Seamos honestos, difícilmente existe otro término más repetido actualmente que “sostenible”. Esto se debe principalmente al mal uso que se le ha dado al término, utilizado con demasiada frecuencia con fines comerciales. El greenwashing, pinkwashing o rainbowwashing, en todas sus formas, han provocado que el término pierda credibilidad.
Ya sólo por esta razón, es de agradecer que los legisladores europeos exijan a las empresas que respalden sus iniciativas con cifras fiables. Así lo hace la UE a través de su Directiva sobre Informes de Sostenibilidad Corporativa, que obliga a las empresas a informar sobre sus actividades de impacto ambiental y social.
El objetivo es situar la información sobre sostenibilidad al mismo nivel que la información financiera y contribuir así a una economía y una sociedad más sostenibles en Europa.
Si bien, algunas empresas públicas ya estaban obligadas a informar sobre sostenibilidad con la legislación anterior, la directiva europea amplía el ámbito de aplicación a un número mayor de empresas, así como los requisitos a la hora de elaborar los informes ESG, motivo por el cual las empresas necesitan encontrar rápidamente respuestas a una serie de preguntas como cuáles son las cifras relevantes, dónde se recogen, quién es responsable de ellas y cómo se recopilan y procesan. Para evitar perderse en un maremágnum de información y al final quedarse atascado, nuestra recomendación desde Pleo es abordar el problema siguiendo estos tres pasos.
En primer lugar, crear una unidad central, preferiblemente en el departamento financiero y ¿por qué el departamento financiero? El departamento financiero sabe cómo trabajar con números y análisis de datos. En el marco de la información financiera, ya tiene interiorizados procesos, mejores prácticas, conocimientos y herramientas que pueden transferirse a la elaboración de informes no financieros. Al igual que con el informe anual, el objetivo es recopilar cifras de diferentes partes de la empresa, reunirlas y hacerlas transparentes. Ahora de lo que se trata es de recopilar cifras como el consumo de electricidad, el volumen de residuos o las emisiones contaminantes.
Esto no significa que no puedan sumarse empleados de otros departamentos, al contrario, los entusiastas a los que les apasiona el tema y que sean capaces de convertir los resultados de los análisis en acciones son especialmente bienvenidos. Pero el departamento financiero sigue siendo el mejor lugar desde el que gestionar todo este tema.
En segundo lugar, echar mano de la tecnología, preferiblemente de un centro de datos centralizado. Dada la complejidad de los informes ESG, existe un gran riesgo de quedarse atascado. Por lo tanto, no es aconsejable recopilar los datos utilizando una hoja de cálculo en esta fase. Por muy precisas que sean las especificaciones, los responsables de introducir los datos lo harán a su entender y luego habrá que homogeneizar los datos con más o menos esfuerzo. Una base de datos central con una interfaz fácil de usar puede ahorrar mucho tiempo y aportar otras ventajas, ya que no sólo obliga a los responsables de los datos a realizar entradas normalizadas, sino que, además, la base de datos puede ampliarse para incluir otras funciones útiles, como, por ejemplo, realizar comprobaciones de plausibilidad según las reglas previamente establecidas. Incluso, podrían añadirse funciones de IA en algún momento, por ejemplo, para formular automáticamente el texto del informe.
Y, en tercer lugar, una mentalidad abierta hacia los informes ESG. Verlos como una oportunidad para lograr un impacto positivo. Los informes de ESG significan más trabajo, sí, pero esto no quiere decir que las compañías tengan que ver este reporte como un mero ejercicio de cumplimiento que implique marcar todas las casillas de la forma más eficiente posible, como suele ocurrir con los temas complejos. Cualquiera que actúe de esta forma está dejando pasar la gran oportunidad que brindan los informes ESG, garantizar que los cambios positivos que está realizando la empresa son transparentes y creíbles. Y no solo eso, una vez definidas las responsabilidades y establecidas las herramientas adecuadas, los directivos pueden centrarse aún más en identificar nuevas oportunidades de mejora a partir de sus datos, aumentando así el impacto positivo. Por ejemplo, medidas de ahorro energético que no sólo protejan el medio ambiente, sino que también reduzcan costes. O promover la diversidad y la inclusión para así aumentar la satisfacción, la motivación, el sentimiento de pertenencia y la productividad de los empleados.
En este sentido, la directiva de la UE pone a las empresas en una encrucijada, pero también les ofrece la oportunidad de construir un negocio más sostenible que genere un impacto positivo más allá del éxito financiero.