El continuo incremento de los precios en España, al igual que en la Unión Europea, empieza a comprometer las perspectivas de crecimiento y recuperación económica. La economía española ha pasado de protagonizar las mayores bajadas de precios durante la pandemia a convertirse en la economía de la UE en la que más están subiendo. La inflación es uno de los principales problemas que han de afrontar las familias y las empresas; en estos momentos se sitúa en el 8’9% y en marzo alcanzó un récord en el 9’8%: el nivel más alto en 37 años, cifra que supera en cinco veces el objetivo de inflación de la UE. El aumento de los precios preocupa tanto a organismos nacionales como internacionales dada la elevada volatilidad e incertidumbre económica del momento.
La subida de precio de las “commodities” y las consecuencias económicas y sociales del conflicto ruso-ucraniano están golpeando de lleno al ecosistema financiero internacional por los obstáculos en la cadena de producción de bienes y servicios. Esto evidencia la tensión que soportan las familias y empresas que resultará en una regresión de las rentas, del crecimiento y del empleo.
Esta situación de incertidumbre pone en jaque la estabilidad monetaria y presagia un cambio de tendencia económica. Las entidades financieras ya están advirtiendo un aumento de la denegación de créditos al consumo a hogares y empresas, con consecuencias negativas para la economía: frenando los proyectos de inversión y obstaculizando la capacidad financiera de las familias.
Los proveedores de servicios financieros se convierten en aliados esenciales para aliviar la carga y ayudar a sus clientes a mantenerse financieramente solventes. Las Fintech, como nuevos competidores del mercado financiero, están transformando los canales tradicionales del crédito, para ofrecer a los consumidores una ampliación en la oferta de productos y aprovechar así las brechas desatendidas por el sector financiero tradicional, y seguir incentivando el consumo. No se puede renunciar a los productos básicos, como comida o transporte, donde la inflación está teniendo un impacto notable, pero sí se han empezado a dejar de comprar productos no indispensables porque no se tiene la liquidez necesaria.
La tecnología, pese a una previsible recesión, está favoreciendo que por el momento los usuarios sigan consumiendo, primero porque toman más decisiones en línea, encontrando y comparando las mejores ofertas, y segundo porque los pagos son simples o atractivos. En respuesta, toman aún más relevancia las nuevas herramientas que ofrecen mayor flexibilidad en los pagos, como el método BNPL (Buy Now, Pay Later). Este “nuevo” método esta creciendo en importancia tanto para negocios como para particulares, ya que ayuda al consumidor a dividir sus pagos y asumir así un menor compromiso financiero en el corto plazo. BNPL permite organizar los pagos de una manera totalmente flexible y sin comisiones adicionales. El futuro del crédito al consumo está intrínsecamente ligado a financiar pequeñas compras que se pagan en pocos plazos, beneficiándose prestatario y consumidor, uno del beneficio de dejar el dinero y el otro, del beneficio de poder disponer de los productos o servicios que necesite cuando lo necesite. En este escenario, los prestatarios deberán hacer un uso intensivo de los datos para conseguir gestionar eficientemente el riesgo, pues se exponen a la probabilidad de impago siempre que la transacción se resuelve en plazos.
Según el Banco de España, las familias han superado ya los 3.000 millones de € para afrontar pequeños gastos con el empleo de tarjetas revolving, lo que puede llevar a muchos consumidores a incurrir en moras por altos intereses de estas y, además, su uso podría verse incrementado si no cambia esta situación.
Un escenario poco halagüeño que no invita al optimismo, si bien tendremos que esperar a finales del otoño para conocer el verdadero impacto de la evolución crediticia. La continua tendencia inflacionista implica una caída del poder adquisitivo de las familias y empresas, desfavoreciendo la capacidad de ahorro e inversión y añadiendo inestabilidad al mercado. Las entidades reguladoras como la Reserva Federal de EE.UU. o el Banco Central Europeo (BCE) han subido los tipos de interés con la finalidad de controlar la inflación, encareciendo los créditos y haciéndolos más inaccesibles para combatir la falta de liquidez, el descenso de la capacidad financiera y de los flujos de inversión, con lo que se vislumbra el fantasma de la recesión.
El BCE ha vuelto a subir por tercera vez y de manera extraordinaria los tipos de interés en 75 puntos básicos hasta el 2%. La persistencia y el alto nivel de inflación en la eurozona, que se situó en el 9,9% en septiembre, y las señales de que los precios continuarán altos por una buena temporada no deja margen para otra decisión de cara a 2023. En cuanto a España, a pesar de que la economía ha resistido el primer semestre del año gracias al turismo y la creación de empleo, los indicadores más recientes apuntan a un estancamiento en el tercer trimestre. Según la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) es previsible que este último trimestre España entre en ‘recesión técnica’. Aunque el PIB nacional registró un crecimiento «ligeramente positivo» entre julio y septiembre, se prevé que la economía se contraerá hasta entrar en “territorio negativo” en el último cuatrimestre de 2022 y el primero de 2023.