“Llegaremos hasta el final, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con creciente confianza y creciente fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla, no importa cuan alto sea el precio, lucharemos en las playas, lucharemos en los aeródromos, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas. No nos rendiremos jamás. (…)”. Se cumplen 80 años de estas emocionante palabras de Winston Churchill, aquel 4 de junio de 1940, cuando dirigía un discurso a la Cámara de los Comunes, tras la batalla de Dunkerque. Habían sido cinco días intensos en los que la suerte de soldados británicos, franceses y belgas, sitiados en playas del Norte de Francia por el ejército alemán, parecía echada.
Han pasado 80 años de esa derrota, porque fue un desastre desde el punto de vista militar, pero que se vivió como una victoria moral porque la sociedad británica entendió que su gran fortaleza residía en su unión como pueblo, haciendo que el todo supusiera muchísimo más que la suma de sus partes. Cuando se echa la vista a atrás, y conocemos que todo aquel dueño de una embarcación (de arrastre, vapores, yates, botes a motor…); desde Dover, o lugares más alejados como la isla de Man y Glasgow; se echó al mar embravecido, camino de la guerra, para rescatar a los soldados varados, surgen emociones tan fuertes como el asombro y la admiración.
Hoy, ocho décadas después, volvemos a enfrentarnos a retos y enemigos que ponen en peligro nuestro futuro como sociedad. La incertidumbre ha provocado desorientación en organizaciones de todo tipo, públicas y privadas: las empresas ven amenazada su viabilidad, el talento teme un retroceso en el mercado laboral hasta niveles de la crisis financiera de hace una década… En definitiva, tenemos ante nosotros un escenario nada atractivo y repleto de interrogantes sin respuestas de ningún tipo.
Sin embargo, si en 1940, el pueblo inglés pudo y supo rescatar a sus jóvenes de una muerte segura a manos de un enemigo cruel, nosotros como sociedad también podemos y debemos unirnos para que esta batalla que nos ha tocado enfrentar sea ganada. Es el momento del alineamiento estratégico de todos hacia un propósito común, para lo que habrá de conjugar competencias, recursos y conocimientos; para lo que habrá que ser firmes y valientes; para lo que habrá que potenciar la inteligencia colectiva de todo el país, uniendo y no dividiendo, motivando y nunca hiriendo, sembrando para el mañana y no pisoteando el esfuerzo de aquellos que tratan de ayudar.
No podemos permitirnos errar, no debemos titubear. Si hace 80 años una flota formada por barcos civiles logró rescatar a más de 330.000 soldados en Dunkerque, nosotros hoy hemos de intentar cuanto menos salvar nuestra economía: trabajando aún más si cabe, creando empleo, peleando por nuestros derechos como empresarios, buscando la excelencia en el día a día, apostando por la innovación y la transformación de modelos de negocio… para que el enemigo feroz que nos acecha no logre acorralarnos. Y recuperando las palabras de Churchill con las que comenzábamos: habremos de luchar con creciente confianza y creciente fuerza y no nos rendiremos jamás.