Artículo 14 de la Constitución Española: Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
El nacimiento de los llamados días D ha servido a lo largo de los años para concienciarnos sobre determinados temas que, de otra manera, pasarían desapercibidos. Señalar un día específico para dedicarlo a una cuestión en concreto hace que al menos una vez al año te pares a pensar en problemas muy serios que aquejan a nuestra sociedad, hace que le prestes una atención especial por un momento y, quizás, provoquen que se te remueva la conciencia.
Celebrar el Día Internacional de la Mujer, que afortunadamente perdió su apellido de “Trabajadora” en 1975, cuando Naciones Unidas institucionalizó su celebración, es algo imprescindible, sobre todo si nos paramos a pensar en que todavía hoy existen lugares en el mundo donde a la mujer apenas se la considera como un ser humano. Y mientras esta situación no cambie, me sumaré año a año a apoyar la celebración de un día que es imprescindible.
Pero permítanme que, en España, y a pesar de la gran repercusión que tuvo la celebración del Día Internacional de la Mujer el año pasado, que seguramente se repita hoy, me sume a casi todo, a casi, pero no a todo. ¿Por qué? Porque hay muchas cosas en esta lucha por conseguir que la mujer ocupe el lugar no solo que merece, sino al que tiene derecho, que no comparto. Ni las compartía antes, ni las comparto hoy, ni seguramente llegue a compartirlas nunca.
He comenzado con el artículo 14 de la Constitución con un objetivo muy claro: si la ley marca claramente que no puede existir discriminación por razón de sexo necesito que algún jurista me explique por qué existe una ley que impone a igual delito mayor castigo si es perpetrado por un hombre que por una mujer. Necesito entender por qué si las mujeres reivindican (y en esta parte sí estoy de acuerdo) que el cuidado de los hijos corresponde a ambos progenitores (estoy hablando de parejas mixtas), cuando llega el divorcio los hombres tienen muchas más trabas para acceder a la custodia de sus hijos o por qué tienen que continuar pagando una hipoteca cuando su exmujer hace uso de la vivienda con su nueva pareja. El porcentaje de hombres separados que no tienen acceso a sus hijos por capricho de sus exmujeres es altísimo y parece que este tema interesa poco o nada. Me refiero a por qué un hombre tiene que asumir una paternidad que no quiso desde el mismo instante en que el niño llega al mundo, pero no tiene ni voz ni voto cuando una mujer decide interrumpir unilateralmente un embarazo en el que tuvieron obligatoriamente que intervenir los dos para que se produjera.
Me entristece profundamente que nos empeñemos en tener paridad de géneros en las empresas cuando el verdadero problema es que hemos abandonado la meritocracia. Yo quiero a los mejores dirigiendo cualquier ámbito de mi vida, y me da igual de qué sexo sean. Reivindicamos que en los currículos desaparezca el género y la edad, pero luego nos empeñamos en poner leyes que obliguen a conocer el sexo de los candidatos para determinados ámbitos.
Desgraciadamente, la brecha salarial existe y es una lacra. Pero para erradicarla hay que luchar no solo desde arriba, sino también desde abajo. Cuando te presentas a un puesto de trabajo aceptas las condiciones que te ofrecen o no. Si las aceptas, si estás conforme con ellas, es porque piensas que son correctas. No es aceptable reivindicar después que el compañero de al lado cobra más que tú, porque también hay mujeres que haciendo el mismo trabajo cobran más que sus compañeras. Y ese trabajo, esa lucha desde abajo, se pierde a la espera de que desde arriba llegue una ley. Y si esto no se cumple ¿para qué existen los convenios salariales sectoriales? ¿De qué sirven? Porque cada vez que toca negociar, todos nos dejamos una gran cantidad de dinero entre reuniones, reivindicaciones y, en muchos casos, huelgas.
Y hablando de huelgas, yo hoy estoy en mi puesto de trabajo. Y después iré a hacer las compras que habitualmente hago los viernes. No entiendo la convocatoria de huelga, ni la comparto. Para que las cosas cambien ¡HAY QUE MOVER EL MUNDO, NO PARARLO!
Para terminar, no puedo evitar referirme a mi lucha personal en defensa del castellano. Hoy huiré de todos los discursos y manifiestos. El motivo no es otro, sino que el 8 de marzo, más que ningún otro día, mi adorado idioma se convierte en una víctima a la que se tortura y denigra. Les animo a que me hagan llegar un solo discurso en el que no haya duplicidad de género o se utilice el género femenino en presencia de hombres y mujeres. El idioma español no discrimina y no es exclusivo. El problema lo tiene, y a estas alturas de mi vida mi opinión no va a cambiar, el que lo retuerce para ver una discriminación que yo no encuentro por ningún sitio. No solo no me siento discriminada por mi idioma, sino que me duele, y me aburre profundamente, escuchar la duplicidad de género.
Hoy no escribo como editor de ejecutivos. Escribo en mi propio nombre y bajo mi responsabilidad, primero como persona, y después como mujer.