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Miguel Morales Moya

Profesor de EAE Business School

Sísifo, aquel tipo que subía la piedra al monte para luego, dejarla caer y volver a empezar, debía pensar que esa actividad cuando menos, era entretenida.

No hace mucho hemos observado una de las últimas medidas del gobierno para evitar la variabilidad de los precios de la electricidad inducida por cambios en los precios de generación. La fijación del precio en función de una combinación del mercado spot y el futuro en una proporción 75%/25%, relación que seguramente tendrá algún sentido para el que lo haya pensado. Esta es una de tantas medidas que intentan estabilizar los precios del mercado de generación y que se une al tope del precio del gas, como principal factor generador de alzas de precios en este mercado marginalista.

Quizás son éstas, soluciones que intentan resolver un problema de fondo del mercado tal y como está configurado actualmente. Un mercado, es un mecanismo de reparto y asignación, que mediante la difusión de una señal de precio orienta el comportamiento de los agentes que en él participan: la oferta y la demanda que intercambian un bien o servicio, en este caso la electricidad. Así, el precio orienta a la oferta a no utilizar las tecnologías de generación más caras que la última empleada y a realizar inversiones en aquellas tecnologías de generación más baratas.

La teoría económica nos enseña que en el corto plazo, en un mercado perfectamente competitivo, el precio que hace máximo el beneficio del productor será el que iguale el coste de la última unidad producida, coste marginal, así que el oferente para determinar la cantidad ofertada cotejará su curva de costes marginales con la demanda para determinar la cantidad ofrecida ese será el precio de equilibrio. 

En este caso la demanda, la de electricidad, es lo que se llama rígida, es decir que en un instante del tiempo está dispuesta a pagar cualquier importe por la misma cantidad de energía, no pensamos en cada ocasión que encendemos el interruptor cual es el precio de la “luz”.  Así en un tramo más o menos instantáneo el precio es marcado por la oferta que debe de ofrecer la cantidad demandada de electricidad y que será remunerada al precio de la unidad más cara ofertada (habiendo previamente ordenado las ofertas de menor a mayor precio)

Esta teoría del mercado parte de hipótesis de que el bien intercambiado es homogéneo es decir que todas las unidades de producto o de servicio intercambiadas tienen las mismas características. 

Una unidad de electricidad en un instante aparentemente tiene las mismas características que otra, como consumidores no sabemos discernir entre un watio y otro, pero si ampliamos el horizonte temporal aunque sea únicamente a un periodo diario, veremos que no todas las unidades son producidas con la misma tecnología y que cada tecnología tiene un diferente grado de disponibilidad es decir puede producir en cualquier momento para cubrir la demanda, la disponibilidad es un aspecto importante en un bien que tiene limitaciones para ser almacenado a gran escala de una forma eficiente.

Si los watios producidos con una u otra tecnología tienen diferente capacidad para ser producidos en el momento en que se demanden no pueden ser el mismo producto, no pagamos lo mismo por un taxi que por un billete de autobús, aunque los dos nos lleven al mismo destino.

Este es quizás el principal problema, parece que la actual estructura de mercado está premiando más a tecnologías de menor garantía de disponibilidad que a aquellas que la garantizan. La señal queda distorsionada, los inversores navegan con una brújula truncada.

¿Podría un mercado dónde tuvieran que ser ofertadas unidades homogéneas es decir watios garantizados por cada productor en un rango de tiempo suficientemente largo, por ejemplo, un año, devolver al precio su papel de guía hacia la eficiencia en el largo plazo? Las unidades de oferta de este mercado ya no ofertarían en base a una tecnología, sino a un mix de tecnologías, y tendrían el incentivo para mantener el mix óptimo en una relación coste disponibilidad. El mercado diario quedaría como un mercado de ajustes donde ahora la demanda serían estas mismas unidades de oferta que intercambiaran producción entre ellas o adquirirían producción de pequeños productores que no pudieran acudir al mercado anual de watios homogéneos por no poder garantizar la disponibilidad.

¿Dejamos caer la piedra?