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La entrevista que tenemos con Ricardo Oteros, director general de Supracafé, en sus oficinas centrales en el Polígono industrial Prado de Regordoño en Móstoles, se centra en la importancia de generar valor. Algo que Supracafé ha conseguido focalizando su estrategia en el compromiso con los productores locales y el entorno, la creación de alianzas y la apuesta en proyectos de innovación. Supracafé es hoy una compañía líder en la producción de cafés de máxima calidad, 100 % arábica, que vende 400 toneladas de café al año, fundamentalmente en el segmento Horeca Premium.

¿Cómo comenzó su relación con Colombia? Estudié empresariales y, a través de la AIESEC, pedí una beca de dos meses en Latinoamérica que me concedieron en Colombia. Me tocó Colombia como podría haberme tocado otro país. En cuanto pisé tierra colombiana (junio del 86) me encantó el país. Dije: “qué pena haber venido a este país tan bonito y tan maravilloso, y estar solo dos meses”. Finalmente me ofrecieron una beca de un año para trabajar con la Federación de Cafeteros de Colombia. Pero entre unas cosas y otras me quedé dos años. En ese tiempo tuve un trabajo muy bonito. Desarrollaba un nuevo departamento y en mi labor estaba visitar todas las sucursales que tenía por todo el país. A medida que me metí en este mundo del café y veía cómo funcionaba, me fui interesando, no solo por la parte administrativa, sino por la parte de la producción de café en sí.

Entonces tuvo la oportunidad de viajar por todo el país… Sí, de trabajar en diferentes ciudades, de aprender mucho sobre café, me formé en un montón de temas del sector cafetero. Cuando iba a volver, el que era mi jefe me propuso montar mi propio negocio de café con su ayuda y a través de Expocafé, la Sociedad Exportadora de Café de las Cooperativas de Caficultores. Juntos realizamos un estudio de mercado en España para ver cómo era de posible crear una empresa de nicho para hacer café de alta calidad. En este año, estamos hablando del año 88, España era un país donde la gastronomía empezaba a ser importante, iban a ser las Olimpiadas y la Expo, ya se hablaba de la gastronomía vasca, catalana… Nos dimos cuenta de que el mercado del café era un mercado muy indiferenciado, todo el mundo vendía cafés de diferentes mezclas, había mucha competencia, pero no existían nichos de café de alta calidad (donde se vendieran cafés premium, se hablara de especies, variedades, procedencias…) y decidimos arrancar.

¿Cómo despegaron con la marca de Supracafé? En principio intentamos hacerlo asociados a algún otro tostador para no tener que montar estructura, pero nadie creía en nosotros. Al final decidimos alquilar un apartamento en la calle Donoso Cortés de Madrid, registrar una marca y hacer una única sociedad. Así nace Supracafé (café supremo). Nos aliamos estratégicamente con las cooperativas de caficultores de Colombia, que nos harían el suministro de café de alta calidad, y arrancamos.

Me asocié con quien ha sido siempre mi mejor amigo y después, en seguida, incluimos a otro amigo de la Facultad. Era la década de los 90, poco a poco fuimos creciendo, visitábamos a los clientes (empezamos con los más premium). Tuvimos una buena acogida porque esos premium fueron capaces de distinguir la oferta que les estábamos haciendo. Entre nuestros 100 primeros clientes hay algunos muy reconocidos, que nos dieron mucho prestigio y que
apostaron por la calidad, como el Hotel Ritz, Pastelerías Mallorca o el restaurante Zalacaín. Aunque era un café difícil de entender, porque estamos acostumbrados a un café muy amargo y fuerte, y el café colombiano es un café suave y muy aromático; al final fuimos teniendo más presencia. En el año 95 teníamos suficiente cantidad de ventas como para hacer la inversión y una ampliación de capital. Nos trasladamos a las actuales oficinas en Móstoles, desde donde también tostamos.

¿Qué les diferencia? Supracafé se generó en el origen como idea, poníamos y ponemos mucho énfasis en que teníamos dentro de nuestro capital a los productores para poder controlar la producción, la trazabilidad, el tratar cafés de máxima calidad y darles la relevancia que se merecen. Y lo único que podía hacerlo era una empresa de alta calidad como la nuestra. Nos especializamos y eso significa que renunciamos a vender otro tipo de cafés (no torrefactos).  Estar especializados en cafés de alta calidad y tener un control muy estrecho de la materia prima a través de la alianza con los productores es lo que más nos ha diferenciado.

¿Solo venden café de Colombia?  Nuestro principal origen es Colombia, pero a partir del 95/96 decidimos incluir otros arábicas, a petición de los consumidores. Tenemos cafés extraordinarios de Centroamérica, Jamaica, Etiopía, Kenia… Ahora mismo tenemos una colección de micro lotes de cafés muy trazables, de muy alta calidad. El mercado de calidad no quería un mono producto. Aunque nuestro producto más potente es el Colombia, había que tener una variedad.

Le gusta hacer parangones con el mundo del vino. Uno se da cuenta de que, en el café, en la parte de origen, está producido por fincas muy pobres en el mundo en general –en el mundo hay 25 millones de productores de café, y en Colombia, concretamente hay casi 600 mil, y todos tienen tecnologías muy anticuadas–.  Hacemos parangones como con el vino, pero con el vino cuando se pisaban las uvas en los lagares. En la parte de producción hay mucho en lo que innovar como hicieron las bodegas. Los pequeños productores no lo habían hecho, en primer lugar, porque es un commodity. Y después, porque no tienen medios y están muy atomizados. Tienen una federación muy potente que les ayuda y les da mucho apoyo para que se desarrollen como comunidad de productores, pero en lo que es la parte más de innovación, para parecerte a una bodega de alta gama, un vega Sicilia, por ejemplo, no hay.

En 2008, decidimos comprar unas fincas en una zona óptima y trabajar para recuperar variedades tradicionales, con tecnologías que se aplican al vino, al aceite, y otros productos, para hacer productos de alta calidad y consistentes. Se trata, en definitiva, de poner la tecnología al servicio de la calidad, como han hecho los productos gastronómicos de alta gama. Eso fue lo que nos condujo a comprar y constituir una filial en Colombia, que actualmente explota 160 hectáreas, donde estamos validando más de 200 variedades.

Si Supracafé quiere ser un gran vino, un vega Sicilia o un Moët & Chandon, tendrá que hacer lo que han hecho estas grandes empresas que es tener sus propios cultivos controlados y, al mismo tiempo, hacer un esfuerzo muy grande en innovación.

Lee el resto de la entrevista en el número de Julio-Agosto en la Tienda Ejecutivos.