La Confederación de Organizaciones Empresariales (CEOE) es una entidad privada sin ánimo de lucro, cuyo fin primordial es la defensa y representación de los intereses empresariales ante los poderes públicos y la sociedad en general. Fundada en 1977, integra con carácter voluntario a dos millones de empresas y autónomos de todos los sectores de actividad, que se vinculan a CEOE a través de más de 4.000 asociaciones de base. Antonio Garamendi preside la organización desde 2018. El empresario español nos cuenta sus impresiones sobre la situación actual del tejido empresarial en España.
¿Cómo está siendo la adaptación de la empresa española a un mundo cada vez más global y más volátil, con la crisis de suministros y la inflación como telón de fondo?
Estamos en una situación, vamos a decirlo, complicada. Yo creo que el mundo de la empresa siempre ha de ver las cosas en positivo. Haciendo un paralelismo con la navegación, da igual que tengas el viento de popa o el viento de proa: sabes que hay que ceñir, pero sabes cuál es la meta.
Es cierto que vivimos momentos muy cambiantes. Todo lo que es el efecto de la inflación altera las perspectivas con respecto a los últimos años. Llevábamos años y años sin conocer la palabra inflación, gestionando muchos temas, incluso con inflaciones negativas, y es algo que supone una novedad.
Y, a la vez, todo esto trae y conlleva no sólo una crisis de suministros, sino un enfrentamiento que toma forma geopolítica que plantea la pregunta de qué bloques son los que van a tener la hegemonía en un breve plazo de tiempo. Y es ahí donde nos encontramos una Europa actualmente debilitada. Yo soy vicepresidente de los empresarios europeos, de ahí que siempre demandemos una Europa más fuerte cuando se habla de la unidad europea, cuando se habla de una Unión Europea. Es una reacción lógica de aquellos que formamos parte de la economía real y que queremos reivindicar nuestro espacio dentro de esos bloques.
Estamos en un momento de inflexión importante entre los dos bloques que luchan por dominar la situación, y en el que una Europa que la dominaba tiene que saber cómo se posiciona actualmente.
“Llevábamos años y años sin conocer la palabra inflación, gestionando muchos temas, incluso con inflaciones negativas, y es algo que supone una novedad”
¿Cuál es la percepción de la empresa española en el resto de mercados internacionales? ¿Somos un actor principal o secundario en ese tablero de juego? ¿Qué podemos hacer para mejorar en ese aspecto?
En su momento fuimos un actor principal y estamos pasando a ser un actor secundario. Nos guste o no, tenemos toda la hegemonía China de Oriente y la hegemonía occidental de Estados Unidos. Hasta ahora en los mapamundis veíamos a una Europa en el centro, pero actualmente estaríamos en una esquina de Asia, que pasaría a ser ese nuevo centro planetario. Y tenemos que ser conscientes de eso y asumirlo.
Cuando hablamos de España, por ejemplo, en el informe DESI, que trata acerca de la digitalización de los países europeos, estamos en el número dieciséis. Pero es que, si nos comparamos no solo con Europa, sino respecto al mundo, observamos que tenemos un problema grave: no tenemos materiales clave para cualquier actividad industrial de peso desde el punto de vista de digitalización. De base, somos dependientes de un montón de planteamientos logísticos que tienen que venir de fuera. Y no solo hablo de España, sino de Europa en general. Tenemos que saber dónde vamos a tener que jugar este partido en el siglo XXI, y para eso es clave que apartemos los nacionalismos y los localismos y trabajemos más unidos.
En España estamos cayendo demasiado en el factor localista, y tenemos que ser conscientes de que Europa realmente es pequeña, saber cuáles son nuestros socios estratégicos y como trabajar con todo este tablero, porque ese futuro, que condicionará los próximos 15 o 20 años, no es algo que nos vamos a jugar mañana: nos lo estamos jugando ahora mismo.
Hablábamos anteriormente de un mundo cada vez más global y volátil, y ello nos lleva a reflexionar sobre la adaptación de la empresa española a los nuevos tiempos. ¿En España estamos haciendo los deberes en cuanto a Transformación Digital en las empresas?
Cuando se habla de transformación digital se habla del futuro. Cuando se habla también del tema digital se habla de un sector. Pero llega un momento que ya trasciende de un sector y se vuelve transversal. Aquella empresa, aquella familia que no esté digitalizada realmente cae casi en el ostracismo. En España tenemos un trabajo hoy en la empresa importantísimo, y especialmente en las PYMES. Los fondos europeos son una oportunidad precisamente para implementar estos fines con el programa del Kit digital que alcanza casi los 4.000 millones de euros destinados solo para las PYMES y sobre el que ya estamos trabajando.
Aunque parezca sorprendente, tenemos que entender que la digitalización no es solo comprar un ordenador. Digitalización es mucho más que la parte material, es sobre todo la parte de formación. En este aspecto, en España vamos a tener que trabajar muchísimo en esa adaptación, porque especialmente en el caso de las pequeñas empresas, o están digitalizadas, o tendremos un severo problema en un país donde una enorme parte de su tejido empresarial lo constituyen las PYMES.
Es un punto clave para ese futuro que estamos hablando para la economía española. La digitalización no es el futuro, es el presente y tiene que llegar a todos de forma es transversal.
“Para nosotros el diálogo social es muy importante, el diálogo político es clave, y estamos viendo una situación que añade más incertidumbre y crispación que nunca es buena”
La pandemia fue un frenazo en seco a la actividad económica global y española. Tras los acontecimientos económicos y políticos vividos recientemente. ¿Cuándo cree que volveremos a los niveles de 2019?
Va a ser complicado, porque se dice que acaba un problema y empieza otro, pero yo diría que no acaba un problema y aparece otro al mismo tiempo. En España hemos tenido la pandemia, hemos tenido Filomena, hemos sido afectados por un volcán y ahora estamos viendo los efectos de una guerra en el continente europeo. Es una guerra que debemos condenar y en la que debemos mantener nuestro apoyo de forma firme en favor de la libertad y la democracia, por supuesto, como parte de los valores que defendemos en el mundo occidental.
Estamos en un momento complicado y tenemos que ser realistas: es la situación que tenemos y hay que trabajar en ella. Es un momento donde la sociedad española tiene que ir unida en un esfuerzo común. Por eso para nosotros el diálogo social es muy importante, el diálogo político es clave, y estamos viendo una situación que añade más incertidumbre y crispación que nunca es buena.
Nosotros defendemos que nos unen más cosas de las que no, y que incluso los acuerdos de mínimos llegan mucho más lejos que las decisiones de máximos. Y en ese aspecto España y los españoles hemos demostrado muchas veces que sabemos cómo salir adelante. No puedo dejar de confiar en mi país, y en nuestro caso sabemos que las empresas van a estar ahí, y al frente la administración, los empresarios, las empresarias, los autónomos y que todo esto se resolverá, pero no va a ser fácil.
No pensemos que esta situación se va a acabar mañana o no pensemos como se han visto guerras de este tipo en la televisión. Hoy en día la gente es consciente de que es un problema más cercano de lo que pensábamos. Nosotros desde la CEOE estamos gestionando ya la formación y la información de los más de 11.000 refugiados que han llegado a España solo hasta el mes de mayo. Y es un orgullo saber que hay más de 600 empresas ofreciéndoles empleos porque son situaciones en las que quieren estar, son conscientes de la responsabilidad que hay que tener y con el que demuestran que hay que ser también muy generosos con toda esa gente que está sufriendo en estos momentos.
La crisis energética de Europa ha puesto de manifiesto que será más difícil cumplir los plazos previstos para una Transición Energética hacia un modelo más sostenible. ¿Considera que la empresa española cumplirá con la Agenda 2030?
La agenda 2030 es un objetivo en el que todos estamos en cuanto a lo que es digitalización, sostenibilidad e igualdad, así como la inclusión social y territorial. Es algo que no es discutible hoy en día, sobre todo en España, un país que ha demostrado ampliamente estar a la vanguardia en muchos de estos aspectos.
Tecnológicamente, desde el punto de vista de las energías renovables, no solo somos los que mejor las gestionamos y Red Eléctrica es un líder mundial de lo que ha sido la gestión de la incorporación de las de las tecnologías renovables en nuestro país, sino que además se ha generado una industria puntera en lo que es la gestión, e incluso de lo que es la fabricación de tecnologías eólicas y solares. Es algo de lo cual tenemos que estar muy orgullosos, y cuando salimos fuera de España es uno de los sectores que realmente en estos momentos está internacionalizándose de una forma importantísima y reconocida en el mundo entero.
“La agenda 2030 es un objetivo en el que todos estamos en cuanto a lo que es digitalización, sostenibilidad e igualdad, así como la inclusión social y territorial”
Pero también es verdad que para llegar a ese nivel de exigencia de la agenda 2030, hay que ver cómo realizamos esa transición entre el antiguo sistema y el nuevo. Ahí es donde hay que ver y valorar también lo que significa desde el punto de vista del coste para la industria, porque ha de ser algo que para España es clave.
Cuando hablamos de la industria dentro los objetivos 2030 nos solemos olvidar de los objetivos 2020 que establecían que, para ese año, el 20 % de las fuentes de energía fueran renovables (lo cual se ha cumplido), pero también que el 20 % del PIB fuera industrial. Actualmente, sumando el sector de la energía con un 11 %, la industria representa el 15 % del PIB. A raíz de esto, hago una reflexión: en los territorios de España, donde el PIB industrial es superior al 20 %, el paro es menor al 10 % y es un empleo indefinido, estable, donde hay convenios, etc. Me refiero a Navarra con el 29 % del PIB y el paro previo al COVID con menos del 9 %. A mi tierra, el País Vasco, con el 24,5 % de PIB, y ambos con convenios posiblemente de los más altos y de los mejores que hay en España.
Creo que no se puede perder tampoco ese objetivo. Por tanto, yo creo que hay que compatibilizar lo uno y lo otro, el efecto de esa transición energética es un fenómeno imparable y deseable. Lo bueno que tiene España es que está más que preparada para esa transición y que tenemos la tecnología para hacerlo, no solo para nosotros, sino además para para venderlo al mundo.