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Michiel Das

Profesor en EAE Business School

En el vertiginoso mundo de las redes sociales, cada vez más personas y organizaciones se enfrentan al desafío de controlar y gestionar adecuadamente su presencia en Internet. Uno de los últimos en sumarse a esta dinámica es la Iglesia católica, que ha tenido que enfrentarse a la necesidad de reaccionar ante el auge de obispos, curas y “influencers” cristianos que han empezado a difundir la palabra de Dios en Facebook, Instagram y Twitter. En un intento de evitar que estas publicaciones (algunas de ellas de tono cuestionable) salpiquen al mismo Papa Francisco, el Vaticano ha decidido lanzar un documento informativo de documento de 20 páginas para establecer una serie de pautas y resolver conflictos y controversias que puedan socavar su imagen.

Estas pautas son especialmente importantes teniendo en cuenta que gran parte de los obispos, curas, pero incluso muchos miembros de su comunidad de creyentes, están accediendo a las redes sociales por primera vez. La falta de conocimiento sobre la forma de actuar en Internet puede llevar a malentendidos y, en algunos casos, incluso a la difusión de información errónea. Y es justo esta lucha contra la desinformación que está siendo uno de los mayores desafíos a la que se enfrente la Iglesia católica en las redes. Una imagen sacada de contexto, un vídeo manipulado o una noticia publicada en una cuenta falsa pueden poner a prueba la credibilidad y la integridad de muchas instituciones, incluida la Iglesia católica. 

La exposición pública en las redes sociales también plantea otro desafío para la Iglesia. A medida que los líderes religiosos se adentran en el mundo digital, sus publicaciones y declaraciones pueden ser objeto de un escrutinio público masivo. Esto implica la necesidad de un mayor cuidado y cautela al compartir contenido en línea, garantizando que las publicaciones sean respetuosas, coherentes y representativas de los valores y principios de la Iglesia o las instituciones que representan (más allá de las opiniones individuales de sus obispos o curas).  

Sin embargo, la presencia activa de la Iglesia en las redes sociales también puede traer consigo una serie de beneficios significativos. En primer lugar, permite una mayor difusión de los mensajes y enseñanzas religiosas, alcanzando a audiencias más amplias y diversas en todo el mundo. Por otro lado, también permiten establecer una comunicación bidireccional, donde los seguidores pueden expresar sus inquietudes, hacer preguntas y recibir orientación espiritual. Esto crea un sentido de comunidad y conexión, permitiendo que la Iglesia esté presente y sea accesible para aquellos que buscan apoyo, orientación y pertenencia. Por último, son una forma de llegar incluso a aquellas personas que hasta ahora se han resistido más a la digitalización, como las personas mayores de más de 70 años, quienes tradicionalmente han mostrado una menor afinidad por la tecnología. Para muchas de ellas, las redes sociales a menudo se convierten en un primer paso del mundo digital, permitiéndoles familiarizarse gradualmente con otras herramientas y recursos digitales.

La noticia de que la Iglesia católica ha establecido pautas para guiar a sus obispos y curas en las redes sociales es un hito significativo. Durante mucho tiempo, la Iglesia se ha mantenido al margen del debate sobre su presencia en las redes sociales, pero ahora se ha unido a las filas de las últimas grandes instituciones en dar el paso hacia las redes sociales, reconociendo la importancia y el impacto que estas tienen en la sociedad actual.

Por último, a pesar de los desafíos a los que se enfrente al Iglesia católica en las redes sociales, también puede encontrar algo de alivio en una tendencia reciente. El concepto del Metaverso, una idea que hasta hace poco fue considerada la próxima gran revolución tecnológica, ha perdido impulso y prácticamente ha sido cancelado. Por lo que, al menos por ahora, no tendrá que preocuparse por los desafíos que este desafío digital adicional podría plantear. Un problema menos, y más recursos disponibles para educar a sus curas y “incluencers” religiosos y enseñarles cómo tienen que reaccionar ante los “haters” en el universo digital que creó Mark Zuckerberg hace más de 19 años.