Juan Pedro Moreno

Hace un año nos hablaba de la creación de lo que habían venido a denominar Consultoría Responsable. Una nueva manera de trabajar. ¿Cómo ha evolucionado? Ha evolucionado de acuerdo a nuestras previsiones. La Consultoría Responsable se compone de tres etapas de las que hemos culminado con éxito dos y la tercera se encuentra a mitad de camino.

La primera consistía en comunicar a nuestros clientes que cada vez que contrataban a Accenture lo hacían con una compañía absolutamente respetuosa con una serie de elementos de Responsabilidad Social Corporativa que llevamos embebidos en nuestro ADN. No solo de cara a la sociedad, sino en base a nosotros mismos.

Hemos conseguido unas magníficas cifras. El 40 % de nuestros empleados ya son mujeres. Una meta importante de cara a cumplir nuestro objetivo para 2025 de contar con el 50 %. Hemos abierto una línea de contratación de personas en situación de vulnerabilidad. Más allá de nuestro impulso a la iniciativa “Juntos por el empleo”, que trata de cerrar el gap de empleo para este colectivo, hemos firmado unos 35 contratos este año. Además, estamos trabajando, junto con la Fundación Princesa de Girona, para conseguir que jóvenes universitarios de primera generación en sus familias tengan su propio programa de empleo. En este sentido, hemos contratado ya a una docena de personas.

En la segunda fase, estamos trabajando con nuestros clientes para ayudarles a identificar cómo contribuir a los objetivos de desarrollo sostenible, cada vez que abordan un nuevo proyecto. Hecho que también nos hemos aplicamos a nosotros mismos, tal y como se refleja en nuestra memoria de sostenibilidad.

Y la tercera fase es la de crear una arquitectura que meta el carácter social dentro de los grandes proyectos de transformación que hacemos.

Esto no es una decisión mía, sino que viene provocado por la demanda de proyectos que implican en su ejecución el reciclado y la transformación de personas. Ya hemos empezado a trabajar con este enfoque porque, aunque los números sean buenos en cuanto a transformación, no será un buen proyecto si se reduce dramáticamente el empleo o se deja en situación de vulnerabilidad a gente que no tenía esta condición.

Es necesario cubrir esos riesgos con programas específicos y eso es lo que estamos empezando a hacer. Esto es especialmente importante porque la llegada de la Inteligencia Artificial va a exigir el reciclado de las personas. Nadie va a perder su trabajo porque lo vaya a realizar un robot, pero sí va a necesitar adaptarse a ser ayudado por ellos.

Es necesario que este discurso cambie. La gente en general tiene miedo a que su puesto de trabajo vaya a desaparecer y es necesario que se entienda que lo que va a suceder es que se va a transformar. Cuando preguntamos a los profesionales y a los empleados de muchas empresas qué opinan, la mayoría de ellos nos dice que están seguros de que los robots les van a ayudar a hacer su trabajo mejor. Desde la perspectiva personal, ven la llegada de la Inteligencia Artificial como un progreso, como una necesidad y como algo que les va a ayudar, pero cuando la respuesta es colectiva este sentimiento se transforma en miedo a perder el empleo. Esto no va a ser así, pero sí que va a exigir un reciclaje y una actualización de la gente, algo que está muy vinculado con ese tercer objetivo de la Consultoría Responsable.

A nivel mundial se prevé un aumento de la inversión en tecnología en los próximos años, sobre todo en el internet de las Cosas. ¿Cómo se comporta España en este aspecto? ¿Se adapta a los nuevos modelos de negocio que llegan? Aunque están muy relacionadas, en realidad son dos preguntas diferentes. Por un lado, si las empresas se están adaptando y por otro si la gente se está adaptando.

Respecto a las empresas hay que distinguir dos aspectos. Las grandes empresas españolas son líderes por algo. Los bancos españoles lideran el mundo digital. En el sector de la automoción el nivel de robotización de cualquier planta es asombroso. El problema es que España no es un país de grandes empresas. Las medianas y pequeñas juegan de diferente manera. Cuando hemos intentado ver qué es lo que sucede nos hemos encontrado con que lo primero que necesita el empresario español es educación y entender bien la situación. No priorizan este tipo de inversiones, no tanto por reticencia como quizás sí por desconocimiento. Además, piensan que si han sido capaces de salir de la crisis con esfuerzo y volviendo la vista a la exportación, van a poder continuar haciéndolo igual. Y luego contamos con otro tema que también es un problema endémico en España que es la dificultad para colaborar. Colaborar entre silos de empresas y entre empresas en sí es el gran reto de la nueva economía.

Creo que son dos mundos diferentes. Por un lado está la gran empresa y por otro las medianas y pequeñas que van a un ritmo menor. Creo que los esfuerzos públicos que se han hecho deberían haberse enfocado de otra manera.

Y, por supuesto, desde el punto de vista de las personas, el gran problema que tenemos es nuestro gran agujero en educación.

Ha mencionado la colaboración. ¿Realmente las empresas grandes pueden trabajar para arrastrar a las medianas y pequeñas en esta transformación necesaria? Creo que las empresas grandes tienen, tenemos, dos responsabilidades. Una, en la que se hace necesario que tu ecosistema cambie con tu tracción. Por ejemplo, un fabricante de automóviles de Tier 1 no puede digitalizarse y transformarse si sus almacenes necesitan de etiquetas RDSI y los proveedores de las piezas no las utilizan. Este ejemplo podría extenderse a las webs de pedidos, a los almacenes online, a la facturación…, a una serie de cosas que exigen que tu ecosistema se dinamice. Ahí las grandes empresas tienen una gran responsabilidad porque deberían “imponer” a sus proveedores y a sus empresas relacionadas su transformación para alcanzar los objetivos que tienen marcados.

Por otra parte creo que todas las empresas tenemos una RSC implícita en el sentido de que, si estoy en un sector en el que la supervivencia necesita que se aborden una serie de cambios, y yo que soy grande lo puedo hacer pero veo que el pequeño tiene más dificultad, debería poner en marcha alguna iniciativa que lo facilitara. En Accenture tenemos ya algunos clientes que lo entiende como parte de su RSC y empujan, ayudan y colaboran con su entorno.

¿Cómo se desenvuelve Accenture en este entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo) que nos toca vivir? De nuevo distinguiría dos planos diferentes aquí. Creo que la ambición de una empresa y la obligación de su líder es definir su sueño, a dónde quiere llegar. Sea cual sea el entorno en el que se desarrolle tiene que saber qué quiere hacer y cuál es el papel que quiere para su empresa. Y luego está el VUCA que te influye en la toma de decisiones a corto plazo.

En cuanto a lo primero, ninguna empresa debería pararse por mucha incertidumbre o inestabilidad que haya y debería tratar de encontrar oportunidades en un mundo que está en transformación. Debe ver más allá de lo que pase en España a un mes vista, en una legislatura determinada o con un gobierno específico. En esta nueva sociedad en la que vamos a gestionar todo por voz, en la que la Inteligencia Artificial va a estar presente en todas partes, en la que vamos a vivir más de 100 años, ¿cuál es el papel que quiero para mi empresa? En este entorno en el que todo cambia va a haber grandes avances, aparecerán nuevos mercados, los mayores se convertirán en importantísimos consumidores, llegarán productos nuevos…

En esto no hay incertidumbre, son certezas, y en Accenture trabajamos ya con este conocimiento.

En el corto plazo es cierto que hay muchas incertidumbres, pero no son nuevas, aunque sí son más intensas y creo que deberíamos intentar hacer una abstracción. Lo que existe es un ruido innecesario. Creo que estamos viviendo una época en la que constantemente oímos ruidos que no cristalizan en nada. Hemos pasado de que Trump amenazara con la guerra con Corea a que establezcan lazos de amistad. Alguien, quizá sin mucha reflexión, ha decidido anunciar que damos batalla al diesel, sin darse cuenta de que las fábricas españolas de automóviles están programadas para fabricar vehículos diesel y que las decisiones de inversión inmediata, en flotas principalmente, se han parado. Es imprescindible un poco de reflexión para rebajar la incertidumbre, algo que políticos y gobernantes parecen olvidar, y algunos medios de comunicación. Necesitamos contar con una estrategia-país que ayude a despejar el futuro.