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Salvatore Macri

Country Manager en España de CertiDeal

Más del 90% de la población respira en la actualidad aire contaminado. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), la mala calidad del aire podría causar en todo el mundo más de 6,5 millones de muertes al año. Entre las principales fuentes de contaminación del aire, según la OMS, están los modos ineficientes de transporte, la quema de desechos, las centrales eléctricas y las actividades industriales. Por poner un ejemplo, la fabricación de un smartphone nuevo, desde la extracción de la materia prima hasta el montaje, representa el 80% de su huella medioambiental, por lo que si se generalizara la compra de teléfonos reacondicionados se podría reducir considerablemente el impacto que causamos al medio ambiente con la producción de móviles nuevos y si esta tendencia se ampliara a otros productos de consumo (como coches, electrodomésticos, ropa…) el ahorro de CO2 sería exponencial. 

En la actualidad vivimos en una sociedad consumista, en la que el dinero forma parte importante de nuestro día a día. Es, por lo tanto, el dinero una forma fácil y efectiva de ayudar al ciudadano a concienciarse sobre la necesidad de cumplir los límites de contaminación estipulados para conseguir que en nuestro planeta se pueda consumir un aire más limpio. Visto que las recomendaciones de la OMS y las medidas contra la contaminación están siendo insuficientes, ¿por qué no atacar el bolsillo del ciudadano para reconducir su comportamiento hacia una forma de consumo y de vida más sostenible? 

El supuesto es el siguiente: se marca un límite en la huella de carbono que pueden consumir los ciudadanos cada año. La huella de carbono de un producto, servicio u organización es un indicador ambiental que refleja todos los gases de efecto invernadero que se emiten por efecto directo o indirecto. Se trata de la forma más efectiva de medir la contaminación real que causan los productos que consumimos y quién contamina más. Pero, ¿qué pasaría si esto se llevase a cabo y se marcara un límite de consumo de huella de carbono por persona? 

De esta forma, si los ciudadanos sobrepasaran el límite de huella de carbono establecido, se verían obligados a pagar una tasa que a su vez se donaría a organizaciones dedicadas a plantar árboles y mejorar la sensibilización con el medio ambiente. A su vez, las personas que no llegaran a un límite determinado en la huella de carbono producida durante el año, serían premiadas con un descuento en los impuestos o un crédito de impuestos. 

Así, se premiaría el consumo responsable, por lo que las empresas querrían crear productos más limpios porque sabrían que las posibilidades de venta de esos productos podrían crecer. Además, los ciudadanos tendrían más cuidado a la hora de consumir CO2 con los actos cotidianos del día a día; de esa forma aumentaría el reciclaje, el uso de transporte público, la compra de productos de segunda mano…

Volviendo a la realidad, aunque en la actualidad es complicado crear políticas monetarias para la conservación del medio ambiente, sí existe una necesidad real de reducir la contaminación. Por eso, se hace necesario consumir en empresas que cuenten con una certificación que asegure su implicación hacia el medio ambiente*. 

La compra de un teléfono reacondicionado es una alternativa renovable que tiene cada vez más peso. Durante el año 2020 se vendieron 225,4 millones de teléfonos de segundo uso reacondicionados, lo que representa un aumento del 9,2% respecto al año anterior. El uso de un smartphone reacondicionado permite reducir 47 kg de CO2 a la atmósfera, el 84% de la producción de un teléfono móvil, y ahorrar unos 12 litros de agua limpia. Se trata de una reducción de la huella ecológica necesaria, ya que para compensar el impacto en el medio ambiente que causa la producción de un móvil nuevo, este debería estar en uso durante un mínimo de 25 años; una cifra significativa si consideramos que una lavadora o una aspiradora, aparatos eléctricos mucho más voluminosos, requieren un uso de 17 años para compensar su impacto en el medio ambiente. 

Empujar a la ciudadanía a adoptar comportamientos de compra y de vida más sostenibles tendrá un efecto exponencial en la reducción de la huella de carbono. Hasta ahora las medidas de las autoridades se han vuelto hacia la reducción de las emisiones industriales y la creación de energía limpia.

Es el momento de poner al ciudadano en el centro de un nuevo paradigma socio-económico sostenible para el medio ambiente.