Helena Borràs Cases

Directora de RR.HH y miembro de la Asociación Española de Directores de Recursos Humanos (AEDRH)

En un contexto global, híbrido y acelerado por la inteligencia artificial generativa, las organizaciones ya no pueden concebir la adaptación como un proyecto puntual. Los modelos de negocio evolucionan constantemente y la competitividad exige una capacidad sostenida de transformación, más allá de la simple gestión del cambio.

La diferencia es clave: mientras la gestión del cambio aborda transiciones específicas con inicio y fin, la capacidad de transformación implica reinventarse de manera continua. Se trata de un intangible estratégico que garantiza resultados en el presente y sostenibilidad en el futuro.

Tras más de 15 años acompañando a líderes y organizaciones en procesos de cambio, he identificado cinco palancas que permiten construir esa capacidad interna de transformación. No se aplican de forma secuencial, sino que deben coexistir y reforzarse mutuamente.

  1. Optimizar lo que ya funciona

No hay transformación sin resultados. La primera palanca consiste en asegurar la eficiencia actual, identificando y optimizando los procesos que hoy generan valor. Esa base permite liberar tiempo y recursos que se reinvierten en innovación. Así, se garantiza el presente mientras se construye el futuro.

  1. Legitimar la transformación

La transformación debe institucionalizarse para no depender de voluntarismos ni esfuerzos aislados. Esto requiere alinear estructura organizativa, estilos de liderazgo, competencias, normas y mecanismos de gobernanza. La Dirección de Personas tiene un papel central en diseñar estos “artefactos” que protegen el tiempo y los recursos dedicados a la innovación, al mismo tiempo que desarrollan en los equipos las capacidades necesarias para adaptarse.

  1. Reconocer y consolidar hábitos

Los comportamientos innovadores y adaptativos deben convertirse en hábitos organizativos. Para ello, es esencial contar con sistemas de reconocimiento —formales e informales— que premien la colaboración, la resiliencia y la iniciativa. Si la Dirección de Personas no diseña conscientemente estos mecanismos, las transformaciones se diluyen con el tiempo y se perciben como esfuerzos puntuales sin continuidad.

  1. Valores y relato compartido

Ningún proceso de transformación es sostenible sin un marco cultural que lo sostenga. Los valores corporativos y el relato compartido son el anclaje que da coherencia a las decisiones y motiva a los equipos. La Dirección de Personas debe custodiar esos valores, integrarlos en políticas y programas de desarrollo, y velar por que se reflejen en la comunicación interna. Un relato claro y coherente recuerda a la organización quién es, qué la mueve y cómo actúa, evitando que los valores se queden en meras declaraciones.

  1. Liderazgo ejemplar

El liderazgo es la piedra angular de la transformación. Desde la alta dirección hasta los mandos intermedios, todos los líderes deben alinear su estilo de gestión con los valores y comportamientos esperados. La Dirección de Personas tiene la responsabilidad de acompañarlos, desarrollar sus competencias y ofrecer feedback para asegurar esa coherencia. Sin liderazgo ejemplar, cualquier esfuerzo de transformación carece de credibilidad.

El rol estratégico de la Dirección de Personas

La construcción de una capacidad de transformación no depende de un único actor. Los verdaderos agentes son los líderes, pero necesitan un facilitador que cree las condiciones para transformar de forma sostenida. Ese es el papel estratégico de la Dirección de Personas: proveer herramientas, diseñar políticas y acompañar a los líderes para que puedan guiar a sus equipos en un entorno en permanente evolución.

Las organizaciones que trabajan estas cinco palancas logran operar a doble velocidad: mantener los resultados actuales mientras diseñan el negocio del mañana.

En este escenario, el rol de la Dirección de Personas se convierte en motor de competitividad. Gestionar talento y cultura no es un soporte, sino el verdadero impulso que permite sostener la innovación, reforzar la resiliencia y asegurar que la organización esté preparada para liderar el futuro.