Emergencias por fenómenos naturales, ¿cómo proteger a los rescatistas?
David Cazallas | 19/02/2025

Cuando desastres naturales como terremotos, inundaciones, huracanes o deslizamientos de tierra ocurren, las consecuencias trascienden los daños materiales y la pérdida de vidas humanas. Estos eventos representan también un desafío considerable para los equipos de emergencia, que deben actuar en entornos extremos y peligrosos para salvar vidas y mitigar impactos.
Según datos del Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres (CRED), entre 2000 y 2023, más de 1,65 millones de personas perdieron la vida debido a fenómenos naturales. Esta cifra evidencia el alcance de estas tragedias y subraya la importancia del trabajo realizado por los equipos de intervención, quienes operan bajo presión y en condiciones adversas. La imprevisibilidad y magnitud de estos eventos exigen un conocimiento profundo de las características de cada catástrofe, así como una preparación adecuada que contemple la protección frente a los riesgos asociados a su labor.
Uno de los mayores desafíos que enfrentan estos profesionales son las condiciones peligrosas inherentes a su trabajo. La exposición a esfuerzos físicos extremos, como el manejo de herramientas pesadas o los desplazamientos prolongados en terrenos inseguros, es común. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que el 60 % de los trabajadores de emergencia sufren lesiones musculoesqueléticas derivadas de estas actividades. A ello se suman los peligros ambientales, como las temperaturas extremas, las lluvias torrenciales o los terrenos inestables. En el huracán Katrina, por ejemplo, muchos equipos de rescate enfrentaron problemas de salud vinculados a la exposición prolongada al calor y la humedad.
Por otro lado, también están los riesgos biológicos. Las intervenciones en áreas afectadas por desastres a menudo implican contacto con aguas contaminadas, restos orgánicos o zonas donde los brotes epidémicos son una amenaza latente. Durante las inundaciones en Pakistán en 2022, se registró un brote de leptospirosis que afectó a numerosos trabajadores de rescate. Además, las picaduras de insectos o mordeduras pueden transmitir enfermedades graves como el dengue o la malaria, especialmente en regiones tropicales donde estas dolencias se incrementan tras las inundaciones.
El impacto psicológico también es significativo. La exposición a situaciones traumáticas, como el rescate de víctimas o el trabajo en escenarios de devastación, puede generar trastornos como el estrés postraumático (TEPT). Un estudio de 2021 reveló que el 30 % de los bomberos que participaron en el terremoto de Haití en 2010 desarrollaron síntomas de TEPT. Además, la fatiga crónica y la presión emocional derivada de jornadas extensas y decisiones críticas afectan tanto el rendimiento como la salud a largo plazo.
Ante estos retos, la formación adecuada se convierte en un pilar esencial para garantizar la seguridad y efectividad de los equipos de emergencia. El uso correcto de Equipos de Protección Individual (EPIs), como cascos, guantes y trajes impermeables, es fundamental para minimizar riesgos. Según la Fundación Internacional de Seguridad en Emergencias, el empleo adecuado de estos equipos puede reducir hasta en un 50 % las lesiones laborales. Igualmente, los simulacros realistas han demostrado ser herramientas clave para mejorar la preparación. En Japón, este tipo de entrenamientos ha permitido disminuir los tiempos de respuesta en emergencias en un 35 %.
«La tecnología está revolucionando las operaciones de rescate. Los drones equipados con cámaras térmicas nos permiten evaluar zonas de desastre sin poner en riesgo a los equipos. La inteligencia artificial agiliza la toma de decisiones analizando datos en tiempo real, mientras que los sistemas de información geográfica crean mapas interactivos clave para la planificación. Además, los robots de búsqueda pueden acceder a áreas colapsadas para localizar supervivientes. Gracias a las alertas móviles y la difusión en redes sociales, la comunicación y coordinación son más rápidas y eficaces. Todo esto acelera la respuesta y optimiza la asignación de recursos en momentos críticos.» afirma Miguel Pérez Arroyo, especialista en formación de Quirónprevención
También resulta crucial formar a los equipos en primeros auxilios y atención psicológica, de modo que puedan responder tanto a las necesidades físicas como emocionales de las víctimas y sus propios compañeros. La experiencia de los rescatistas australianos, que desde 2020 incorporaron formación en salud mental, es un claro ejemplo de cómo esto puede mejorar el manejo de situaciones traumáticas. Además, la gestión eficiente del tiempo y los recursos se traduce en menos errores operativos y un mejor rendimiento general.
La tecnología también desempeña un papel clave en la optimización de las intervenciones. Durante el terremoto de Turquía en 2023, el uso de herramientas avanzadas, como dispositivos de detección de vida y sistemas de comunicación en tiempo real, permitió incrementar en un 20 % el número de rescates exitosos en comparación con emergencias previas. Invertir en equipos más ligeros, resistentes y tecnológicamente avanzados puede marcar una diferencia crucial en la eficacia de las operaciones.
El bienestar de los trabajadores también requiere atención. Programas como “Resiliencia para Héroes” en Canadá han demostrado que el apoyo psicológico continuo, a través de terapias grupales y talleres de manejo del estrés, reduce significativamente los niveles de ansiedad entre los rescatistas. Asimismo, la colaboración internacional se presenta como una estrategia esencial para compartir recursos y conocimientos. La experiencia de equipos europeos y latinoamericanos durante el terremoto de Ecuador en 2016 es un ejemplo de cómo la cooperación puede optimizar los esfuerzos de rescate.
«El estrés es una constante en los equipos de emergencia, pero su impacto puede mitigarse con el apoyo adecuado. La clave está en la prevención, con formación en manejo del estrés y simulaciones que preparen a los profesionales para la presión del trabajo”, destaca Miguel Pérez. “Durante las intervenciones, el acceso a apoyo psicológico inmediato y la rotación de tareas ayudan a reducir la carga emocional. Después de una crisis, las sesiones de debriefing permiten procesar lo vivido y prevenir efectos a largo plazo. Además, el seguimiento continuo y una cultura de apoyo abierta y sin estigmas son esenciales para proteger su bienestar psicológico.»
Los equipos de emergencia desempeñan un papel fundamental en la respuesta a desastres naturales, pero sus condiciones laborales requieren mejoras continuas. Proveerles formación, tecnología avanzada y apoyo emocional no solo protege su bienestar, sino que también garantiza una respuesta más eficaz y rápida ante futuras crisis. Invertir en estos aspectos no solo es una obligación moral, sino también una apuesta por comunidades más resilientes y seguras frente a los desafíos de la naturaleza.