Alexandre Tazzavi

Director de la Oficina de Investigación Macroeconómica en Pictet WM

Se necesitan habilidades dignas de un relojero suizo ara comprender completamente todas las partes móviles involucradas en la transición energética energías limpias. Su seguimiento, por las implicaciones económicas que tiene, es quizás uno de los retos más importantes a los que se enfrentan los inversores para los próximos cinco a diez años y más allá. Hay que tener en cuenta que la Agencia Internacional de la Energía observa que la demanda de electricidad, especialmente en EE. UU. y Europa, vuelve a aumentar tras haber permanecido estancada durante 25 años.

La previsión es que el ritmo de crecimiento del consumo de energía se cuadruplique en los próximos años, desde 0,5 % a 2 %, equivalente a 1,4 veces la demanda de electricidad de Suiza. Los impulsores incluyen los centros de datos y el desarrollo de la inteligencia artificial, que deben recibir energía permanente y asequible, idealmente limpia; la electrificación de la economía y el resurgir de la fabricación relacionada con la deslocalización y relocalización de las cadenas de suministros frente al riesgo geopolítico. Además, asistimos a aumento significativo de la demanda de electricidad con el rápido desarrollo económico de los países emergen- tes y el crecimiento de la población mundial.

A ello se añaden las preocupaciones sobre el cambio climático, por lo que la demanda de electricidad debe satisfacerse con fuentes de energía renovables, como la solar y la eólica, posiblemente también con energía nuclear, no con combustibles fósiles. En este sentido, la generación de energía, utilizada inicialmente para satélites en la década de 1950, es a gran escala la opción de generación de electricidad menos costosa en muchos países, sin subsidios. Según la AIE, la energía solar va camino de ser la fuente dominante de generación mundial de electricidad, 13 % del suministro para 2028. Aunque EE. UU. quiera reducir la velocidad de esta transición, no cambia la dirección del viaje.

Sin embargo, reducir el uso de combustibles fósiles lo suficiente para cumplir con los compromisos de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero para 2050 es un desafío, dado que el consumo de energía está dominado por la industria (38 %), los edificios (alrededor de 30 %) y el transporte (26 %). Además, muchas aplicaciones industriales, especialmente las de producción de hierro y acero, productos químicos, vidrio y papel, todavía dependen de los combustibles fósiles para alcanzar las muy altas temperaturas que necesitan para operar. Es un importante problema en economías emergentes, que a medida que se desarrollan requieren industrias pesadas, precisamente los mayores consumidores de combustibles fósiles. De hecho, el carbón sigue siendo un combustible importante en sus aplicaciones industriales y centrales eléctricas y se espera que siga siéndolo las próximas décadas.

De todas formas, es una buena señal que el carbón esté siendo relegado a respaldo en los picos en la demanda de electricidad o cuando disminuye la producción de energía solar y eólica. De hecho, la Agencia Internacional de la Energía espera que la producción de combustibles fósiles alcance su máximo para 2030. Actualmente el transporte representa 45 % de la demanda mundial del petróleo, en gran parte atribuible a los automóviles. Pero las ventas de automóviles de gasolina y diésel ya alcanzaron el máximo en 2017, mientras que las de vehículos eléctricos aumentaron de tres millones en 2020 a 20 millones en 2023. Se espera que esta tendencia continúe. Además la mitad del ferrocarril mundial ya está electrificado y se espera que el transporte pesado por carretera siga electrificándose. Incluso las calderas de gas están siendo reemplazadas por bombas de calor.

Con todo, el cambio hacia la electrificación de la economía es imparable. Se estima que solo en 2023 se añadieron más de 500 gigavatios (GW) a la generación mundial de electricidad renovable –un gigavatio es suficiente para proporcionar electricidad a 700.000 hogares o cien millones de bombillas LED–. De hecho, las energías renovables ya representan ahora alrededor del 40 % de la generación total de electricidad mundial.

Además, viene acompañado de una gran expansión de los sistemas de almacenamiento de energía, que está impulsando la demanda de materias primas básicos clave para generadores, motores, y baterías, lo que requiere de un gran aumento de la extracción de metales y minerales. Así, el mercado de minerales críticos en el sector energético ya se duplicó en los cinco años hasta 2022, cuando alcanzó un valor de 320.000 millones de dólares. Durante ese tiempo, la demanda de litio se triplicó y la de cobalto y níquel aumentó 70 % y 40 %, respectivamente. Pero actualmente los tres principales países productores representan alrededor de 90 % de la extracción de tierras raras, de litio y platino, 80 % del cobalto y 60 % del níquel, una concentración geográfica en el mundo en desarrollo que supone una preocupación. 70 % del platino proviene de Sudáfrica, 70 % del cobalto de la República Democrática del Congo y 60 % del grafito natural de China. Teniendo en cuenta que la oferta de estos minerales es inelástica es posible una volatilidad significativa en sus precios, incluso solo con oscilaciones relativamente menores de la demanda.

En todo caso, para cumplir los objetivos de cambio climático la capacidad instalada debe triplicarse para 2030 según la Agencia Internacional de la Energía. Solo la industria energética muestra un déficit de financiación anual de 2,5 billones de dólares. Además, las actividades de más de la mitad de las empresas que cotizan todavía supera el objetivo de un aumento máximo de 2 °C de la temperatura global, sobre todo en países de empresas intensivas en carbono, como Sudáfrica, India y Brasil. La India tendrá que invertir hasta diez veces más en energías limpias que combustibles fósiles y China y Brasil siete y cinco más.

Pero el cambio hacia las energías renovables puede acelerar el desarrollo de las economías emergentes. Estos países tienden a contar con abundante luz solar y pueden reducir su dependencia del petróleo importado. Además, la alta demanda de materias primas que implica puede ayudar a aumentar los ingresos en estos países, como sucedió en Perú y Chile, que estimuló el crecimiento del empleo y que los salarios reales crecieran entre 30 % y 45 %, respectivamente entre 2003 y 2008.

Así que el impulso hacia las energías renovables y la electrificación representa un importante conjunto de oportunidades, aunque también de riesgos para los inversores. El camino hacia las energías renovables puede ser accidentado y hay un riesgo significativo de que se incumplan los objetivos de cambio climático. Pero este progreso puede acelerarse con la innovación. Lo importante son los cambios incrementales, que pue- den llegar a ser enormes a medida que se acumulan.