Como se ha expresado con disparejas formulaciones, y analizo en El encuentro de cuatro imperios (Kolima, 2022), la fagocitación de América por parte de España la realizaron en buena medida los indios. La independencia la culminaron los españoles. A su llegada, los europeos intervinieron en guerras civiles activas o menearon rescoldos consecuencia de las imposiciones de unos pueblos sobre otros. Plantear, 500 años después de la llegada de Colón, una colisión entre valores occidentales y una presunta pureza originaria revela una impresentable estafa ideológica.
En el caso del imperio andino, menos de cien mil ciudadanos, los incas, aplicaban inmisericordemente sus criterios sobre una población de más de diez millones. La totalidad de los emperadores incaicos hubieran pronunciado con convencimiento la expresión de Luis XV: el estado soy yo. Les hubiera gustado señalar, como a tantos políticos contemporáneos presuntamente demócratas, lo que el comunistoide (sic) Hitler aseveraba: no importa que los demás tengan o sean algo, porque al ser todos míos yo soy su último propietario. En el imperio incaico, dos millones de individuos, de buen grado o sojuzgados, abonaban en concepto de impuestos tres meses de trabajo al año. Cuando llegaron los españoles, el imperio se derrumbó como un castillo de naipes.
¿Cómo olvidar la crueldad de un encanallado Atahualpa que ordenó ejecutar a un batallón en Cajamarca porque habían mostrado prevención ante los inéditos alazanes de los chapetones?
La civilización maya no generó una centralización política capaz de propiciar una alineación parecida a la del área andina con los incas o mesoamericana con los aztecas. Sus ciudades estado fueron diseñadas como una red de centros urbanos ligados por relaciones jerarquizadas de alianza o sometimiento. A semejanza de Grecia, la unidad cultural no conllevaba la política, sino rivalidad entre centros hegemónicos como Tikal, Palenque (comparada con Pompeya) o Copán. Cada uno imponía acato a sus satélites. Muchos dirigentes mayas hubieran asumido con gusto expresiones de Stalin que recojo en ¡Camaradas!, de Lenin a hoy (LID). El sanguinario y longevo déspota, al ser informado de que los campesinos no prestaban atención a los principios del Kremlin, el matarife georgiano (a Putin le encantaría la salvajada) impuso: si no entienden, que se les explique; si no saben, que se les enseñe; si no los asumen, que se les fusile. Los andinos sustituían el fusilamiento por la inmolación a los dioses.
La organización social maya planteaba una sociedad estamental, con una élite nobiliaria que imponía redes dinásticas. La sociedad maya vivió militarizada y su arte, también su musivaria, su escritura y su religión hablan de la legitimación del poder. Al igual que con el realismo soviético o nazi, el arte maya fue un medio para ideologizar.
En el transcurso de los siglos VII, VIII y principios del IX, el afán constructor maya se intensificó. A principios del X, la edificación se interrumpió abruptamente. Las ciudades donde se encontraban las pirámides, los templos y palacios revestidos de piedra labrada clausuraron actividades. Algunos han señalado la astenia, la resistencia, la oposición, la rebelión contra la caterva rectora que compelía a realizar tareas agobiantes. Las mastodónticas ciudades fueron abandonadas. La civilización maya duró aproximadamente tres milenios.
Como también dibujo en El encuentro de cuatro imperios, la conquista de México por parte de un restringido número de españoles fue viable por las guerras civiles explícitas o larvadas que se extendían a lo largo y ancho del imperio mexica. Solo con la ayuda de incalculables rebeldes ante las brutales imposiciones aztecas fue posible aquella epopeya que, como todas, abunda en luces y sombras.
Entre las múltiples manifestaciones de que el objetivo principal de los españoles era la evangelización destaca que cuando se introdujo la imprenta en América, los primeros tratados fueron de carácter espiritual. La inicial labor misional fue encomendada especialmente al clero regular: mercedarios (1493), jerónimos (1498), franciscanos (1524), dominicos (1526), carmelitas (1527), agustinos (1533)… Posteriormente se incorporaron los jesuitas (1549), los carmelitas descalzos (1585) o los agustinos recoletos (1604). Para hacerse una idea de la expansión: los franciscanos disponían en 1559 de 80 casas en América con casi cuatrocientos efectivos. Antes de acabar el siglo XVI, los conventos eran 166. Durante tres siglos, entre quince mil y veinte mil religiosos llegaron a América procedentes fundamentalmente de España.
Los mercedarios, egregios en diversos frentes, explicaron en 1618, con ocasión de la celebración del cuarto centenario de su creación, que su eficacia venía avalada por el origen milagroso de su fundación, debida a su entender a la intervención directa de la Madre de Cristo y también al carácter heroico de su cuarto voto, que les impelía a entregarse como rehenes a los sarracenos para rescatar cautivos en riesgo de apostasía. Fueron guerreros cristianos convertidos en orden religiosa a partir del siglo XIV. Estuvieron a punto de ser comisariados al igual que los templarios bajo Clemente V, pero su función redentora les salvó de la disolución. Detallo más en 2000 años liderando equipos (Kolima).
En 1535 se publicó el primer libro impreso en tierras americanas: Escala espiritual para llegar al cielo, de San Juan Clímaco. De la misma tipografía surgieron la Doctrina de fray Toribio y el Catecismo mexicano de Fray Juan Rivas, ambos de 1537. En el otro extremo del mundo, en las islas Filipinas, la primera rotativa se estableció en Binondo, cerca de Manila, en 1593. Ese año vio la luz el texto Doctrina cristiana en lengua española y tagala. El primer tipógrafo de las islas fue el chino cristiano Juan de Vera, que estampó volúmenes catequísticos en las lenguas locales.
Quien lea El encuentro de cuatro imperios se engolfará en el encuentro de cuatro culturas, tres americanas y una europea en las que se produjeron interacciones, con embeleso mutuo.
Algunos consideran que exponer con objetividad la labor realizada por los españoles en América es de derechas y de izquierdas proclamar la bondad ínsita de los aborígenes. Esta simplona argumentación la defienden tarugos o exaltados nescientes. Como afirman de las meigas en Galicia, haberlos haylos.