Mariana Pérez, la joven inventora colombiana que transforma aire contaminado en materiales de construcción sostenibles
A sus 27 años, la colombiana Mariana Pérez ha sido reconocida como una de las 10 Tomorrow Shapers de los Premios Jóvenes Inventores 2025 de la Oficina Europea de Patentes. Su innovación, desarrollada desde Ecol-Air, convierte el aire contaminado en polímeros biodegradables que pueden transformarse en ladrillos, baldosas o tejas. En esta entrevista, habla sobre su inspiración, el camino emprendedor desde Colombia hasta Estados Unidos, y su apuesta por una tecnología que purifica el aire mientras construye futuro.
¿Recuerdas el momento exacto en que decidiste transformar esa observación infantil, la lluvia limpiando el humo, en una tecnología real?
Sí, bueno, obviamente todo empezó como una idea de investigación —veo que ya sabes un poco más sobre eso—. Las ideas de investigación van muy ligadas a un anteproyecto, a ir encontrando qué solución es la que quiero obtener. Pero el punto clave, donde yo dije “no, yo tengo que hacer esto una tecnología y convertirla en un producto comercializable”, fue cuando creé la empresa en 2019. Ahí fue cuando entendí cómo las áreas externas influyen demasiado en poder llevar a cabo una idea; es decir, poder decir que tengo una idea funcional y que la comunidad se puede ver beneficiada por ella. Ese fue el momento en que decidí: voy a crear un producto, pero mi producto va a ser comercial, así que voy a fundar una empresa. Y fue cuando nació Ecol-Air.
¿Cómo lograste integrar principios de la biología humana, bronquiolos y alvéolos, en un sistema industrial de purificación?
La mayoría de los inventos están inspirados en la naturaleza; es simplemente un tema de observación. Me parece que somos una máquina perfecta, así que pensé: ¿por qué no podemos simular varias partes de nuestro cuerpo? Tuve la fortuna de contar con el acompañamiento de mi padre, que es mecánico industrial, y me ayudó muchísimo a plasmar todas esas ideas. Yo le decía: “mira, un pulmón funciona así, tiene estas partes, necesito crear este alvéolo de esta manera”. Le hacía planos e ideas, y él me ayudaba a materializarlos, revisando materiales, temperaturas y otras cuestiones. Fuimos una sinergia muy importante.
¿Qué tipo de productos sostenibles pueden fabricarse a partir de los polímeros biodegradables que genera tu sistema?
Nos concentramos en materiales de construcción, porque nuestro objetivo era construir una casa con elementos sostenibles que pudieran aprovecharse en la comunidad. Nosotros damos un beneficio removiendo materiales y gases de la atmósfera, pero también entregamos un material que permite a comunidades con pocos recursos acceder a un hogar, o a empresas ofrecer espacios adicionales a sus empleados. Con esa materia prima hicimos moldes —eso sí, muy convencional— que convertimos en baldosas, ladrillos, tejas… elementos con los que se puede construir una casa
¿Qué efectos tangibles esperas que tenga tu tecnología en términos de salud pública en Colombia y otros países afectados por la contaminación del aire?
Lo primero siempre será la reducción de la contaminación y la mejora en la calidad del aire. No estoy hablando solo de cambio climático. También quiero que la comunidad abra un poco la mente: es necesario hablar de lo que nos está enfermando y que está en el aire. Hay muchas moléculas —nocivas o no— que podemos tratar. Ese es el primer impacto social que busco: la mejora de la salud de nuestros niños, adultos, personas mayores, etc. Hay que crear conciencia de que el aire también importa. Esa ha sido mi mayor batalla. El agua es importantísima, pero el aire también. Tenemos que empezar a tratar ambos, y enseñar tanto a las nuevas generaciones como a las actuales que es necesario cuidar el aire para poder vivir.
¿Cómo ha sido el proceso de convencer a la industria para adoptar esta tecnología, especialmente en mercados donde prima la rentabilidad?
Ha sido un reto doble, porque teníamos que hacer que la tecnología fuera de fácil acceso para que cualquier industria pudiera adoptarla. En Ecol-Air decidimos desarrollar una máquina simple, asequible y fácil de usar. Ha sido difícil entrar en la industria, pero creo que la manera más efectiva ha sido demostrar con casos de éxito que la máquina funciona y tiene un valor económico.
Instalar los primeros dispositivos gratuitamente fue una apuesta audaz. ¿Cómo influyó esa decisión en la evolución de Ecol-Air?
La verdad que agradezco mucho a mis socios porque aceptaron esta idea tan local en su momento, pero se fueron alineando a mi filosofía, a mi objetivo, que era demostrar que la tecnología funcionaba, y hay que entender que eso abre muchísimas más puertas. La industria entiende el producto nuevo, lo ve probado, lo ve funcionando y ya empiezan a llegar muchos más clientes. Nos fue bien, pero si no me hubiese funcionado sé que mis socios me hubieran seguido apoyando. La verdad es que agradezco mucho a mis socios, porque aceptaron esta idea tan local en su momento, pero se fueron alineando con mi filosofía y mi objetivo: demostrar que la tecnología funcionaba. Y eso abre muchísimas puertas. La industria ve un producto probado, en funcionamiento, y empiezan a llegar muchos más clientes. Nos fue bien, pero incluso si no hubiera funcionado, sé que mis socios me habrían seguido apoyando.
¿Cuál es el modelo actual de negocio y cómo estás gestionando la expansión internacional desde Estados Unidos?
Tenemos un modelo de prestación de servicio. No vendemos la máquina, por un tema de propiedad intelectual. De hecho, preferimos operarla nosotros para garantizar que mantenga su eficiencia durante todos los años de servicio. Incluimos la verificación de que si se pactó un 70 o 75 % de eficiencia al inicio, al quinto año se mantenga —e incluso con garantía: si debe cambiarse, se cambia—. La operación y transformación de los residuos se ofrecen como un paquete integral, lo que permite al cliente tener un servicio personalizado.
A nivel internacional, ya planeamos abrir la primera sede en Estados Unidos y esperamos que en 2026 esté funcionando la primera planta de tratamiento de aire. Queremos seguir creciendo y, próximamente, expandirnos a Europa, porque sabemos que es un gran nicho para nosotros.
¿Hay planes para incorporar datos de medición de impacto ambiental o colaboraciones con organismos internacionales?
Sí, contamos con mediciones en tiempo real, ya que nuestra máquina mide constantemente todo lo que entra y lo que sale. Lo hacemos principalmente por control interno. Es un sistema de telemetría que verifica qué tan eficiente es la máquina y cuánto estamos reduciendo.
Eres una de las Tomorrow Shapers de esta edición. ¿Cómo entiendes el papel de los jóvenes científicos y emprendedores en los grandes retos del siglo XXI?
Creo que la mente joven debería escucharse más. Tenemos grandes ideas, pero a veces las personas mayores no nos toman en cuenta. Es un estigma que se repite generación tras generación, y espero que eso cambie. Aunque ya está cambiando: cada vez hay más emprendedores jóvenes. Es difícil serlo, sobre todo cuando uno busca un crédito o recursos; muchas veces ni te escuchan, simplemente por tu edad o porque la empresa apenas está comenzando. Mi invitación a todos los jóvenes es que no olviden que no importa la edad: siempre hay que ser el fan número uno de tu invento, de tu empresa —o como quieras llamarlo—, pero sobre todo de uno mismo. Así es como crecen los proyectos.
¿Qué significa para ti estar nominada al Premio Jóvenes Inventores de la OEP?
Es como un sueño, porque siempre quise que se hablara de mi invento —no de Mariana— sino que se supiera que existen plantas de tratamiento de aire, y que se conociera en cualquier rincón del mundo. Es una maravilla ver que cada vez gana más visibilidad, y espero que esto no sea lo último, sino apenas los primeros pasos.