Yoan Parra

Joan Parra

Vicepresidente Ejecutivo del Centro Tecnológico LEIAT y Vicepresidente del Club Excelencia en Gestión 

Sin menoscabar a Joseph Schumpeter (Austria 1883-1950) y otros autores de referencia, podemos considerar como válida la definición de innovación según el Manual de Oslo (2005) y que la define como “la introducción de un producto (bien o servicio) o de un proceso, nuevo o significativamente mejorado, o la introducción de un método de comercialización o de organización nuevo aplicado a las prácticas de negocio, a la organización del trabajo o a las relaciones externas”.

Otra cuestión es la capacidad de valorar cualitativa y cuantitativamente el nivel de innovación, ya sea de una empresa, de un país, de una región… dado que intuitivamente podemos pensar en indicadores como el número de patentes o los presupuestos (ya sean públicos o privados) destinados a actividades de innovación. Sin embargo, en realidad existen muchos otros aspectos que determinan el nivel de innovación. Como referencia podemos utilizar el estudio del desempeño que realiza la Comisión Europea para determinar el nivel de innovación de sus regiones y que queda plasmado en un indicador total regional para la innovación denominado Regional Innovation Scoreboard que se obtiene a partir del análisis de 18 indicadores:

• Población con educación terciaria

• Formación continua

• Co-publicaciones científicas internacionales

• Publicaciones ubicadas en el Tpo10% de las más citadas

• Gasto público en I+D

• Gasto privado en I+D

• Gasto en innovación distinta de la I+D

• Pymes con innovación de productos o procesos

• Pymes con innovaciones comerciales u organizativas

• Innovación interna de las pymes

• Pymes que colaboran entre sí en materia de innovación

• Co-publicaciones público-privadas

• Aplicaciones de patentes en la EPO

• Aplicaciones de marcas

• Aplicaciones de diseños

• Ocupación en manufactura y servicios intensivos en tecnología y conocimiento

• Exportaciones de manufacturas con componente tecnológica intensiva

• Productos nuevos sobre el total de la facturación

Partiendo de la premisa de que resulta necesario un buen desempeño en innovación por parte de las empresas individualmente, así como por parte de los territorios (países, regiones, ciudades) para conseguir alcanzar niveles de competitividad adecuados al bienestar de sus personas, podemos ir hacia atrás en los procesos de innovación para identificar distintas etapas de desarrollo tecnológico tales como la generación de prototipos, de pruebas de concepto, las actividades de desarrollo tecnológico, de desarrollo experimental, de investigación aplicada y hasta llegar a la investigación básica.

Estas etapas suelen ser realizadas individual o conjuntamente por parte de empresas, centros tecnológicos y universidades de forma general, en algunos casos con apoyos en distintos grados e intensidades de administraciones públicas, constituyendo uno de los pilares de la excelencia en la gestión. Sin embargo, resulta conveniente y recomendable realizar el ejercicio de ir más atrás en esta cadena de valor, lo que nos lleva al contexto educativo y formativo: escuelas, institutos, academias, formación profesional, universidades… y se plantea la necesidad de descubrir si el nivel educativo, tanto en intensidad como en contenidos, es adecuado a las necesidades reales y futuras que encontrarán las personas que se encuentren en fases formativas.

Por un lado, disponemos de datos estadísticos objetivos que nos permiten valorar este desempeño en educación:

Por otro lado, disponemos de la recomendación realizada durante la última edición del Fórum Económico Mundial en Davos, en la que se concluyó que “en un panorama laboral que evoluciona rápidamente, la capacidad de anticipar y prepararse para futuras necesidades de competencias, el contenido del trabajo y el efecto agregado sobre el empleo es cada vez más crítica para las empresas, los gobiernos y los individuos con el fin de aprovechar al máximo las oportunidades que presentan estas tendencias.”

En conclusión sabemos que en el contexto actual existen una serie de vectores tecnológicos capaces de influir en los puestos de trabajo próximos: inteligencia artificial, big data, internet de las cosas, ciberseguridad, fabricación aditiva, robótica colaborativa e inteligente, simulación…, por lo que se pone de manifiesto una necesidad (tanto más urgente cuanto más excelentes deseamos ser) de realizar ajustes continuos a la formación y a la educación con el fin de generar perfiles aptos para llevar a cabo las actuaciones en innovación que permitan alcanzar una mayor competitividad empresarial, como pilar básico de bienestar.

La clave está, y estará, no sólo en incluir los nuevos vectores tecnológicos en los distintos planes de estudio y en las actividades de formación, sino en ser capaces de utilizar adecuadamente estos vectores tecnológicos en la formación de las personas con cuyo talento se liderarán las organizaciones en el futuro inmediato.