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Belén Marrón

Profesora de EAE Business School y abogada especializada en ESG and Public Affairs Law

La pandemia mundial que sufrimos durante 2021 y 2022 cambió el paradigma de los modelos de gestión de las empresas y, por primera vez, nos encontrábamos ante un escenario incierto donde los liderazgos a los que estábamos acostumbrados sufrían un cambio profundo. Hasta ahora, nos basábamos en un modelo de empresa y economía tradicional con cambios esporádicos y controlados. Pero, de nuevo, la pandemia nos conduce hacia una nueva era de gran incertidumbre. 

Es una realidad que las empresas deben cambiar y reinventarse cada día. Durante un breve período de tiempo hemos podido comprobar cómo la gran mayoría de compañías tuvieron que modificar sus rutinas y sus formas de trabajo adaptándose a nuevos escenarios desconocidos hasta entonces y crear e impulsar una transformación digital y un modelo de gestión que tuviera una capacidad de reflejos y respuesta rápida y eficaz. Además, pudimos comprobar cómo los liderazgos tradicionales se diluían para dar paso a nuevas formas de dirección, en ocasiones colectiva. Las organizaciones asumían un desafío añadido: vigilar, educar, tratar la salud emocional, el estrés y la angustia del equipo humano que debía continuar haciendo crecer la producción y la productividad, además de adaptarse a esta nueva realidad. Nos dimos cuenta de que el presencialismo laboral dejaba de tener un valor decisivo para la organización empresarial y primaba la flexibilidad, la adaptación y la consecución de unos objetivos claros y bien definidos. Se cambiaba el reporting —el proceso habitual de reporte trimestral— a la consecución de objetivos en un período corto de tiempo. 

La pandemia ha subrayado la prioridad intergeneracional del espacio vital y del sentimiento de libertad, provocando un éxodo de la urbe hacia nuevos lugares metropolitanos donde poder compaginar la vida personal y profesional. La crisis económica, agravada por la guerra en Ucrania, también ha generado un aumento considerable de los costes de alquiler de vivienda en el centro de las ciudades y de los alimentos básicos para las familias. 

Del cumplimiento a la creación de valor (ESG )

La tendencia en la implementación de las políticas de ESG en las empresas no ha dejado de crecer en los últimos 10 años. Las firmas de capital riesgo apuestan cada vez más por inversiones que respondan a las reclamaciones de sus accionistas y, por ende, del consumidor/cliente/ sociedad. 

El inversor no sólo busca el retorno económico, sino que, cada vez más, desea que este se alcance con un mayor impacto social positivo, capaz de generar un mundo más justo, social y sostenible. De este modo, el poder formar parte del cambio y transformar nuestro entorno no sólo se hace palpable, sino también medible y cuantificable. 

Antes de la crisis del SARS-COV 19, las políticas de ESG se centraban en dar respuesta a unas necesidades en materia de diversidad, medio ambiente y sociedad, que han quedado obsoletas. La salud física y emocional de nuestros trabajadores pasa a ser una de las mayores prioridades en las que invierten las empresas hoy en día y la búsqueda constante de acciones para dar respuesta a las exigencias del/a trabajador/a provoca la creatividad y nuevos escenarios de cambios organizativos hasta ahora nunca vistos. 
Algunas empresas, basándose en estas nuevas políticas de RSC, ya llevan algún tiempo reduciendo su jornada laboral a 4 días a la semana y abanderan así un nuevo modelo de producción y económico que rompe los esquemas que hasta ahora estaban establecidos. 

Debemos llevar a cabo nuevas acciones que resulten altamente atractivas para incrementar el talento intergeneracional y conviene aprovechar el auge de las políticas de ESG para crear organizaciones que sean capaces de seducir y seducir a todo el abanico generacional de profesionales de gran valía. 
 
La nueva conciliación de la vida personal y profesional

El binomio Estado-Empresa, capaz de crear un ecosistema que favorezca nuevas políticas de empleo, no ha funcionado. El empresario y sus equipos directivos han asumido la profunda responsabilidad del bienestar de sus empleados y colaboradores, viéndose obligados a ser altamente imaginativos para crear un entorno y unas circunstancias de gran atractivo, no sólo económico, para retener el talento profesional. Al fin y al cabo el equipo humano es el capital más valioso de todas las compañías por lo que se debe también poner en valor los espacios y momentos de ocio que mantengan la motivación y la ilusión de todo el conjunto humano que trabaja y se desarrolla dentro de la empresa. 

La pandemia ha generado un alto impacto emocional, aumentando los niveles de estrés y ansiedad familiar, y también de las situaciones de abuso. Sin duda, un retroceso en los derechos y libertades de las personas que tanto hemos batallado por ganar y mantener. 

El incremento del absentismo creció en un 40% en el año 2020 respecto del año anterior. En España, estábamos en un 5,5% en el 2020 y, con la Covid, la tasa se disparo al 6,3 en el primer trimestre y a un 8,9% en el segundo. Esta tasa, lejos de reducirse sustancialmente, se mantiene en la actualidad con un 6,7% de media. Las bajas laborales aumentaron en un 27% durante la Covid y, en la actualidad, tres años después, se mantiene la incapacidad temporal como principal motivo de absentismo. Otro dato preocupante es cómo el suicidio ha pasado a ser una de las principales causas de muerte en España.

En definitiva, el panorama social con el que nos hemos despertado después de esta crisis sanitaria no ha dejado más salida que procurar buscar soluciones rápidas y contundentes que corten de raíz la tendencia a la que estamos, desgraciadamente, abocados. 

Modelos de inspiración 

A lo largo del 2020, la compañía de software Delsol se atrevió a introducir la jornada laboral de 4 días y redujo las horas de trabajo, separando 36 horas en invierno y 28 en verano. Otras empresas, como Good Rebels, dedicada al marketing digital, o la farmacéutica Novo Nordisk son algunos de los ejemplos donde esta nueva realidad se ha materializado. Otros ejemplos son Desigual o la cadena de restaurantes La Francachela o Ephimera donde ofrecen la posibilidad de trabajar 4 días a la semana sin que suponga una reducción del salario laboral. 

El aumento de los costes en el mantenimiento de las estructuras empresariales, el gasto energético e incluso el coste personal para llegar al puesto de trabajo provoca que el presencialismo deje de ser eficiente y que otras formas de trabajo orientadas a los resultados y con una hoja de ruta clara y de consecución de objetivos irrumpa con fuerza para considerarse un beneficio tanto para el trabajador como para el empresario sin que impacte de forma negativa en los resultados económicos de la empresa. Todo lo contrario, tenemos trabajadores más felices y con más tiempo de ocio para incrementar el gasto y apuntar hacia otro modelo social de futuro. 

Ahora deberemos estar atentos para comprobar los resultados de la implementación de estas medidas y ver si realmente tienen un efecto positivo en la reducción del estrés, en la generación de nuevos puestos de trabajo y en la atracción de talento. Todo apunta a que se trata de una medida que ha llegado para quedarse, pero, como todas las acciones disruptivas, contar con un marco legal que propicie este cambio, aceleraría, sin ninguna duda, su aplicación. 

Por lo tanto, este cambio debería ir acompañado de ayudas a las empresas que favorezcan la apuesta de un nuevo cambio social y económico generalizado. No podemos obviar la profunda transformación que la pandemia y otros factores intergeneracionales y culturales han generado en nuestra sociedad.

Estamos atravesando un momento muy interesante para el mundo empresarial, donde nuevos modelos de liderazgo irrumpirán con políticas de empleo y nuevas formas de trabajo genuinas, que harán cambiar el paradigma del mercado con nuevas marcas y empresas capaces de dar respuesta, con una escucha activa a las necesidades y requerimientos sociales mientras que otras, caerán en el olvido sin capacidad de recuperación. 

Estas nuevas políticas no solo deben poner el foco en la empresa privada, sino que en la Administración Pública, donde el desasosiego y el hastío han hecho mella, es responsabilidad de los nuevos gobiernos el hecho de atajar esta situación de desamparo con medidas como éstas que permitan una conciliación real de la vida personal con la profesional. Esto debería también provocar la introducción de nuevas formas de gestión en la función pública por objetivos precisos, que provoquen modificar la legislación para mejorar la excelencia y la productividad de nuestros funcionarios a todos los niveles. 

El cambio ya esta aquí. Será el momento de los empresarios valientes y de los gobiernos atrevidos y responsables que sean capaces de generar el entorno y el ecosistema necesario para generar este nuevo impulso social que, sin ninguna duda, mejorará la vida de los trabajadores/as y, por ende, de nuestra sociedad.