Quién le iba a decir a Albert Einstein, hace unos 120 años, para que se iba a usar y qué iba a ser de la fisión nuclear como consecuencia del cambio de los modelos producción energética. Claro que en 1905 ni siquiera el mismo Albert Einstein imaginaba para qué se usaría su más famosa y extendida fórmula, de equivalencia entre energía y masa.
Por el camino se quedaron sus cambiantes posturas pacifistas para el «no uso» de la energía nuclear en el ámbito bélico o los varios desastres nucleares desde Chernóbil hasta Fukushima. Lo cierto es que, por estos u otros motivos, la energía nuclear, poco a poco, ha ido cayendo en desgracia inexorablemente, al menos la relacionada con fisión del núcleo atómico, que es la empleada en las centrales nucleares de todo el mundo. Las alternativas a este tipo de producción y otras, ya se empezaron a analizar hace más de 50 años, con la crisis del petróleo en los 70 del pasado siglo, aunque por todos es conocido que en aquella época la energía nuclear estaba más bien en auge. Muestra de ello es el panorama del número de centrales nucleares ordenado por países, en el que por cierto España está en el puesto 12 del ranking, liderado por Estados Unidos y por Francia, nuestro vecino próximo.
El panorama ha cambiado considerablemente, y en la picota están las energías renovables, en todas sus formas y manifestaciones, como alternativa plausible a todo lo dicho.
Las recientes noticias por las que las empresas energéticas como Iberdrola, Endesa o Naturgy ya cuentan con números equivalente en producción de energía mediante renovables con respecto a la nuclear
provoca asombro al tiempo que cierta esperanza. El asombro para muchos puede ser que se produzca tanta energía mediante centrales nucleares (nada extraño a la vista de los números de centrales) y la esperanza podría estar en el convencimiento de que la inversión en renovables se haga realidad a un nivel productivo global.
Si somos algo conocedores del pasado, hasta no hace muchos años, la energía nuclear era la más limpia que había (riesgos y residuos aparte) y la energía renovable era poco más que ciencia ficción. La balanza sin duda estaba del lado de la nuclear, por cuanto la inversión económica en tecnología ganaba por goleada. Como muchas veces pasa, cuando un producto entra en el mercado de consumo como una «innovación radical» antes ha habido un desarrollo tecnológico, nada baladí, por parte de los departamentos de defensa de los distintos países. Luego, con el tiempo y con la finalidad de aprovecha dicha tecnología por parte del resto de los mortales, su uso se hace extensivo. Ese camino lo han seguido programas informáticos, turbinas de reacción de aviones, la mismísima red de internet o las centrales nucleares.
Ahora nos enfrentamos a un cambio de paradigma en toda regla, donde la inversión económica en tecnología para la producción de energía renovable se cuantifica en megavatios, es decir en millones de vatios o como en el caso de los números de producción de energía por pare de las tres empresas mencionadas, en gigavatios, tres ceros más en la cuenta.
Al final los números deben cuadrar, por lo que la esperanza está puesta en la inversión económica del desarrollo tecnológico de las energías renovables, en el más alto nivel de producción.
Quizá, de esta manera, en no muchos años, podamos leer la noticia de que la producción de energía mediante fuentes renovables ha duplicado a la nuclear…