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Jaume Llagostera

Profesor de EAE Business School

La industria española representó apenas el 14% del PIB en 2022, cuando en las principales economías europeas oscila entre el 20-25%, y muy lejos del 20% que preveía la UE en su horizonte 2020. Esta deficiencia estructural lastra la competitividad de España en el entorno europeo. Urge una apuesta decidida por la reindustrialización que ponga las bases de un crecimiento sostenible y la creación de empleo estable y de calidad.

Uno de los principales desafíos es elevar la inversión en I+D+i. España invierte un exiguo 1,2% del PIB en esta materia, frente al 2% de media en UE, ¡un 40% menos! En conjunto, la inversión pública en I+D+i en España es un 33% inferior a la de países como Alemania. 

Las inversiones en materia de innovación, tanto por parte de las administraciones públicas como del sector privado, son vitales para desarrollar herramientas de competitividad para la industria. Es necesario incentivar la inversión privada en tecnología e innovación, posiblemente incrementando sus deducciones fiscales y promoviendo las colaboraciones público-privadas. En este sentido, las universidades y centros tecnológicos necesitan mayor financiación para la investigación aplicada y transferencia tecnológica a la industria y a iniciativas privadas. 

Entre los retos que se deben afrontar, la transformación digital de la industria es clave. La robotización y automatización cambiarán los modelos de producción en el mundo en muy poco tiempo y España debería liderar la Industria 4.0, con apoyo a pymes para integrar tecnologías avanzadas y programas de formación para cualificar a sus trabajadores y preparar a su fuerza laboral para este cambio.

La financiación de la transformación que necesita la industria es sin duda uno de los aspectos que deben mejorar rápidamente. La banca sigue siendo la principal fuente de fondos para empresas en España. En momentos en que los tipos de crédito están subiendo, cada vez es más difícil para las empresas innovadoras, con una menor visibilidad y fiabilidad sobre sus resultados, acceder a estas fuentes. Es importante desarrollar el mercado de valores, facilitando emisiones de renta fija y variable, y creando nuevos instrumentos para financiar a las startups tecnológicas. Los fondos de inversión, actualmente muy por debajo del 33% del PIB en la UE, pueden ser instrumentos útiles en esta incentivación de a reindustrialización.

Por último, la gran atomización empresarial en nuestro país es un obstáculo adicional para esta transformación productiva. La menor escala dificulta la expansión internacional y la atracción de talento. Es preciso relajar las regulaciones laborales y de competencia para facilitar fusiones y joint ventures con el objetivo de alcanzar la dimensión necesaria para abordar mercados globalizados. 

Sin duda España debería situar la reindustrialización en el centro de la agenda política y económica. Con apoyo decidido a la innovación, la cualificación de recursos humanos, la transformación digital, la mejora del acceso a financiación en condiciones competitivas y un entorno regulatorio que favorezca la colaboración empresarial y la creación de campeones nacionales, la industria española puede resurgir y liderar un crecimiento más sólido y equilibrado. No hacerlo puede comprometer la prosperidad de las próximas generaciones de españoles.