Arantxa Lozano

Directora de Personas, Talento y Cultura Corporativa en Grupo GMP y miembro de la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos (AEDRH).

Las grandes evoluciones en las formas de trabajo han sido el resultado de fuertes revoluciones tecnológicas donde el factor humano ha quedado al servicio de la máquina. ¿Queremos que la máquina siga siendo la protagonista?

Primera y Segunda Revolución Industrial

La Revolución Industrial supuso la entrada de las máquinas como principales protagonistas en el proceso productivo incrementando de forma masiva la productividad si bien, por otro lado, deshumanizando el trabajo al considerar a las personas como extensiones de la propia máquina. 

La segunda Revolución Industrial caracterizada por la expansión de la electricidad, la invención del motor de combustión interna y el fordismo sentaron las bases de la globalización económica, pero volvieron a dejar al trabajador relegado al considerarse parte de una cadena. 

La Era Digital

La irrupción de Internet, el acceso a la información y la digitalización de procesos imprimieron un ritmo inesperado en la innovación y globalización generando grandes beneficios a nivel económico y social, pero también tuvieron su impacto negativo al generar la conocida “brecha digital” entre las diferentes generaciones y provocar miedo entre los perfiles menos “tech friendly” a ser sustituidos por la máquina.

Igualmente, no debemos olvidarnos de cómo esta revolución tecnológica ha llevado a la precarización de algunos sectores que han sufrido una deslocalización generalizada generando pérdida de empleo o precariedad laboral en los países de origen. 

Revolución de la IA Generativa

La irrupción de la IA está cambiando nuestra forma de trabajar. Nos encontramos en una nueva revolución que marcará un hito en nuestra historia del que sacaremos beneficios, a la vez que grandes aprendizajes. La pregunta es ¿queremos repetir los errores del pasado? 

En todas las revoluciones, el factor humano ha quedado olvidado tras otros factores considerados más importantes, como la productividad, la competitividad, la innovación y el liderazgo empresarial. Pero detrás de cada uno de estos factores, ¿acaso no está el factor humano? ¿no es la existencia de la persona condición “sine qua non” para que exista lo demás? 

Evitar la deshumanización es la clave

Cada revolución tecnológica olvidó el factor humano, esta vez no podemos permitirlo. No caigamos en la tentación de utilizar la IA para el incremento de nuestra productividad sin preguntarnos por el impacto emocional de nuestro equipo. Evitemos que la IA tome decisiones por nosotros a través del empleo de algoritmos que deciden promociones o descartan candidatos. Cuidemos el contacto humano en nuestras organizaciones sin permitir que la relación con nuestros equipos se reduzca a conexiones en remoto o resoluciones a cargo de un chatbot. No entendamos la flexibilidad bajo el único enfoque de disponer de un sistema de híbrido, empleando la tecnología para la vigilancia y control exhaustivo de los trabajadores. 

Utilicemos esta asombrosa inteligencia como herramienta complementaria al servicio de nuestro talento.

Liderazgo humanista para no repetir errores del pasado

Un liderazgo humanista – un liderazgo ético, enfocado en las personas– es el único camino para no tropezar con la misma piedra. El liderazgo humanista es la única garantía para que la IA actúe como motor de desarrollo e innovación, cuidando el verdadero motor de las organizaciones: las personas.

Usemos la IA (no a las personas) para desarrollar talento sin descuidar nuestra complejidad emocional, social y ética. Recordando que nuestra naturaleza y capacidades son el motor de cualquier compañía. 

Trabajemos juntos como especie para para exprimir todo el potencial que tiene la IA, con las personas como protagonistas, dibujando un punto de inflexión en nuestra historia. 

La IA ya es y será una gran herramienta, pero las personas son el alma de nuestras organizaciones.