Natalia Bagnati

Directora de Innovación y Emprendimiento de EAE Business School Barcelona

Hace algunas décadas, emprender era considerado un plan alternativo, casi una contingencia, para aquellos que no encontraban su lugar en el mercado laboral tradicional. Sin embargo, esta percepción se ha ido desdibujando por una visión del emprendimiento como sinónimo de innovación, creatividad y, sobre todo, de valentía. La crisis económica de 2008 marcó un antes y un después, e impulsó a muchos a reinventarse y a ver en el emprendimiento no solo una salida, sino una oportunidad de contribuir al cambio y al desarrollo económico del país.

La tecnología y la globalización han sido catalizadores clave en este proceso, democratizando el acceso a la información, los mercados y los recursos. Hoy, los emprendedores españoles no solo piensan en local, sino que tienen la capacidad y la ambición de proyectarse globalmente, gracias a estas herramientas que rompen barreras y acercan culturas.

¿Pero cómo impulsamos el espíritu emprendedor? Para mantener viva la llama del emprendimiento, es fundamental adoptar un enfoque holístico que incluya educación, acceso a financiación, un marco regulatorio favorable y un cambio cultural que revalore el fracaso como parte del aprendizaje.
La educación juega un papel crucial en este ecosistema, inculcando desde edades tempranas habilidades como la creatividad, la resiliencia y la capacidad de asumir riesgos. Las escuelas de negocios, en particular, deben seguir siendo incubadoras de talento, no solo transmitiendo conocimientos técnicos, sino también fomentando un entorno de colaboración, mentoría y networking.

El acceso a financiación sigue siendo uno de los grandes retos para los emprendedores. Hay que facilitar mecanismos de financiación diversificados que apoyen desde la semilla hasta el escalado de startups y promover así un crecimiento sostenible y robusto del ecosistema emprendedor.
Otro aspecto crucial es simplificar los procesos burocráticos y legislativos para la creación de empresas, dar Incentivos fiscales para inversores y emprendedores, junto con una reducción en la carga administrativa, y así fomentar un ambiente donde emprender sea visto como una opción viable y atractiva.

Sin embargo, quizás el desafío más grande sea el cambio cultural, que poco a poco va haciendo mella. Debemos aprender a valorar el proceso emprendedor en totalidad, incluyendo los fracasos. Estos no deben ser vistos como finales, sino como experiencias de aprendizaje indispensables en el camino hacia el éxito. Fomentar una comunidad emprendedora que apoye, comparta conocimientos y experiencias, y celebre, tanto los éxitos como los aprendizajes derivados de los errores, es esencial para construir un futuro más innovador y emprendedor en España.

EMPRENDIMIENTO Y EMPRESA

Con esta evolución, emprender ha dejado de ser un rara avis y su espíritu está permeando en el sector corporativo. Las grandes organizaciones están adoptando una mentalidad más ágil, fomentan la innovación abierta y crean espacios internos para la incubación de ideas para mantenerse competitivas ante los cambios del mercado y las expectativas de los consumidores, promoviendo una cultura que valora la experimentación y el aprendizaje a partir del fracaso.

La colaboración entre startups y corporaciones se está intensificando, beneficiándose mutuamente del intercambio de innovación, recursos y conocimiento. Este enfoque no solo impulsa el crecimiento económico y la competitividad, sino que también atrae y retiene al talento que busca creatividad y propósito en su trabajo. Sin embargo, la transición hacia una cultura empresarial más emprendedora requiere liderazgo visionario, adaptabilidad y una gestión cuidadosa del cambio organizacional.

Ante este nuevo escenario, con un espíritu emprendedor cada vez más presente en el mindset de las nuevas generaciones estamos frente a un futuro prometedor, lleno de oportunidades para aquellos dispuestos a tomar el riesgo y aportar con sus ideas al crecimiento económico y social de nuestro país. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de apoyar y fomentar este espíritu emprendedor, construyendo un ecosistema que no solo celebre la creación de nuevas empresas o innovar en las existente, sino que también promueva un ambiente de aprendizaje continuo y de colaboración.