Orlando Ávila García

Investigador de Inteligencia Artificial en ARQUIMEA Research Center

Aunque por su repercusión y presencia en los medios en los últimos tiempos, pueda parecer que la Inteligencia Artificial (IA) es un fenómeno nuevo; no lo es en absoluto. El término “Inteligencia Artificial” fue acuñado en 1956, doce años antes que el término “Ingeniería del Software”, algo muy ilustrativo sobre la longevidad de esta disciplina científica que pertenece a las llamadas Ciencias de la Computación.

No es la primera vez que algoritmos de IA salen del laboratorio para tener un impacto en las empresas y el mercado. Existen numerosos paradigmas y técnicas de IA que a menudo han competido tanto en el espacio académico como en el empresarial, y que han resuelto problemas del mundo real con mayor o menor éxito. Lo que es diferente esta vez es que, en la última década, el paradigma denominada aprendizaje profundo o Deep Learning ha producido algoritmos que han resuelto problemas de visión por ordenador, reconocimiento del habla, procesamiento del lenguaje natural, o síntesis de texto y voz, que parecían irresolubles por medios informáticos hasta la fecha.

La definición del concepto IA no es una tarea sencilla y desde sus orígenes ha traído mucho debate. No obstante, podemos introducirla como la réplica o simulación de los procesos cognitivos del ser humano, como el pensamiento, la memoria o la toma de decisiones. Así, el objetivo final de la IA es crear máquinas que seas capaces de replicar y mostrar comportamiento inteligente a nivel humano.

Gracias al aprendizaje profundo, hoy en día somos testigos de un paso más en el proceso de automatización del trabajo por parte de las máquinas que ahora pueden abordar tareas que requerían de unas habilidades, las cognitivas o intelectuales, que solo el ser humano poseía. Este tipo de automatización se denomina automatización inteligente, y no es más que un proceso que comenzó con la aparición de los telares en la Inglaterra durante la Primera Revolución Industrial; solo que en sus comienzos se automatizaba el trabajo físico y no el mental. La revolución tecnológica propiciada por la IA da una nueva vuelta de tuerca al proceso de automatización industrial para alcanzar el trabajo mental en lo que se ha venido a llamar la Segunda Era de las Máquinas.

“La revolución tecnológica propiciada por la IA da una nueva vuelta de tuerca al proceso de automatización industrial”

Los algoritmos actuales de IA son sistemas o aplicaciones software que consiguen que las máquinas tengan unas capacidades propias del trabajo intelectual humano en el mundo real, donde recibimos como entrada datos no estructurados, como imágenes, audio, vídeo y otros estímulos del mundo real. Las capacidades de los nuevos algoritmos de aprendizaje profundo permiten a las máquinas procesar directamente este tipo de datos, sin intermediación humana (necesidad de que un humano los estructure en esquemas, modelos o formularios predefinidos). Ahora, estas aplicaciones son capaces de recibir datos directamente del mundo real, denominados como “no estructurados”, con texto en lenguaje natural, voz, o imágenes directamente de cámaras.

Desde la Primera Revolución Industrial, la automatización ofrece tres ventajas que siguen presentes con los últimos avances de la IA: mejorar la calidad del resultado, aumentar la productividad y ser más rápidos a la hora de producir bienes y servicios. De la misma manera que siempre ha causado polémica el uso de máquinas para automatizar el trabajo físico, debido al reemplazo total o parcial que significa para los trabajadores humanos, en la Segunda Era de la Máquinas, esta polémica se ha reavivado con fuerza. La pregunta que se hace la mayoría es si estos algoritmos de IA vienen a reemplazar a los humanos, o a amplificar sus capacidades cognitivas e intelectuales humanas.

“Desde la Primera Revolución Industrial, la automatización ofrece tres ventajas que siguen presentes con los últimos avances de la IA: mejorar la calidad del resultado, aumentar la productividad y ser más rápidos a la hora de producir bienes y servicios.”

Desde un punto de vista de una IA responsable, las empresas deben afrontar estos cambios y beneficios propios de la automatización desde la convivencia entre las tecnologías y los humanos, y plantear como fin la amplificación de la inteligencia de sus trabajadores para producir más, mejor y más rápido, y no simplemente su reemplazo. Esto último puede resultar en ganar en velocidad y reducción de costes, pero a costa de la calidad del resultado y, más importante, de un deterioro paulatino del capital humano (talento) de las empresas.

La preocupación por el fin de la presencia humana en los trabajos no es en absoluto infundada, aunque hay que verla desde el punto de vista adecuado y no desde el sensacionalista. Desde siempre, las nuevas tecnologías han vuelto obsoletos ciertos trabajos mientras daban lugar a otros nuevos. El problema es el tiempo que le lleva a una sociedad asimilar esos cambios; a menudo requiere de generaciones e incluso de cambios sociales, políticos y económicos de calado. Debemos trabajar por un futuro en el que la implantación de la IA en nuestro día a día cree nuevos trabajos lo más rápido posible, reeducar a los profesionales para adaptarse a nuevas herramientas y tareas, y que la sociedad asimile positiva y rápidamente estos cambios. Para ello, debemos investigar y desarrollar una IA responsable que amplifique las capacidades humanas y que se base en conectar este nuevo tipo de herramientas con nuestros procesos cognitivos e intelectuales, manteniendo siempre a los seres humanos en el centro de los procesos.

El gran problema y miedo con estos rápidos avances es que existe un tiempo de estabilización entre que unos trabajos desaparecen y se crean unos nuevos. Mientras que las revoluciones anteriores la sociedad ha tenido generaciones completas para asimilar los cambios en las profesiones, el desarrollo tecnológico propiciado por la IA es exponencial, lo que podría dificultar que la sociedad y los trabajadores puedan adaptarse a los cambios, y así propiciar que se quedaran desactualizados permanentemente. Esto es un motivo de preocupación, pues la aceleración del desarrollo tecnológico podría invalidar el postulado de que las nuevas tecnologías destruyen empleos mientras crean nuevas profesiones, y que las sociedades y sus trabajadores terminan adaptándose.

“El gran problema y miedo con estos rápidos avances es que existe un tiempo de estabilización entre que unos trabajos desaparecen y se crean unos nuevos.”

Llevamos desde el inicio de los años 2000 con Internet y aún hoy en día, en pleno 2023, seguimos viendo cómo, aunque los avances han sido enormes, continúa habiendo carencias en su integración en las administraciones públicas, en la adecuación de los servicios públicos y privados a nuestros mayores y niños, o en la cubertura en zonas rurales, por poner solo algunos ejemplos. Si no se trabaja activamente para evitarlo, con una visión de inclusividad y democratización de la tecnología, la revolución que implica la IA no hará más que aumentar la llamada brecha digital y con ello, las diferencias sociales. Es fácil imaginarse un mundo en el que este nuevo tipo de herramientas, para amplificar nuestra capacidades cognitivas e inteligencia, beneficien solo a unos pocos, y que la gran mayoría de las personas sean reemplazadas de los procesos productivos, incapaces de encontrar su lugar y aportar en los mismos.

Ante esta velocidad en los cambios es importante que las empresas adopten una postura de IA responsable en sus negocios y procesos. Esto implica que adopten una implantación de sistemas y aplicaciones de IA para amplificar las capacidades de empleados, no simplemente para reemplazarlos por una versión más barata de trabajador. Lo primero asegurará que la sociedad en su conjunto asimile más rápido y mejor estos cambios, y que la empresa no solo aumente en velocidad y productividad sino en la complejidad y calidad de los bienes y servicios que produce.

“Ante esta velocidad en los cambios es importante que las empresas adopten una postura de IA responsable en sus negocios y procesos”

Mantener la presencia humana (con una inteligencia amplificada por la IA) en los procesos productivos no será un gasto en vano, sino que la convivencia de ambos garantizará actividades con unos resultados más avanzados y con mayor calidad, a un coste y en un tiempo que hasta la fecha eran imposibles. Tómese como un ejemplo: A primera vista, ahora mismo hay trabajos que requieren de 20 personas para realizarse. La IA permitirá a uno solo profesional llevar a cabo el trabajo de un número cada vez mayor de trabajadores en su mismo campo. Esto puede tomarse con una visión cortoplacista para la empresa (muchos puestos de trabajo serán irrelevantes) o más positiva y ambiciosa: la empresa ahora podrá multiplicar la cantidad de bienes y servicios que ofrece, con mayor calidad y a mayor rapidez. Esto no significa que haya que echar al resto, sino que 20 personas podrán ser 20 veces más productivas. Gracias a esto, las empresas podrán enfrentarse a desafíos cada vez más complejos, y competir con empresas mucho más grandes por segmentos de mercado cada vez más grandes.

Como los seres humanos, las empresas habitualmente solo se embarcan en misiones o se establecen metas que son realizables. Con unas capacidades diferentes como las que ahora nos ofrece la IA, podremos abordar como empresa y como sociedad desafíos que hoy en día resultan inalcanzables por el tiempo y los recursos que implican. Es difícil de imaginar como un profesional puede ser 20 o 50 veces más productivo, pero al final poco a poco lo empezamos a ver. Como resultado, mediante estas herramientas de automatización inteligente, se podrá abaratar y acortar los tiempos de avances que hasta la fecha implicaban millones de euros y años de investigación y desarrollo. Este es el caso del descubrimiento de nuevos fármacos. En la actualidad se trabaja en herramientas de IA para acortar el proceso de diseño de nuevos fármacos a menos de un año de los casi diez que puede implicar con las herramientas y metodologías actuales. Y esto no significa que se vaya a despedir a todos los investigadores implicados, sino que éstos verán sus capacidades amplificadas para hacer mucho más trabajo en menos tiempo. Gracias a la IA, los seres humanos podremos hacer tareas cada vez más complejas en mucho menos tiempo: se producirán unos bienes y servicios mucho más avanzados y personalizados, con el potencial de aumentar el bienestar de nuestra sociedad.

“Con unas capacidades diferentes como las que ahora nos ofrece la IA, podremos abordar como empresa y como sociedad desafíos que hoy en día resultan inalcanzables por el tiempo y los recursos que implican”

Por todo esto, sería demasiado simplista reducir que la aparición de la IA va a reemplazar a los profesionales y producir un desempleo masivo. Las empresas que tomen el camino de reemplazo en vez de la amplificación podrán ver aumentar su productividad y beneficios a corto plazo, pero deberán entender que esto se hará a costa de la calidad de su proposición de valor y, más importante, a costa de perder el talento humano. Por ejemplo, un libro escrito por un algoritmo de IA está muy lejos de poder parecerse al creado por un escritor profesional; si bien el será más barato y rápido, su calidad está lejos de acercarse a la producida por un ser humano. Además, a medida que las herramientas de IA sean adoptadas por los escritores para amplificar sus capacidades cognitivas, sus obras serán cada vez más ambicionas y de mayor calidad, en menos tiempo. ¿No parece mejor idea invertir en tus empleados y en sus capacidades, en vez del beneficio a corto plazo que podría conseguirse mediante su reemplazo por algoritmos de IA?

La tendencia de la empresa siempre debe pasar por la apuesta y la inversión en innovación, y en un impacto positivo en la sociedad donde realiza su actividad. Esto implicará una visión responsable de la IA y trabajar activamente en un mundo donde los algoritmos de IA no reemplacen al ser humano, sino que lo amplifiquen.