Sin pena ni gloria pasó la rebaja del IVA de los alimentos por nuestras despensas y refrigeradores, nadie guardó un “ticket” de recuerdo en memoria de la no hazaña, cual piedra del muro de Berlín de antaño. El manoseo e intervención del mercado no parece ser la mejor receta para regular algo que se lleva autorregulando prácticamente desde su existencia, como es normal y lógico por otra parte. El atacar un aspecto liviano y sin importancia no afecta a toda la cadena de mercado, si no que es el propio mercado quien fagocita la medida, cual leucocito detecta un virus y acaba con él. El mercado es sabio, más por viejo que por diablo, y se cubrió las espaldas ante los ataques, creando consecuencias contrarias a las deseadas y aumentando la brecha entre los diferentes tipos de hogares. Todo lo realizado para un mísero ahorro por familia de entre un 0,2 % y un 0,10%, dejando el esfuerzo en gastos “diluidos” de todas las actuaciones para conseguirlo, que a buen seguro es posible que supongan porcentualmente una escasa rentabilidad de la medida en si misma.
¿Qué sentido tenía entonces? El mismo que el del resto de medidas anunciadas con maestría de trilero, enriquecer más las arcas públicas, como ocurrió con las subidas del salario (obviando las dos primeras necesarias para armonizar aspectos con Europa). Siendo uno de los países más empobrecidos tras la pandemia según señaló la propia OCDE, es evidente la consecuencia lógica del camino. Fue el pequeño agricultor y la ganadería quien sufrió el revés más fuerte atacando a su fiscalidad y financiándose la administración pública con ese IVA que según tributación, objetiva o directa, afectó en menor o mayor cuantía a los colectivos más débiles de la cadena, toda una obra maestra. Mientras tanto las grandes cadenas de distribución que son las que consolidan el consumo doméstico, aproximadamente el 40%, se adecuaron a las subidas del transporte, del producto, de las energías….etc, no siendo controladas con medios punitivos en ningún aspecto, absorbiendo a su vez cualquier rebaja puntual de IVA, lo que fue un win – win para la administración, recaudó más y se financió de otros.
¿Cuál es la consecuencia? Si unimos todas las medidas tomadas por las Administraciones públicas y analizamos las consecuencias, nos encontramos con unos ciudadanos empobrecidos respecto a la subida del nivel de vida, más aún fuera de las grandes urbes. Unas Pymes con resultados paupérrimos para poder seguir ofertando puestos de trabajo y riqueza, baluarte absoluto de nuestra economía por ser mayoritarias en el parqué español. Y por el contrario una administración pública con recaudaciones récord mes tras mes, que además recibe fondos europeos y no es capaz de controlar la deuda…. juzguen ustedes mismos, pero vi películas parecidas con personajes míticos como el Sheriff de Nottingham muy al caso en este momento.
Actualmente vivimos la subida de varios impuestos y cotizaciones sociales, no es el camino para frenar la subida de los alimentos. El camino lo encontraremos aportando medios proporcionales a las rentas y distributivos por sectores concretos, en caso contrario solo se mejora a unos colectivos sobre otros. La bajada de impuestos general, y no selectiva, sobre el resto de factores, y el fin de las ayudas públicas subvencionadas harán que el mercado se regule de manera más efectiva, consiguiendo en tiempo y forma objetivos necesarios para una economía saneada. El capital de lo ocurrido ya lo hemos pagado, veremos cuan costosos son los intereses de todo lo señalado en caso de no parar a tiempo.