Joaquín Mouriz

Director de Marca, Comunicación y Experiencia Cliente de BNP Paribas Personal Finance

La Inteligencia Artificial, que lleva bastante tiempo entre bambalinas, nos cautiva desde el momento en que se ha convertido en omnipresente. Todo ahora parece ser IA. Se nos presenta como la revolución que llega para cambiar el mundo montada en un bello corcel, vistiendo reluciente armadura como imaginamos a un caballero de la tabla redonda de Camelot. Pero, como en tantas veces antes, no debemos dejarnos llevar por el sesgado espectáculo de atractivos titulares y tenemos la responsabilidad de profundizar en el fenómeno y sus múltiples aplicaciones y, no olvidar, sus múltiples riesgos.

De acuerdo con el informe ‘Perspectivas para 2025: cómo las organizaciones están forjando su destino con IA generativa’, a cargo de NTT DATA, «las organizaciones de todo el mundo pasan de experimentos con la inteligencia artificial generativa a inversiones reales, hasta el punto de que el 83 % ya cuenta con una estrategia bien definida». La información surge basada en las respuestas de directivos de más de 2.300 organizaciones (60 en España) de 34 países, donde se demuestra que los líderes están pasando de la experimentación a casos de uso a largo plazo que transforman el rendimiento e impactan de lleno en áreas diversas.

De manera incontestable, el pasado año ha establecido un punto de inflexión en la adopción de estas tecnologías por parte de las empresas, pero también ha expuesto que los líderes deben pensar más allá y empezar a dar respuestas sobre cómo deberíamos utilizarlas en cada caso. En algún punto, el gran dilema de la IA generativa se asemeja a la legendaria espada de Excalibur: es poderosa, pero su uso correcto depende del sentido común y la responsabilidad de quien la empuña. Es atractivo entusiasmarse con la miríada de beneficios, pero la verdad es que, sin un marco ético robusto y una estrategia clara, iríamos en una deriva cuestionable.

Quiero hacer especial énfasis en el papel del liderazgo corporativo en estos aspectos. La necesidad de liderar desde la ética en lugar de dejarse llevar por la carrera tecnológica es imperiosa, así como también lo es el hacer un tándem indivisible entre optimismo y pragmatismo. Sin un liderazgo decidido en la formación de equipos multidisciplinarios y el establecimiento de directrices claras, la IA generativa corre el riesgo de convertirse en un recurso desperdiciado o, peor aún, en un factor que perpetúe los problemas estructurales que intenta resolver.

Hace unos meses fueron publicados los resultados del primer barómetro nacional sobre la IA generativa en empresas españolas. Realizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección, con la colaboración de Arsys y el grupo de investigación en economía política de innovación de la Universidad Complutense de Madrid, el informe afirma que el 42 % de los directivos encuestados está convencido de que la IA generativa tendrá un impacto directo en su estrategia empresarial en el corto plazo.

Uno de los mayores desafíos que enfrentan los líderes empresariales en la adopción de esta tecnología es la falta de dirección estratégica clara. Aunque en el citado informe, el 97 % prevé un impacto significativo y el 70 % espera una transformación rápida y profunda en 2025, más de la mitad de las empresas aún no ha integrado estas estrategias en sus planes de negocio.

Las tecnologías, per se, en ningún caso corrigen los vicios de las sociedades que las adoptan. Los comportamientos equivocados viajan en nuestros maleteros. Por eso, la responsabilidad ulterior sigue estando en nosotros mismos.

Aunque suene menos épico, quizá el avance no sea encontrar al “caballero andante”, sino aprender a manejar con sentido crítico las herramientas que tenemos en nuestras manos.