Aquellos que prestan fondos buscan rentabilidad de sus inversiones financieras. En el caso de la financiación de los países, esta norma sigue siendo de aplicación. Desde siempre, el nivel de seguridad que ofrece un prestatario respecto de la devolución de capital e intereses se relaciona con el coste financiero de los recursos. Así, el prestamista ajusta el coste del dinero de tal forma que, a mayor seguridad, menor tipo de interés. Este efecto se produce, también, de forma contraria: mayor riesgo, mayor coste de la financiación.
La prima de riesgo en España es, en estos momentos, superior a la de Alemania e, incluso, a la de Portugal. En esta situación, nos debemos preguntar cuáles son las causas que motivan que los prestadores de fondos no confíen tanto en España como sí lo hacen con otros países. Debe tenerse en cuenta que la valoración de las circunstancias que envuelven a un país, respecto de su capacidad para devolver capitales tomados a préstamo más sus intereses, depende de la apreciación subjetiva de los prestamistas más que de una realidad única y cierta. Es decir, la imagen proyectada es la que se valora por encima de la situación real. Por otra parte, la apreciación del riesgo del deudor se fundamenta en expectativas de futuro (cómo se espera que sucederán las cosas) más que en una evaluación situacional de presente. Finalmente, remarcar que la apreciación del riesgo es volátil; es decir, que cambia de un día para otro, en función de nuevas informaciones que sean conocidas y que afecten (a juicio de los prestamistas) la calificación del riesgo del deudor.
Entonces, ¿qué es lo que valoran los prestadores de fondos a la España soberana a la hora de establecer su nivel de riesgo? Pues, determinadas variables que puedan afectar el crecimiento de la economía, de forma adecuada, según el criterio de los que han de cobrar la deuda.
Un aspecto es la idiosincrasia española, al menos desde el punto de vista de cómo nos ven otros territorios. Existe la visión de una España que no sabe solucionar problemas estructurales de la economía. Así, se percibe que el gasto público no se destina a proyectos de país que sean rentables, es decir, que proporcione un retorno positivo. Según algunos, en España malgastamos.
Otro aspecto cuantitativo es la evolución de la deuda pública española hasta 1,5 billones de euros y subiendo. Se incrementa la deuda a un ritmo mucho superior al de la creación de riqueza. Esta evolución no es sostenible ‘ad infinitum’, y cada día que pasa estamos más cerca de llegar a un límite asumible. Este desajuste resta credibilidad a la economía española, aumenta la desconfianza y, por ende, sube la prima de riesgo.
La presión fiscal en España se ha elevado a niveles altos para poder financiar el enorme presupuesto estatal porque no es esperable una contrición del gasto público en año electoral. Una de las partidas más controvertidas es el gasto en pensiones, que es mayor cada período. Por una parte, ha de conjugarse el hecho que determinadas personas han cotizado durante muchos años con la promesa de una pensión acorde a su esfuerzo y que, ahora, el Estado se ve incapaz de asumir. ¿Qué se les puede decir a este colectivo? Directamente, que van a cobrar menos o que han de cotizar más años. En Francia ya ha habido un posicionamiento beligerante contra esta decisión y es esperable que en España se produzca una queja social en la calle en el mismo sentido. El Gobierno, seguramente, pospondrá algunas regulaciones restrictivas en la prestación de pensiones para después de las elecciones, con lo que el problema financiero sigue vigente hoy en día. Por otro lado, el modelo de estado de bienestar en el que se ofrecen pensiones y ayudas mínimas vitales para las clases más desfavorecidas supone i dispendio importante en este capítulo. Estas dos situaciones se producen de forma simultánea, lo que agrava la posición financiera del Estado.
Finalmente, a diferencia de otros países, en España se está produciendo una disminución de la case media, en personas y en ingresos, y se está polarizando la segmentación social económica hacia los extremos. Estamos llegando a cifras récord de personas ricas en España al tiempo que se engrosa la capa social más desfavorecida. Este movimiento socioeconómico es contrario al desarrollo del territorio.
Este conjunto de circunstancias lastra el futuro económico del país y ayuda a una percepción negativa y negra de nuestro futuro económico (generación de riqueza) y financiero (capacidad de devolución de capital e intereses).
Nuestro riesgo se traduce en nuestra prima de riesgo.