En el panorama económico actual, el poder adquisitivo de los ciudadanos y su evolución se han convertido en una preocupación fundamental. Pero, ¿cuál es el poder adquisitivo de los españoles y cómo nos encontramos dentro del promedio europeo?
Para analizarlo, me voy a centrar en el Producto Interno Bruto (PIB), dado que la renta de un país, lo que ganan sus habitantes, está íntimamente relacionado con lo que estos mismos habitantes producen. Una parte de esa producción va al bolsillo de los empleados (salarios) y de sus propietarios (beneficios), mientras que otra va a financiar los servicios que recibimos del estado, y con ello el salario neto (después de impuestos) de los funcionarios públicos.
En definitiva, el PIB, y más concretamente el PIB per cápita, refleja lo que cada uno de nosotros gana, aunque, al tratarse de una media, tiene en cuenta el nivel generado de renta, pero no cómo se distribuye esta renta entre la población.
Teniendo en cuenta esta salvedad, que tiene suficiente importancia como para dedicarle espacio propio, vemos que el PIB per cápita de la Unión Europea (UE) se sitúa en los 35.445 euros con una gran disparidad entre países, ya que va desde los 12.400 euros de Bulgaria hasta los 118.320 euros por persona y año de Luxemburgo.
En España nos quedamos con 28.160 euros, bastante por debajo de la media europea, aunque justo en la mediana, pues de los 27 estados miembros, 13 tienen mayor PIB per cápita que España y 13 menor. Y como consuelo adicional, vemos cómo últimamente estamos teniendo mejores datos de crecimiento del PIB que países como Alemania, que están más afectados por las turbulencias internacionales, especialmente las que vienen desde Asia. Así que, parecería que no vamos mal.
Lo que ocurre es que mirar solo al PIB nos deja una foto parcial de la situación. Cualquier padre de familia sabe que su poder adquisitivo está condicionado no solo por lo que gana, sino también por lo que gasta y por las deudas que tiene. Deudas a las que tendrá que hacer frente tarde o temprano.
En ese sentido, España es el cuarto país de la UE con mayor deuda en relación con el PIB, tan solo por detrás de Grecia, Italia y Portugal. Parece que no hemos aprendido mucho y seguimos siendo los famosos PIGS (Portugal, Italy, Greece and Spain) que tantos sobresaltos dieron durante la crisis de la deuda de hace unos diez años.
En definitiva, que seríamos como esa familia de clase media baja que tiene una hipoteca enorme, que gasta bastante más de lo que gana (quinto país con mayor déficit con respecto al PIB), cuyos ingresos se están moderando (a tenor de los datos del PIB del segundo trimestre de 2023 cuyo crecimiento se está ralentizando) y a la que encima le han subido los tipos de interés (cosa que afecta tanto a la refinanciación de la deuda ya existente como a la financiación de los nuevos déficits).
Pues saquen ustedes sus propias conclusiones, pero blanco y en botella.
¿Y qué pasará a partir de ahora?
Lo cierto es que, de acuerdo con el keynesianismo, de confirmarse la moderación en el crecimiento del PIB, no sería el momento de limitar el déficit público, sino de ampliarlo para estimular la economía. Aunque lo ideal hubiera sido que antes de llegar a esta situación, hubiéramos hecho los deberes y tuviéramos un nivel de endeudamiento mucho menor del que tenemos. Eso nos dejaría un margen mucho mayor para actuar, impulsar la economía y conseguir que la evolución del poder adquisitivo fuera una preocupación no tan fundamental.