El tipo de cambio de una divisa frente a otra se determina, al igual que con cualquier otro bien, activo o servicio, por su oferta y demanda, las cuales a su vez se originan por dos tipos de transacciones: por una parte, el intercambio de bienes y servicios (balanza por cuenta corriente), y por otra, la balanza por cuenta financiera (compra-venta de activos y pasivos de esta naturaleza). Obviamente, la autoridad monetaria influye preeminentemente en la oferta monetaria, y por tanto, puede amplificar o contrarrestar las acciones de los agentes económicos.
Desde enero del 2022 hasta ahora el Yen se ha depreciado un 26,9% (un 28,8% en el mínimo de cotización que registró el pasado 11 de julio), y frente al euro un 23,3% (un 25,0% frente al mínimo de la referida fecha).
Si observamos el déficit por cuenta corriente en relación al PIB, que se incrementara en Japón desde un 0,26% en 2021 a un 3,55% frente a un mantenimiento del mismo en EE UU (5,14%) podría explicar en parte que se depreciara el Yen frente a esta divisa. Sin embargo, confrontándolo frente al euro, en el mismo periodo el superávit europeo cayó desde el 2,7% hasta convertirse en déficit en un 0,6%, comportándose, pues, de modo análogo a la economía japonesa (pérdida de 3,3 puntos porcentuales de la ratio saldo por cuenta corriente respecto al PIB). Aún así, el yen también se depreció respecto al euro. Adicionalmente, a lo largo de 2023, continuó el yen perdiendo valor respecto al dólar y el euro, a pesar de que la mejora del saldo por cuenta corriente de Japón fue más robusta que en EE UU y no muy lejana de la alcanzada por la economía europea.
Por tanto, tenemos que girar la vista hacia la cuenta financiera de la balanza de pagos para entender qué ha ocurrido con el yen. Las transacciones financieras entre divisas vienen influidas por el deseo de comprar o vender activos financieros de una zona económica (p. ej. si se piensa que las acciones europeas serán más rentables que las americanas implicará que la demanda de euros sea más fuerte, también la oferta de dólares, provocando que se aprecie el euro frente al dólar), por la selección de activos “seguros” (como puede ser los bonos del tesoro americano que son una “reserva de valor”, o fuera de los activos financieros, el oro), como consecuencia de movimientos especulativos (sobre todo, en momentos de incertidumbre o alta volatilidad), y finalmente debido a las acciones llevadas a cabo por los bancos centrales (recordemos el “quantitative easing”, o en sentido contrario, el “tapering”).
Estas decisiones responden, en gran medida, a la evolución de los tipos de interés nominales, los cuales se han mantenido negativos en Japón (-0,10% hasta marzo del año actual), frente a un incremento de los de la Reserva Federal americana (del 0,0% en 2021 a 5,25% en 2023) y del Banco Central europeo (del 0,0% al 4,5% en el mismo periodo de tiempo), lo cual, unido a la evolución de la inflación en cada zona, ha conllevado que los tipos de interés reales (nominales menos inflación), hayan transitado de negativos a positivos en EE UU y Europa (en esta última del -5,0% al +1,60%), mientras que contrariamente, se hayan mantenido negativos en Japón (del -0,90% en 2021 al -2,70%). Por consiguiente, los activos financieros japoneses pierden lustre para ganarlo los europeos y americanos, provocando que la menor demanda de yenes, deprecie su tasa de cambio respecto a sus pares.
Esta situación provocó que el Banco de Japón elevara su tipo de interés el pasado 19 de marzo al +0,1%, siendo la primera subida en los últimos 17 años. Sin embargo, esta medida no ha impedido que se siguiera depreciando el yen, alcanzando su mínimo el 11 de julio (161,61¥/$ y 175,07 ¥/€). ¿Qué repercusiones económicas se desprenden de esta depreciación?. En términos sencillos favorece la posición acreedora frente al exterior, debido a que se abaratan las exportaciones y que al repatriar capitales (en dólares o en euros) se obtienen más yenes, mientras que de forma simétrica, perjudica la posición deudora al encarecer las importaciones y resultar menos atractivas las inversiones japonesas (los beneficios obtenidos allí al convertirlos en euros o en dólares generan un menor rendimiento).
¿Qué podemos esperar al cierre del año?. A finales de abril y principios de Mayo el Banco de Japón intervino (comprando yenes y vendiendo dólares) por valor de 62,7 millardos de dólares, y entre los días 11 y 12 de Julio, aunque no haya reconocido una intervención real, este banco efectuó operaciones similares por 22 millardos de dólares, lo cual posibilitó que el yen recuperara la cotización por debajo de 160 ¥/$. Seguramente el tiempo juega a favor de Japón, porque la referida “intervención” del 11 y 12 de Julio no necesitó ser más fuerte gracias a que el dólar ya comenzaba a depreciarse como consecuencia de una inflación americana más baja que la estimada, lo cual puede facilitar que la Reserva Federal inicie la reducción de tipos de interés en su reunión del 30/31 de julio, o con mayor probabilidad el 17/18 de septiembre (recordemos que el Banco Central Europeo se adelantó en Junio). En este caso, ambas divisas se equilibrarían no necesitando ninguna intervención especial.
De hecho, esta reactividad del Banco de Japón es la asumida por tres cuartas partes de los analistas al defender que en su reunión del 30/31 de Julio no tocará su tipo de interés, y que en todo caso proseguiría con la reducción en su programa de compra de bonos. Adicionalmente, EE UU, y en especial, su candidato a la presidencia, Donald Trump, ha expresado sus reservas sobre el mantenimiento de un dólar tan fuerte respecto a las divisas asiáticas.
Todos estos factores, de acuerdo a las proyecciones recogidas por Reuters, predicen una revalorización progresiva del yen que, en promedio, llegaría a la cotización 152 ¥/$ el 31/12/2024 y de 146 ¥/$ el 30/06/2025, y en términos del euro, 164 ¥/€ y 161,7 ¥/€ para las mismas fechas respectivamente.