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Rafael Benjumea

Presidente de la UNEF

Primero fue el turismo. Ahora también la fotovoltaica. El capital solar siempre ha sido un motor para el progreso económico de España. La tecnología fotovoltaica es un recurso autóctono, limpio, barato e inagotable que no debemos desaprovechar para fortalecer nuestro ecosistema empresarial e industrial. Nos ofrece una ventaja competitiva que debemos explotar para liderar la recuperación económica y la transición energética en Europa. Un proceso que debe ser verde, sostenible y justo socialmente para que cumpla realmente sus objetivos.

La energía solar es la más capaz en estos momentos de satisfacer esos tres requisitos. La posibilidad del autoconsumo y las comunidades energéticas hace posible la capilaridad social de sus beneficios. También las empresas que desarrollan plantas en suelo de mayor tamaño están introduciendo fórmulas para distribuir estos inputs a través de bonificaciones o de fórmulas como el ‘crowdfounding’.

Todo ello se debe hacer con el máximo respeto hacia la realidad de la riqueza ambiental y paisajística de nuestro territorio y de sectores productivos tradicionales tan importantes para nuestro país como el de la agricultura o la ganadería. Debemos actuar unidos para progresar juntos, sin dejar a nadie atrás. Siempre fomentando el diálogo y el máximo consenso con los ayuntamientos y las comunidades locales donde nos podamos implantar.

Es, por ejemplo, el caso del reciente acuerdo que hemos firmado, junto a otras asociaciones renovables y vecinales, con el Ayuntamiento de Cartagena, en Murcia, para el desarrollo sostenible de plantas fotovoltaicas. También es un ejemplo de nuestra voluntad en este sentido el lanzamiento este año del Certificado de Excelencia en la Sostenibilidad y la Conservación de la Biodiversidad de las plantas fotovoltaicas, que más de 35 proyectos ya han solicitado.

Transformaremos nuestro ‘recurso sol’ en una riqueza que va más allá de la distribución de sus beneficios. Apostar por la fotovoltaica es una oportunidad para modernizar, reverdecer nuestra economía y crear músculo empresarial. Tenemos capacidad de producción nacional y tecnología propia. Se trata una industria cada día más saneada y fuerte que hizo que el año pasado nuestro país fuera exportador neto.

Y, además, contamos con empresas que destacan por estar entre las mejores del mundo. La solar es una tecnología ‘Made in Spain’. Hasta el 65 % de los equipos se pueden fabricar en España y hay empresas españolas entre los diez mayores fabricantes a nivel mundial de inversores y de seguidores solares. Además, hay varias iniciativas de fabricación de módulos que pueden consolidarse en los próximos años. Por eso, en las Propuestas de UNEF para una Estrategia Industrial Fotovoltaica pedimos que el sector sea reconocido como una cadena de valor de importancia estratégica a nivel europeo.

Alrededor de esta tecnología orbitan muchos subsectores –fabricación de equipos y componentes o necesidades de transporte, por ejemplo– con un gran potencial de creación de empleo. Según la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA), en 2019 la fotovoltaica fue la tecnología renovable que concentraba a nivel mundial la mayor fuerza laboral alcanzando un porcentaje del 33 %, 3,8 millones de puestos de trabajo.

En España, tal y como refleja el Informe Anual de UNEF, la huella total en lo que se refiere a empleos ascendió en 2020 a 58.892 trabajadores nacionales ligados directa, indirecta e inducidamente al sector fotovoltaico.

La energía solar es una gran herramienta, asimismo, para combatir la despoblación rural, que tiene un gran potencial para atraer en los próximos años a empresas del exterior que opten por la relocalización en favor de una factura eléctrica que les aporta competitividad y ahorros.

Por otra parte, la recuperación económica de España pasa también por la aumentar nuestro grado de independencia energética, que en la actualidad se sitúa aproximadamente en el 73 %. A más renovables, menos importación de combustibles fósiles, que no tenemos. Y con todos los beneficios que ello conlleva, por ejemplo, ambientales, por la menor emisión de gases de efecto invernadero. También aportamos al PIB español. En 2020 un total de 3.717 millones de euros.

De acuerdo con el Global Market Outlook de Solar Power Europe, publicado en julio, nuestro país figura en el TOP 10 mundial de capacidad solar instalada por número de habitantes. El 2020 fue, sin ninguna duda, un año histórico para el sector fotovoltaico español. No solo logramos 2,8 GW nuevos de capacidad instalada en plantas en suelo sin ningún tipo de ayuda pública o esquema regulatorio si no que el autoconsumo creció un 30 % respecto a 2019, con 596 MW nuevos.

El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) fija la meta de 39 gigavatios de potencia instalada fotovoltaica en 2030. Teniendo en cuenta que tenemos ya instalados 13 GW, y que el autoconsumo puede añadir entre 6 y 10 GW, nos harán falta al menos 16 GW de plantas de suelo.

El cumplimiento de estos objetivos requiere un gran esfuerzo del sector y de toda la sociedad. Es imprescindible que el poder ejecutivo y legislativo apoye este despliegue con el marco normativo adecuado, sin retrasos. Caminamos en la senda adecuada pero habría que acelerar la regulación pendiente para que el autoconsumo colectivo o las comunidades energéticas sean una auténtica opción para la población. También eliminar las trabas administrativas que alargan su implantación o las de mayores plantas en suelo. Asegurar certidumbre y seguridad jurídica para la inversión es fundamental, sin dar pasos atrás.

De cara a obtener todos estos beneficios solares y permitir una mayor penetración de fotovoltaica en el sistema –que contribuya, además, a reducir la subida y volatilidad de los precios de la electricidad– es necesario acelerar el calendario de subastas renovables y revisar al alza los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC).

El sector está comprometido con la sociedad y va a continuar haciendo un gran esfuerzo para poner a disposición de cada vez más consumidores una energía que, además de limpia y barata, es una tecnología básica para impulsar una transición energética competitiva, eficiente y comprometida con un desarrollo ambientalmente sostenible.

Los fondos europeos para la recuperación ‘Next Generation EU’ y el Plan de Recuperación nacional son sin duda factores a nuestro favor. Nos mantenemos positivos y con la perspectiva en el horizonte de que, según nuestros cálculos, en los próximos diez años se pueden desplegar 20.000 millones de euros de inversión pública y privada solo en energía fotovoltaica. Es nuestra gran oportunidad para consolidar al sector y para convertir a España en un hub fotovoltaico internacional.