda o Rioja. De Francia, de Burdeos, Champagne o del Languedoc-Roussillon.
Juan Antonio Fernández fundaba Liberalia,Vega Sicilia Pintia, los Eguren Numanthia Thermes y Teso de la Monja más tarde, Victoria Benavides y Victoria Pariente Elías Mora, Jacques y François Lurton El Albar, Antony Terryn Dominio del Bendito, Bernard Magrez Domaine Magrez Espagne, Grant Stein Estancia Piedra, Pablo Eguzquiza y Telmo Rodríguez Gago Viticultores de Toro y hasta Louis Vuitton- Moët Hennessy compraba Numanthia Thermes. Estos y otros brillantes proyectos se sumaban a la aventura y revalorizaban el terroir toresano.
La elegante opulencia de sus vinos, muy pronto se haría acreedora de las máximas puntuaciones internacionales. De los tradicionales vinos de Toro, potentes y enérgicos como pocos, pero alcohólicos en exceso y algo desequilibrados, se había pasado a una exhuberancia llena de complejidad y refinamiento. El cultivo en ecológico, a veces en biodinámico, junto a las últimas técnicas y tecnologías en campo y bodega, pero sobretodo, la abundancia de viñedos viejos en pie franco como el mejor instrumento había obrado el milagro.
Educar a la bestia que llevamos dentro determina nuestro destino. Si ignoramos el pasado, degradamos nuestro presente, pero sin la esperanza de un futuro mejor, podemos convertirnos de nuevo en bestias. Apenas superada la treintena de vendimias desde la fundación de la denominación, quince municipios, 1.350 viticultores y 60 bodegas presumen de la belleza de sus majuelos y vinos de Toro. Mientras, las aguas del Duero avanzan plácidas, la oscuridad se apodera poco a poco del valle y la fresca noche vence al caluroso día. Bajo las estrellas, los aromas se fijan en las uvas y alimentan las esperanzas de los enólogos quienes, como cada año, buscan su Dorado.
D.O. TORO
Desde 1987
Sede: Isaías Carrasco, 4. 49800 Toro (Zamora). España.
Ámbito: 734 Km2 en tres municipios de la provincia de Valladolid
(Pedrosa del Rey –Pagos de Villaester de Arriba y de
Abajo–, San Román de Hornija y Villafranca de Duero)
y doce municipios de la provincia de Zamora (Argujillo,
Bóveda de Toro, El Pego, El Piñero, Morales de Toro, Peleagonzalo,
San Miguel de la Ribera, Sanzoles, Toro, Valdefinjas,
Venialbo y Villabuena del Puente).
Variedades:
✓✓ Tintas: Tinta de Toro (Tempranillo) y Garnacha.
✓✓ Blanca: Verdejo y Malvasía.
Web: www.dotoro.com