En 2024, Emmanuel Macron convocó elecciones legislativas anticipadas con la intención de reforzar su debilitado mandato. Sin embargo, el resultado fue una Asamblea Nacional completamente fragmentada, sin mayorías claras y con una polarización creciente entre bloques de centro, derecha e izquierda. Desde entonces, Francia ha entrado en una fase de inestabilidad política sin precedentes bajo la V República.
Desde las elecciones, Macron ha nombrado a cuatro primeros ministros en apenas un año. El caso más sorprendente, el de Sébastien Lecornu, designado en septiembre de 2025 tras la dimisión de François Bayrou, dimitió tan solo 14 horas después de presentar su gabinete, ante la presión de los partidos aliados y la opinión pública. Paradójicamente, Macron acaba de volver a nombrarlo, encargándole como prioridad la aprobación del presupuesto nacional antes de final de año, tal como exige la Constitución francesa.
Esta situación refleja los principales problemas estructurales del sistema político francés. La fragmentación parlamentaria impide la formación de mayorías estables. Las tensiones ideológicas entre centristas, conservadores, socialistas y partidos extremos dificultan acuerdos duraderos. Mientras tanto, el Gobierno se ve obligado a recurrir al artículo 49.3 de la Constitución para imponer leyes como el presupuesto, eludiendo el debate parlamentario, lo que incrementa la percepción de autoritarismo.
Al descrédito de la presidencia, se suman episodios absurdos, como la teoría conspirativa difundida en redes que afirmaba que Brigitte Macron era en realidad un hombre. Aunque ampliamente desacreditada, ha sido aprovechada por sectores ultraconservadores para reforzar la idea de un Macron débil o manipulado. Una muestra de cómo, en un clima tan polarizado, cualquier argumento sirve como arma política.
Todo ello ocurre en un contexto de fuerte desgaste social. Francia sufre un déficit público persistente, una deuda que supera el 110% del PIB, y un crecimiento económico estancado: del 1,1% en 2024 a previsiones de apenas 0,6-0,8% en 2025. La inflación, aunque moderada (2,3%), ha afectado fuertemente al poder adquisitivo, y el desempleo se mantiene elevado, en torno al 7,3%.
El malestar social es creciente. Movimientos como «Bloquons tout» denuncian la imposición de recortes desde el poder central. Los sindicatos han reactivado huelgas masivas y sectores como la agricultura y la industria denuncian falta de apoyo estatal ante la competencia global, las regulaciones europeas y el encarecimiento de la energía. La desconfianza hacia las élites políticas es generalizada, y la figura de Macron, cada vez más cuestionada, ha perdido apoyo incluso entre antiguos votantes moderados.
Esta crisis institucional también tiene consecuencias directas sobre la economía. En junio de 2024, Standard & Poor’s rebajó la calificación crediticia de Francia debido a la incapacidad del gobierno para controlar el déficit. Esto ha encarecido la financiación del Estado, al aumentar los intereses sobre la deuda. La incertidumbre legislativa ha frenado la inversión privada: en 2024, los proyectos industriales cayeron un 22% respecto al año anterior.
A nivel empresarial, se anuncian cierres de fábricas y despidos. Michelin ha confirmado la clausura de dos plantas con la pérdida de unos 1.200 empleos. La automoción, la metalurgia y la química están entre los sectores más afectados. Si no se aprueba un presupuesto antes de final de año, podría haber una parálisis fiscal con efectos graves sobre las inversiones públicas, las ayudas sociales y el funcionamiento de los servicios del Estado.
Entre los sectores más perjudicados por esta inestabilidad destacan: La industria manufacturera, por su exposición a los costes energéticos y la competencia internacional; el sector agrícola, afectado por las protestas rurales, el aumento de costes de producción y la reducción de subsidios; el turismo, vulnerable al clima de protesta social, huelgas y percepción de inseguridad y la inversión extranjera directa, que ha caído debido a la percepción de riesgo político.
De cara al medio plazo, se plantean varios escenarios posibles: Estabilización parcial, si el gobierno de Lecornu logra aprobar el presupuesto y construir alianzas parlamentarias mínimas, podría evitar nuevas elecciones y recuperar algo de confianza en los mercados; bloqueo prolongado, si no se aprueban las cuentas ni se logra un consenso mínimo, Francia podría entrar en una situación de parálisis legislativa, con impacto directo en la economía real y nuevas elecciones anticipadas, el último recurso de Macron podría ser disolver la Asamblea Nacional, con el riesgo de un resultado aún más fragmentado o con un ascenso de partidos populistas y extremos.
Francia se encuentra inmersa en un círculo vicioso: la fragilidad política impide emprender reformas estructurales; la ausencia de reformas profundiza los problemas económicos; y el deterioro económico, a su vez, alimenta un descontento social cada vez más visible. La capacidad de Macron para recuperar el control político se ve seriamente reducida, mientras crecen las probabilidades de un nuevo adelanto electoral o de una prolongada parálisis institucional.







