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Javier Rivas

Profesor en EAE Business School

Convocar elecciones en pleno verano puede tener una serie de efectos, no especialmente positivos, sobre la economía. Lo primero que hay que tomar en cuenta es la ralentización de decisiones económicas que se producirán en los próximos meses, de entrada por el adelanto electoral y luego por la previsible compleja composición de mayorías y nombramiento del nuevo gobierno, siendo una estimación realista que no habrá gobierno antes de octubre de este año.

En este escenario, que coincide con gobiernos municipales y de muchas Comunidades Autónomas recién constituidos, es previsible un periodo de impasse de inversión pública, aunque también privada, especialmente en aquellos sectores más sensibles a la normativa como el energético y el financiero.

La convocatoria además tiene un efecto colateral a tomar en cuenta, es materialmente imposible que pueda aprobarse el presupuesto de 2024 en tiempo por lo que, previsiblemente, deba prorrogarse el presupuesto de 2023 como mínimo 2-3 meses. Este efecto no es baladí, dado que el presupuesto de 2023 es notoriamente expansivo esto va a limitar y mucho las opciones de un nuevo ejecutivo de distinto signo que el gobierno actual.

También es muy relevante el elevado número de medidas que quedan sin aprobar, o que estando recién aprobadas dado el batacazo electoral del partido del gobierno, serán de difícil aplicación al depender de las Comunidades Autónomas, en este último caso se encontraría la última gran medida de la legislatura, la ley de Vivienda. Esta ley precisa de la colaboración de las Comunidades Autónomas, en un escenario preelectoral difícilmente el gobierno central encontrará muchos apoyos.

Otras leyes que van a quedar en el olvido de cambiar el signo del gobierno son la ley de familia donde se apuntaba por ejemplo a la reducción de ayudas a las actuales Familias Numerosas, la Agencia Estatal de Sanidad Pública, o el plan Justicia 2030 tendrán que esperar.

Los efectos globales que se esperan no serán muy elevados, aunque todo dependerá finalmente de cómo de ajustada se prevea la noche electoral, así pues, hay diversos escenarios:

  • Si se anticipa una victoria clara en las encuestas, esto relajaría la incertidumbre y, muy posiblemente, tendría un efecto positivo tanto en la prima de riesgo, como en los mercados y en la inversión.
  • Sin embargo, el escenario más probable es el de la necesidad de pactos para gobernar, múltiples en el caso de PSOE (similar a la situación actual) o con el partido VOX en el caso del PP. Ambos escenarios son negativos porque implicarían largas negociaciones y una evidente incertidumbre sobre las medidas económicas que se pactarían, mucho menos fáciles de prever en el caso de un pacto del bloque de izquierdas.
  • Podría darse un escenario todavía peor que sería si el mercado descontara un escenario de potencial repetición electoral.

Un buen medidor de lo que puede ocurrir sería tanto la prima de riesgo de España con respecto a Alemania, como la tasa a la que se financia el Tesoro, hemos visto en las últimas subastas cómo la financiación del Tesoro crecía en coste fuertemente (25 puntos básicos)  lo que indica que el mercado no es especialmente optimista sobre lo que puede venir en los próximos meses.

Parece que también puede haber un último efecto, la ralentización de reservas turísticas, muchos turistas retrasarán sus vacaciones hasta después de las elecciones y otros esperarán  hasta última hora para hacer la reserva dado que no saben si les tocará una mesa electoral. No parece que sea un efecto elevado, dado que solo afectaría al cliente nacional que tuviera previsto sus vacaciones en esa semana de julio, pero sí que puede contribuir a una reducción de las tasas de ocupación.

En resumen, sobre la economía el efecto de las elecciones es moderado, aunque la incertidumbre sobre el resultado y el periodo de encuestas y negociación para formar gobierno seguro que incrementan el efecto económico que se producirá en un momento en el que la UE ha entrado en recesión técnica.