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¿Cuál es la misión de la auditoría interna? ¿En qué consiste?

Los auditores internos trabajamos para proteger el valor de nuestras empresas dando confort al Consejo de Administración y a la Alta Dirección sobre si los sistemas para gestionar los riesgos funcionan adecuadamente para conseguir que la empresa alcance sus objetivos y cumpla las expectativas de sus stakeholders: accionistas, empleados, clientes, inversores y la sociedad en general.

Vivimos en un mundo incierto, complejo y volátil para las empresas, por eso orientamos nuestro trabajo hacia los principales riesgos que afectan a nuestra empresa, supervisamos que los procesos de gobierno son eficaces para gestionarlos y que los controles internos existentes son adecuados para reducir posibles riesgos.

Esta labor nos hace tener una mirada muy transversal de la empresa y de su cultura, sus procesos, los sistemas de gestión y de los riesgos que le pueden afectar sean como sean: tecnológicos, de cadena de suministro, de fabricación, de consumidor, de talento, de sostenibilidad… y lo hacemos de forma independiente y objetiva al no tener responsabilidades de gestión.

Por eso, no solo supervisamos, sino que tenemos un importante papel como asesores de valor para ayudar a que se tomen las mejores decisiones. Contribuimos así al buen gobierno de las compañías y ayudamos a conservar la reputación y la confianza en la empresa, y a garantizar la sostenibilidad del modelo de negocio. 

¿Y la misión del Instituto?

Desde el Instituto impulsamos la Auditoría Interna como parte del buen gobierno y su contribución para el éxito de las empresas. Como asociación profesional que somos, difundimos las normas internacionales que guían nuestro trabajo y ofrecemos a nuestros socios los recursos, el apoyo y la formación continua necesaria para estar actualizados, algo especialmente importante ante un entorno de constante cambio que requiere de nuestra visión estratégica y conocimiento de los riesgos.

¿Por qué es importante para las empresas contar con auditores internos?

Porque nuestro trabajo contribuye a garantizar la sostenibilidad y eficiencia del modelo de negocio. En definitiva, ayuda a aumentar la confianza. 

Mejorar los sistemas de gobierno ayuda a que las empresas estén mejor gestionadas, e invertir en sistemas de control ayuda a mejorar el desempeño de las compañías. De ahí que sea tan importante supervisar esos controles que aseguren el buen funcionamiento de la empresa.

Cualquier empresa puede necesitar un auditor interno si tiene cierta complejidad en sus operaciones. Podríamos decir que hay tres circunstancias para crear un área de Auditoría Interna: en empresas cotizadas, de sectores regulados y entidades de interés público, para las que es obligatorio; empresas que han separado la propiedad de la gestión, donde es especialmente valioso el aseguramiento que ofrecemos; y empresas que han separado -o no- la propiedad de la gestión, pero que están internacionalizadas o en procesos de expansión. 

¿El éxito de las empresas pasa por contar con sistemas de gobiernos reales y eficaces?

Absolutamente. Las buenas prácticas en gobierno corporativo aportan seguridad económica y jurídica, fomentando el crecimiento sostenible de las empresas. Y, en esa línea, los sistemas de buen gobierno de las empresas deben estar bien definidos y contar con los mecanismos de control adecuados.

La implantación de estos sistemas ha dado muy buenos resultados a las grandes corporaciones o empresas cotizadas, y su refuerzo redunda en una gestión responsable y una mejor rendición de cuentas en todos los ámbitos que incrementa la confianza y favorece un mejor acceso al mercado de capitales.

Por eso los sistemas de gobierno corporativo tendrían también importantes beneficios en compañías, como la empresa familiar. A medida que las organizaciones evolucionan y van creciendo e, incluso, en algunos casos, internacionalizándose, los procesos se vuelven más complejos aumentando los riesgos. La empresa familiar tiene camino que recorrer en este aspecto. 

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Denos su visión de la situación de la empresa española en momentos tan difíciles como los que estamos viviendo.

No es la primera vez que las empresas deben hacer frente a una situación de crisis, pero la pandemia es la peor a la que se enfrenta nuestra generación y nos pilló desprevenidos. De hecho, la OCDE constata que España ha sido la economía desarrollada más golpeada en 2020. 

Las empresas se han adaptado en poco tiempo a un cambio en las prioridades y en el comportamiento del consumidor, pero, lamentablemente, no todas tienen la misma capacidad de resistencia, especialmente las más pequeñas y, especialmente en determinados sectores, la situación es más crítica.

El riesgo financiero es una de las mayores preocupaciones que afecta, según el BdE, al 40 % del tejido productivo. En un primer momento, las compañías tuvieron que adoptar el modo de supervivencia para preservar la caja y revisar sus planes de contingencia para tomar las medidas oportunas. Y ahora, un año después, con la situación aún prolongada, el tejido empresarial se enfrenta al fantasma de la insolvencia y, muchas de nuestras empresas, al de la liquidación. Todas las compañías tienen que considerar la sostenibilidad financiera entre sus prioridades en vista de la recesión.

Si bien la administración de las vacunas nos insufla a todos algo de optimismo, sin lugar a duda las decisiones que se tomen desde las administraciones, las ayudas y su distribución tendrán un papel decisivo en nuestro tejido empresarial, especialmente en la pequeña y mediana empresa.

Más allá de la transformación tecnológica, imprescindible y que nadie pone en duda, desde su punto de vista, ¿en qué otros aspectos se tendrían que transformar las empresas para alcanzar la excelencia?

La pandemia ha puesto de manifiesto que las empresas mejor preparadas tecnológicamente tienen mayor capacidad de reacción ante los cambios y recuperación. Sin embargo, si atendemos al informe Risk in Focus 2021. Hot Topics for Internal Auditors realizado por el Instituto junto a nuestros homólogos de diez países europeos, aunque la transformación digital aparece en primer lugar, otros aspectos están ganando relevancia.

Asociada a lo digital está la seguridad de la información, que requiere de especial vigilancia en un entorno de teletrabajo; y hay que observar detenidamente otros riesgos, en especial el de liquidez. En estas circunstancias, también es muy relevante el desarrollo de la estrategia empresarial en un entorno eminentemente tecnológico, en el que la gestión del talento, el bienestar de los empleados y la diversidad de los equipos cobran una nueva dimensión.

La propia pandemia ha implicado la transformación del mundo y ha visibilizado la necesidad de estar preparados ante crisis sanitarias o desastres naturales que serán más probables debido al cambio climático que ya está aquí. Además de este, e influidos por él, se suman otros riesgos que se deben gestionar y supervisar, como el aumento de los nacionalismos y tensiones sociales o fallos en la cadena de suministro que requieren robustecer los sistemas de gestión de riesgos.

Las compañías que no trabajen una hoja de ruta en la que demostrar su valor positivo a la sociedad se mueven en la cuerda floja de su permanencia futura, por eso la sostenibilidad será un eje fundamental para la transformación de las empresas si quieren alcanzar la excelencia. Sostenibilidad no solo entendida desde el punto de vista medioambiental, que será crucial, sino también desde el punto de vista de la creación de valor económico y social a corto y largo plazo.