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Alberto Abel Sesmero

Portavoz de ODILO

El raciocinio, las relaciones sociales o la estructura bípeda son elementos característicos del ser humano. Otra particularidad diferencial respecto a otras especies es la compleja y profunda capacidad comunicativa. Fue hace aproximadamente 100.000 años cuando el Homo Sapiens desarrolló la capacidad de emprender una comunicación verbal con otros individuos.

A medida que se perfeccionó el habla, se conformaron las primeras lenguas. Una de las más antiguas es el sumerio, empleada en Mesopotamia hace más de 5.000 años. Sin embargo, poco a poco la capacidad de articular mensajes sonoros se convirtió en una invención insuficiente conforme surgió la necesidad de encontrar algún formato con el que hacer que la información fuera inmutable al paso del tiempo. Nacieron entonces los primeros ‘libros’, también en Mesopotamia, en torno al 3.500 a.C.

Desde ese momento, los libros han acompañado a todas las civilizaciones existentes y, a modo de cuaderno de bitácora, han sido testigos de los grandes episodios de la historia de la humanidad. Siempre con una doble función: lúdica, con la consolidación de los géneros literarios y, al mismo tiempo, informativa y educativa, desde el momento en el que han recogido y transmitido las enseñanzas, invenciones y descubrimientos del hombre generación tras generación. Un último hito en la consolidación de los libros fue la invención de la imprenta en 1455, cuyo desarrollo fue clave en la democratización de la lectura, la difusión masiva de información y la universalización del acceso a los propios libros. 

Pese a este vínculo especial que hemos desarrollado con ellos, hay quien cuestiona el crucial papel que juegan los libros como herramienta educativa y quien apunta que, ante el surgimiento de ciertos avances tecnológicos, están abocados a extinguirse. Nada más lejos de la realidad, debemos tener en cuenta que la lectura es una capacidad intrínseca del ser humano. Una destreza que, si bien es cierto que ha de aprenderse y cultivarse, es un resquicio de la evolución humana. Por ende, nunca podrá desaparecer. Así, los libros seguirán constituyendo la base del conocimiento humano y siendo el principal pilar de nuestro aprendizaje. No solo en el caso de los más pequeños, también en el de los adultos.

No obstante, no se pueden negar ni obviar los múltiples beneficios que reportan las nuevas tecnologías a nivel educativo. Sobre todo, porque harán que el libro se adentre en un proceso de transformación con el que responder más eficientemente a los retos de la educación y la formación del siglo XXI. De manera similar a lo que le ocurrió al papiro con la invención del pergamino, y más tarde a este material con el nacimiento del papel, poco a poco se abandonará el formato físico en favor de la digitalización de la educación, lo que permitirá que jóvenes y mayores aprendan de una forma más completa, puesto que contarán con formatos que se ajusten a sus necesidades particulares. 
En este sentido, el informe ‘Anual del Libro Digital’ de 2022 publicado por Libranda ya registró un aumento de un 43% en la lectura digital en España durante los dos últimos años. Adicionalmente, un estudio interno apunta que en 2022 los libros electrónicos son el recurso digital más consumido entre los alumnos de colegios e institutos, con el 91% de las horas dedicadas a la educación en formatos digitales.

Así, la educación seguirá partiendo del libro como base del aprendizaje, pero avanzará hacia formatos digitales. Un cambio de paradigma que abre la puerta a que el texto se complemente con otros contenidos multiformatos: revistas y artículos de prensa, audios y vídeos, así como otros canales más disruptores como los podcasts o las apps. Una revolución educativa que permite al estudiante disfrutar de un aprendizaje integral, con muchos más contenidos a su alcance, y sin ningún tipo de fronteras. 

Además, esta nueva fórmula rompe el esquema tradicional de que todo el mundo aprende de la misma forma al complementar los contenidos del libro con información de otros recursos, lo que supone una solución al gran desafío que implica que la educación se adapte a las necesidades, competencias e intereses particulares de cada persona. Una personalización del aprendizaje que va más allá del conocimiento contenido en las hojas del libro y en lo que resulta clave la aplicación de innovaciones como la Inteligencia Artificial o el ‘machine learning’, ya que pueden recomendar contenido acorde a los requerimientos de cada alumno y además, medir qué y cómo aprenden. 

Una nueva forma de aprender por la que ya están apostando multitud de instituciones educativas y organizaciones que requieren la incorporación de ecosistemas de aprendizaje que incluyan una amplia variedad de recursos, experiencias y programas. 

Se ha trascendido al libro tradicional y al aula, abriendo al usuario la posibilidad de formarse de la mano de formatos que se adaptan a su día a día, fomentando su desarrollo a la vez que efectúa otras actividades como pasear por la calle, viajar en transporte público o entrenar en el gimnasio. Un hecho que demuestra una creciente tendencia hacia la flexibilidad en los hábitos de estudio y que saca el máximo partido a la movilidad y la accesibilidad que ofrecen los formatos digitales.

De esta manera, a medida que se incorporen más avances e innovaciones tecnológicas, los libros educativos migrarán hacia el formato digital. Una nueva forma de aprendizaje en la que el propio libro seguirá siendo incuestionablemente la base del proceso, pero que encontrará en los recursos multiformato la gran clave con la que acelerar hacia la educación del futuro. Una fórmula educativa novedosa, que abandona el papel para ofrecer al alumno una mayor cantidad de contenidos con los que tener un conocimiento más amplio y ajustado a todas sus motivaciones.