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Isabel Aranda

Profesora de EAE Business School

Hace tiempo que la inteligencia artificial (IA) se ha venido integrando en la actividad laboral. Sin darnos cuenta forma parte habitual de nuestras búsquedas en internet, en la producción de coches o en el control del tráfico y así ha venido demostrando su capacidad para transformar ciertos aspectos no sólo del trabajo sino de nuestra vida, en general. A medida que avanzamos hacia un futuro más digital, nos surge la pregunta de cómo la IA va a afectar al trabajo. 

Actualmente la IA tiene efectos tanto positivos como negativos en el trabajo. Por un lado, entre sus efectos positivos, permite aumentar la eficiencia y la productividad en muchas tareas, procesar grandes volúmenes de datos y realizar tareas repetitivas de manera rápida y precisa, eliminando así muchos trabajos monótonos y rutinarios y abriendo la puerta a otras definiciones horarias al poder reducir los tiempos de trabajo. Además, facilita la toma de decisiones informadas y con mayor precisión estratégica. Así es especialmente útil en sectores como la medicina, la ingeniería, las finanzas donde la rapidez en la toma de decisiones es un factor crítico. A medida que la oferta de IA se sofistica, va a ir generando nuevas oportunidades laborales de expertos que puedan desarrollar e implementar estas tecnologías y de especialistas en la supervisión y gestión de los sistemas, especialmente desde el punto de vista legal y ético.

Por otro lado, entre sus efectos negativos están la pérdida de ciertos puestos de trabajo especialmente vinculados con tareas repetitivas y predecibles que son las primeras que pueden ser automatizas, por ejemplo, en sectores como la manufactura, la logística y el servicio al cliente. Pero, también está la velocidad y la omnipresencia en nuestras vidas a la hora de manejar información, realizar tareas o tomar decisiones, factores que se vinculan al tecnoestrés que muchas personas están padeciendo y con el fenómeno laboral del burnout. 

En este sentido una encuesta publicada por ZDNET sobre si la IA puede prevenir el burnout arroja una interesante información. Según indican alrededor del 58% de los empleados de todo el mundo piensan que los avances en inteligencia artificial y robótica servirán para paliar los efectos del burnout, aunque esta percepción varía mucho en las diferentes generaciones. Cuanto más jóvenes más confían en ello.

Sin embargo, la relación entre IA y disminución del burnout no está tan clara. El burnout, definido como el agotamiento físico, emocional y mental causado por el exceso de trabajo, es un problema de salud laboral que afecta a millones de personas en todo el mundo. Tenemos que tener en cuenta que el núcleo clave del burnout es la percepción que tiene el trabajador de su trabajo, bien porque hay una diferencia importante entre su ideal de trabajo y la realidad de éste, bien por la estructuración de turnos y sobrecarga de horas y, muy especialmente, por las relaciones que mantiene en el ámbito laboral, con sus jefes, compañeros y aquellas personas a las que daría servicio: clientes o pacientes o alumnos.

A día de hoy, la IA mejora la productividad y acelera la consecución de resultados, algo que para algunos trabajadores puede suponer un plus en el estrés con que perciben su trabajo. Por otro lado, el desempeño que consigue la IA puede poner en entredicho el desempeño del trabajador, dejar ciertas posiciones obsoletas y hacerle sentir frustrado, más quemado y que es prescindible activando, con ello, su incertidumbre ante la pérdida del empleo e incrementando, a su vez, el estrés.

La IA en sí misma no tiene por qué tener un efecto directo en el burnout, va a depender de la gestión que hagamos de ella. Su impacto en nuestra calidad de vida laboral dependerá de cómo se implemente y se integre en las organizaciones.

En resumen, la IA tiene el potencial de mejorar la ejecución de muchas tareas, aumentar la eficiencia, la productividad y la toma de decisiones informadas, facilitando, con ello, la agilidad en muchos trabajos y la reducción de las horas dedicadas, abriendo la puerta a una reducción de jornadas o a una reconsideración de la organización del trabajo más orientada a resultados que a permanencia en el puesto del trabajo, algo que se ha comprobado facilita la reducción del estrés laboral y, como consecuencia, los síntomas del burnout. Sin embargo, plantea desafíos en el mercado laboral relativos a la pérdida de ciertos empleos y a la necesidad de reconvertir otros, por un lado, y, por otro, en la percepción y la relación del trabajador con su trabajo que, precisamente intensifican el estrés laboral, incrementando, con ello, la frecuencia de burnout.

En definitiva, el que la IA incremente o reduzca la tasa de burnout va a depender de la gestión que hagamos desde las organizaciones de este recurso.