Los modelos de gestión por objetivos no son ninguna novedad, al igual que todos los beneficios que aportan. No obstante, seguimos sin implementarlos o haciéndolo de tal forma que no sacamos su máximo partido.
La metodología OKR (Objectives & Key Results) lleva con nosotros mucho tiempo, más de medio siglo de hecho. Incluso antes de que OKR se empezase a aplicar en Intel gracias a Andy Grove (1971), ya fue Peter Drucker el que evolucionó el modelo de gestión tradicional de Taylor y Ford, dando a conocer lo que publicó como MBO, Management by Objectives (1954).
No obstante, en muchos casos seguimos quedándonos en la superficie sin llegar a explotar todo su potencial, integrando únicamente un conjunto de prácticas, quedándonos en las modas y el culto al cargamento, y no yendo más allá. El reto está en evolucionar nuestros comportamientos y generar realmente culturas orientadas a objetivos, con mentalidades donde el propósito de lo que hacemos (el para qué y no el por qué) y la toma de decisiones fundamentadas en datos son clave.
En lo que respecta a la implementación de OKR, solemos encontrar errores superficiales que son más sencillos de solventar, como aquellos en los que los objetivos no están vinculados a la visión y misión de la organización, o que los resultados clave no se definen de forma medible ni cuantitativa. Aunque son los problemas relacionados a comportamientos donde realmente viene el reto, pues es ahí donde tenemos que transformar el ser en lugar de cambiar el hacer. En esta línea, habitualmente encontramos tres grandes antipatrones:
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Declaramos muchos objetivos, reduciendo el foco y haciendo difícil ver lo que es realmente importante en cada momento;
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Definimos objetivos y resultados en modalidad top-down, evitando sacar el potencial de la inteligencia colectiva y reduciendo el sentimiento de pertenencia;
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Vinculamos los objetivos a la remuneración salarial de cada persona, fomentando la suboptimización y generando tensiones poco constructivas entre superación, innovación y consecución.
Gracias a la metodología OKR, entendiéndola y evolucionándola a nuestro contexto, podemos maximizar la rentabilidad y plenitud de nuestros sistemas de forma holística, convirtiéndolos en entornos de alto impacto y fidelización.