A Guarda, capital de la langosta, Premio ejecutivos Destino gastronómico

Premios | España | Redacción | 28 de junio de 2019

qwt

A Guarda es puerto de mar, el pueblo marinero más meridional de la provincia de Pontevedra, fronterizo con Portugal y paraje natural donde desemboca el río Miño en un precioso estuario, uno de los principales humedales de España. Desde tiempos inmemoriales, A Guarda tiene como símbolo la langosta, un manjar del mar gallego que puede degustarse en sus prestigiosos restaurantes o bien en la Festa da Langosta e da Cociña Mariñeira, lugar de peregrinaje para los amantes del buen marisco. Como Capital de la Langosta, A Guarda recibe el galardón a Destino Gastronómico en la IX edición de los Premios Ejecutivos Galicia.

A Guarda es un pueblo marinero y fronterizo con Portugal, centinela de la desembocadura del río Miño, y a su vez protegido por el monte sacro Santa Tegra, de 314 metros, donde vivían los antepasados gallegos en el castro celta más emblemático y mejor conservado de toda Galicia. A Guarda se encuentra en un enclave idílico, bañado por el oceáno Atlántico y las aguas del río Miño, a escasos 30 kilómetros de Bayona, donde arribó la carabela Pinta de la expedición de Colón, y al lado de la comarca Do Rosal, reconocida por sus afamados vinos albariño. A todo ello, se suma su reconocimiento gastronómico como Capital de la Langosta, debido a que en A Guarda se pueden degustar las mejores langostas de toda Galicia, probablemente por su situación privilegiada, al encontrarse en una zona de aguas muy frías de la provincia de Pontevedra. 

Desde hace 23 años, A Guarda celebra la Festa da Langosta e da Cociña Mariñeira, una de las fiestas gastronómicas de referencia a nivel autonómico, que cuenta con la peregrinación de miles de personas que acuden al puerto de A Guarda para degustar, por supuesto, una langosta guardesa, y otros productos del mar de alta calidad. Declarada como Festa de Interese Turístico de Galicia en 2014, la celebración es un escaparate para poner en valor tanto a los restauradores del pueblo marinero como a la propia langosta, símbolo de A Guarda desde tiempos ancestrales. De hecho, los antiguos pescadores ya comerciaban con este preciado manjar del mar gallego, que llevó a A Guarda a ser reconocida como la Capital de la Langosta.
 
Cada año, a principios de agosto, tiene lugar la Fiesta de la Langosta, que se empezó a celebrar en 1991. Gracias a esta celebración, A Guarda ha podido ser más conocida como villa marinera y como lugar de peregrinaje para quien desee degustar una langosta exquisita y otros manjares del mar, como percebes, zamburiñas, mejillones y calamares, acompañados siempre de un buen caldo D.O. Rías Baixas.

En el puerto se instala una carpa de 1.000 metros cuadrados, donde los asistentes degustan cómodamente langostas y otros platos típicos de A Guarda. Cabe recordar que se trata de un pueblo marinero, y que la pesca sigue siendo su principal motor económico, junto con el turismo, debido al espectacular paisaje que rodea a la villa. 

Aparte de poder degustar una buena langosta, A Guarda permite visitar el estuario del Miño, considerado como uno de los humedales más importantes de la península ibérica. Está reconocido por los biólogos y expertos ornitólogos por la variedad y cantidad de aves que escogen el estuario para invernar. Viajar en verano hasta A Guarda también tiene como aliciente poder disfrutar de sus playas fluviales y marítimas, y permite una excursión al país vecino, con Oporto a tan solo una hora y media, o bien optar por el paraje natural y protegido de las islas Cíes, ya en la Ría de Vigo.
 
Para quienes prefieran descubrir el casco antiguo, en el Puerto se encuentra el convento de las Benedictinas, transformado a finales del siglo XX en hotel. Subiendo unas empinadas escaleras se accede a la calle Colón, antigua vía que une la zona del puerto con el casco antiguo. Se conservan tramos de la muralla medieval en la calle Muro y calle Ireira. Ya en la Praza do Reló se encuentra el edificio del Ayuntamiento (Policía Local y Oficina de Turismo) y la Torre do Reló, antigua torre de procedencia medieval. Además, se pueden observar ejemplos de casas indianas como la Casa dos Alonsos. Estas edificaciones se construyeron en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX por los emigrantes guardeses a Puerto Rico, República Dominicana y Brasil. Las viviendas indianas se caracterizan por el empleo de cantería, azulejo y forja. Son casas llamativas que adoptaron las estructuras propias del continente americano, lo que les confiere una personalidad propia.