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Ángel Barbero Paniagua

Director General de Secture y profesor del EAE Business School

En la geopolítica global del futuro la estrategia digital de los países será un elemento clave para la diferenciación, la competitividad y los planes de futuro. Ya podemos ver señales relevantes, como la creación en EEUU y la UE de listas de empresas de origen chino con las que está prohibido trabajar y el caso más conocido de Huawei, que ha sido durante muchos años el proveedor líder para las redes 5G.

En una economía globalizada en la que pronto reinará la inteligencia artificial, las capacidades de cada país para enfrentarse a los retos tecnológicos que están por llegar definirán su relación con sus ciudadanos y sus empresas.

Es en este contexto que la Unión Europea está buscando su propia voz y una estrategia compartida entre todos los países miembros. Hemos estado tradicionalmente al rebufo de EEUU en muchos aspectos, y prueba de ello es que la mayoría de grandes empresas digitales que dominan Internet en la actualidad son estadounidenses, a las que en los últimos años se han añadido empresas chinas (con las particularidades de mercado que tiene este país).

El desarrollo digital de un país tiene que ver con cómo utiliza la tecnología para mejorar la vida del ciudadano, reforzar a las empresas locales pero también atraer inversión extranjera, enfrentarse a los grandes retos futuros, entre ellos el de sostenibilidad según los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Por lo tanto es relevante que nos preguntemos qué papel quiere jugar España en este momento y en desde qué posición vamos a afrontar lo que se viene.

Para ello, podemos fijarnos en el ranking DESI (Índice de Economía y Sociedades Digitales) por parte de la Comisión Europea, en el ámbito del ‘**Informe de la Década Digital 2023**’, en el que se analizan los avances y la evolución de cada uno de los Estados miembro de la Unión Europa en materia de digitalización. España ocupa el tercer lugar en este ranking, con 69,8 puntos, y supera en casi diez puntos al promedio europeo, además de haber saltado a esta posición desde la séptima, donde estábamos el año pasado.

En este informe la Comisión Europea ha definido un marco basado en cuatro territorios principales, para evaluar la madurez digital de los estados europeos: Infraestructuras Digitales (conectividad, redes y servicios de telecomunicaciones), Capital Humano (formación y madurez digital ciudadana), Integración de la Tecnología Digital (competitividad, vida digital y madurez digital empresarial) y Servicios Públicos Digitales (AAPP, innovación pública).

Por lo tanto estamos en un buen momento, sin duda, pero lejos de caer en la autocomplacencia, debemos profundizar en las luces y sombras de nuestra realidad. Solo así podremos sostener y reforzar la transformación digital del país.

Por un lado somos líderes en el despliegue de redes de muy alta capacidad, así como a la implantación de conexiones de banda ancha ultra rápida. Esto se debe al avanzado desarrollo de las redes 5G como el amplio despliegue de fibra de alta velocidad y, en general, la estrategia público-privada de conectividad (que es responsabilidad tanto de las administraciones públicas como de la inversión privada).

El informe también reconoce el liderazgo de España en Inteligencia Artificial ética y en convertirse en el primer país de la Unión en contar con una Agencia Estatal de Supervisión de la Inteligencia Artificial.

Pero no debemos dormirnos en los laureles, porque todavía tenemos mucho terreno que recorrer en ámbitos como la digitalización de las administraciones públicas, la competitividad digital de PYME y los modelos educativos y la capacitación digital.

Se nos presentan otros retos igualmente importantes, tales como la protección de ciudadanos y empresas en su ámbito digital (no sólo en cuanto a privacidad y datos, sino también a ciberseguridad y legislación), la nueva dimensión de la ética y, por supuesto, el papel de la tecnología en la sostenibilidad y los ODS antes mencionados.

Pero también tenemos la oportunidad de utilizar esta posición para reforzar los sectores estratégicos del país y enfocar la transformación allá donde genere más impacto. Me refiero en concreto al turismo, las infraestructuras y el sector financiero, donde nuestras empresas y nuestro conocimiento son líderes globales. Y no debemos olvidarnos de apostar por nuevos sectores emergentes, como el de la salud, donde podemos crecer aún más gracias a la tecnología.

Es importante tener en cuenta que este proceso exige mayor profundidad que la que hasta ahora se ha mostrado. No podemos ir tan sólo a rebufo de las modas y hablar en genérico, por ejemplo, de “liderazgo en Inteligencia artificial”. Es un terreno tan basto y con tantas aplicaciones que la especialización será la única forma de liderar.

Para que todo ello se dé, es imprescindible cierto consenso político y económico en esa visión. Un país sin visión digital vagará en el futuro a trompicones y sin rumbo fijo al que recalar. Un país sin visión digital no puede liderar el futuro.