Contaba Pilar Cernuda cómo la célebre expresión se la espetó Eugenio D’Ors a un camarero que derramó una botella de champán al intentar descorcharla con un método novedoso. No deja de ser otra manera de decir aquello de con las cosas de comer, no se juega.
El año pasado se aprobó la ley 12/2023 de 24 de mayo, que pretendía conseguir una moderación en los precios de los alquileres.
Fuimos muchos los que alzamos la voz contra aquella ley desde distintas tribunas. No por el objetivo que perseguía, que era de lo más loable, sino por la manera de alcanzarlo, que nos parecía de lo más ineficaz. Nos parecía que se iba a cumplir aquello de que quien bien te quiere, te hará llorar. Por lo de las buenas intenciones.
De esta manera, parece que nuestros dirigentes, ni escucharon a los que les decíamos que no se pueden poner puertas al campo y que, por tanto, limitar los precios sin más, tan solo agravaría el problema al reducir la oferta de viviendas, ni tampoco tuvieron la precaución de observar qué resultado habían tenido políticas similares en otros lugares. Aunque solo fuera por aquello de que el hombre inteligente aprende de sus propios errores mientras que el sabio lo hace con los errores de los demás.
Si lo hubieran hecho, habrían detectado cómo los estudios de Thomschke (Berlín), Diamon et al. (San Francisco) o Downs (Nueva York), entre otros, nos muestran que las medidas de control de precios acaban por conseguir el efecto contrario al que persiguen. Dado que menos propietarios están dispuestos a alquilar su vivienda bajo las nuevas condiciones (contracción de la oferta), a los inquilinos cada vez les es más difícil encontrar un lugar dónde vivir.
Como rectificar es de sabios, se deberían tomar medidas que vayan encaminadas en otra dirección. Si queremos que la vivienda sea accesible, es necesario aumentar la oferta o limitar la demanda.
Y ya vamos tarde, porque el mercado de la vivienda es un mercado muy poco flexible, de movimientos lentos, por lo que no conseguiremos revertirlo de una manera rápida. Pero bueno, ya se sabe que más vale tarde que nunca. Lo importante es empezar a revertir la situación cuanto antes y no dejar para mañana lo que podamos hacer hoy.
El camino pasa por aumentar la oferta, ya sea apoyando a los propietarios que pongan sus viviendas en el mercado a un precio razonable, facilitando la construcción pública o privada de viviendas de alquiler, facilitando la reconversión de espacios infrautilizados, reduciendo la burocracia, agilizando permisos, mejorando las garantías de las partes, o una combinación de todas las anteriores.
Pido por tanto a nuestra clase política que revise la legislación actual. Y lo pido también a título personal, porque si no cambiamos el rumbo, seré yo quien tenga que cambiar el título de mi libro, “Alquilar o Comprar”, por el de “Ni alquilar, ni comprar” porque acceder a una vivienda se acabará convirtiendo en misión casi imposible.
En resumen, si la situación nos ha servido para aprender de nuestros errores y dirigir las políticas en la dirección adecuada, pues no hay mal que por bien no venga. A ver si al cabo de un tiempo, podemos alquilar champan, a precio de gaseosa.