Ulysses Grundey1

Ulysses Grundey

Director D&O y Riesgos reputacionales en WTW España

En un mundo empresarial donde la velocidad de las transacciones y la complejidad de las operaciones están en constante aumento, el fraude y los delitos financieros representan una amenaza crítica para las organizaciones. Los consejos de administración, como guardianes de la integridad corporativa y últimos responsables de la sostenibilidad de las empresas, deben asumir un rol activo y estratégico en la gestión de estos riesgos.

Una amenaza global con impacto local

El fraude y los delitos financieros no son conceptos abstractos; se manifiestan de maneras concretas y devastadoras: desde esquemas de lavado de dinero y corrupción, hasta malversación de fondos y fraude cibernético. Un solo incidente puede tener repercusiones profundas como el daño reputacional, la pérdida de confianza de los accionistas, sanciones regulatorias y, en casos extremos, la quiebra.

Los datos respaldan la gravedad del problema. Según un informe de la “Association of Certified Fraud Examiners” (ACFE) de EE. UU., el fraude corporativo genera pérdidas anuales equivalentes al 5% de los ingresos globales. Además, con el aumento de las tecnologías digitales y las cadenas de suministro globalizadas, los esquemas delictivos son cada vez más sofisticados y difíciles de detectar.

El rol del consejo: de observador a estratega

La función del consejo de administración debe trascender la supervisión pasiva y convertirse en un pilar activo de la estrategia antifraude, no limitarse a recibir informes de los equipos operativos o auditorías periódicas. Para ello, existen áreas claves en las que el consejo debe enfocarse.

Como, por ejemplo, apostar por una cultura corporativa sólida, ya que un entorno corporativo en el que los valores éticos y la transparencia sean prioritarios es la primera línea de defensa contra el fraude. Los consejeros tienen la responsabilidad de fomentar una cultura que desaliente comportamientos indebidos, respaldando políticas claras y consecuencias tangibles para quienes violen las normas internas.

Además, es fundamental recordar que los controles internos son esenciales, pero solo serán efectivos si cuentan con el respaldo del consejo, exigiendo revisiones periódicas y evaluando su robustez, especialmente en áreas de alto riesgo como compras, tesorería y relaciones con terceros. Además, la independencia y calidad de las auditorías, tanto internas como externas, son elementos críticos que requieren atención directa del consejo.

Las herramientas digitales avanzadas, como el análisis predictivo y los sistemas de monitoreo en tiempo real, han transformado la forma de detectar irregularidades. Sin embargo, estas tecnologías solo funcionan si van acompañadas de un equipo capacitado para interpretarlas y actuar de manera efectiva. El consejo debe garantizar que la empresa invierta tanto en infraestructura tecnológica como en la formación de su personal.

Por otro lado, el fraude cibernético es una de las mayores amenazas de la actualidad. Por ello, los consejos deben tratar la ciberseguridad como un tema prioritario, asegurando que existan protocolos robustos de prevención y planes de respuesta ante incidentes que incluyan desde simulacros hasta evaluaciones regulares de vulnerabilidades.

Otra área clave que los consejos no deben ver como obligaciones burocráticas es las regulaciones internacionales y locales relacionadas con fraude financiero y anticorrupción, como el Reglamento de la Unión Europea de Prevención de Blanqueo de Capitales y Financiación del Terrorismo, la Directiva de interconexión de la UE o el reglamento AMLA. Cumplir con ellas no solo protege a la empresa de sanciones, sino que también refuerza su reputación ante inversores y socios.

En este aspecto, también es muy relevante valorar la normativa europea sobre Inteligencia artificial. La Inteligencia Artificial es una herramienta potente a nivel de prevención, ya que los fraudes son cada vez más sofisticados. Sin embargo, es una herramienta potente a nivel de prevención que ayuda a fortalecer los controles internos. La IA permite analizar grandes volúmenes de datos en tiempo real, identificando patrones y comportamientos anómalos. La implementación de herramientas de Machine Learning, que pueden monitorear transacciones y detectar desviaciones respecto al comportamiento habitual de un cliente dado, haría saltar alertas de intención sobre posibles fraudes de manera más eficiente y rápida.

De la gestión de crisis a la prevención

Históricamente, muchas empresas han reaccionado al fraude de manera reactiva, enfrentando las consecuencias después de que los problemas ya se han manifestado. Sin embargo, los consejos de administración tienen el poder de cambiar esta narrativa. Adoptar un enfoque preventivo, apoyado en la tecnología y en una gobernanza sólida, no solo mitiga los riesgos, sino que también crea una ventaja competitiva.

Una llamada a la acción

La gestión del fraude y los delitos financieros no es responsabilidad exclusiva de un departamento o un auditor externo; es una tarea que debe estar en el centro de la agenda del consejo de administración. Al asumir un papel activo y estratégico, los consejeros no solo cumplen con sus obligaciones, sino que también protegen el futuro de la organización, salvaguardando su reputación y asegurando su sostenibilidad en un entorno cada vez más complejo y exigente.

En última instancia, la prevención del fraude no es solo una cuestión de proteger los activos financieros, sino de preservar la confianza que los empleados, clientes y accionistas depositan en la organización. Los consejos de administración tienen en sus manos la oportunidad —y la responsabilidad— de liderar este esfuerzo crucial.